Carta abierta al visitante de Café Montaigne
Carta abierta al visitante de Café Montaigne
Estimado visitante:
me dirijo a ti en nombre de todas las personas que hay detrás de Café Montaigne.
«Nada es bello sin el azar» -como afirma Artur Ramón en el título de un precioso libro, cuya lectura, por cierto, recomiendo encarecidamente-, y Café Montaigne es, efectivamente, fruto del azar. Pero de un azar necesario, a pesar del aparente oxímoron. Porque hay azares necesarios, azares cuya necesidad sólo el transcurso del tiempo permitirá dejar aparecer. La idea de Café Montaigne surgió como suelen surgir esas cosas, en una conversación informal entre amigos durante el mes de Diciembre de 2016. Se echaba de menos hablar y ser escuchado. Se echaba de menos compartir ideas y discutirlas. Café Montaigne nació con la intención de cubrir esa falta, y cumple ahora, precisamente, un año. Estamos de aniversario, por consiguiente. «Las cosas grandes tienen comienzos pequeños», afirma el gran Claude Rains en la hermosa película de David Lean Lawrence of Arabia. No es que quiera decir con ello que Café Montaigne es un gran cosa, pero sí que ha tenido un comienzo pequeño. El proyecto era, y sigue siendo, crear un espacio de encuentro, de diálogo, de creación artística y de pensamiento crítico. Un lugar para hablar y ser escuchado.
Café Montaigne no sólo lo conforman los miembros del grupo originario y que lo vieron nacer, sino que ha ido enriqueciéndose a lo largo de un año con la inclusión de más personas partícipes en el proyecto, sean éstas colaboradores directos o no. Son todas ellas, en cualquier caso, muy valiosas presencias. ¿Por qué una revista cultural y por qué Café Montaigne? Y ¿por qué no?, sería la respuesta más acertada. Pensamos que era el mejor modo de vehicular nuestras inquietudes y de hacer llegar nuestras propuestas, y dado que somos habitantes de la Galaxia Internet, sin dejar de serlo de la Galaxia Gutenberg, decidimos que nuestra publicación se editaría a través de la Red.
Teníamos claro, además, que dicha publicación no tendría ánimo de lucro, sino que se haría artesanalmente y por auténtico amor al arte. Acordamos, también, dar cabida a todos los ámbitos que, desde un punto de vista cultural, en el sentido más profundo y originario del término, pudiesen ser de verdadero interés. Desde la epigrafía hasta los últimos avances en cosmología, pasando por Shakespeare y Cervantes. Si uno echa un vistazo a los Ensayos de Michel Eyquem, Señor de Montaigne, comprobará que son un excepcional ejemplo de viaje personal alrededor de todo, realizado con la agudeza y el humor de un hombre sensible e inteligente. Tal vez por ello nuestro Café lleva su nombre. En cualquier caso, no todo debe ser explicado.
Si la auténtica tarea del maestro es, me parece, ayudar al alumno en el alumbramiento de las ideas, del pensamiento, fomentar en él el ejercicio de la imaginación, transformando el candor de un pregunta inocente en el rigor de una interrogación inteligente, lo que nosotros nos proponemos es, sin abandonar ese rigor, reavivar en el interior de una seria reflexión o de una propuesta artística aquel candor imprescindible del asombro, de la admiración, de la perplejidad. Sumergirnos en las aguas de la duda, y obligar a otros de algún modo a hacer lo mismo, no permitiendo que conclusión alguna cierre definitivamente las puertas. La conclusión definitiva es el tiempo cumplido, el cumplimiento del tiempo; pero eso, si ha de ocurrir, no es asunto nuestro. Lo nuestro es vivir y eso significa dejarse afectar por las cosas, sentir, pensar, ser vulnerable. Con sentido y con sensibilidad. Y con una pizca de locura -como reza la frase de Montaigne escogida como lema de nuestra publicación- y sentido del humor, desde luego, puesto que, como afirma Mark Twain, otro benefactor de la humanidad, es el arma más poderosa que posee el ser humano.
De manera que bienvenido al Café Montaigne.
Tomás García Mojonero
Editor de Café Montaigne