Estelas y semblantes [Poemas] – I
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FOTOGRAMA DE ABRIL [1]
Mis padres, jóvenes.
Ibant obscuri sola sub nocte per umbram…
Eneida VI, 268
Traían olores de esperanza los aires de la Peña;
y aquel alma de salmo que todo lo envolvía
germinaba en nosotros, tan jóvenes entonces,
un bullir de calderas para un tiempo en la aldaba.
Se está acabando esto, llega a tren un futuro…
–The times they are a-changin no era aún profecía-,
Qué tiempo de penumbra a la espera brutal
de un tren que nadie anuncia,
en vidas de candil y de vírgenes necias,
de niños que nacen viejos,
en procesión sufriente de cristos a dos velas.
Cumplir la adolescencia oscuros como topos,
sabiendo que la vida es remover estiércol,
los ojos en el cielo fijos en cada esfuerzo,
Guernica en off, las lenguas destrozadas,
ojos, prohibido ver…;
pujaba abril y olía a clandestino
aquel airecillo oloroso de montaña.
Aún paraban entonces todos los trenes en Herrera.
Llegaban pardos, héticos, del silencio de Campos;
y partían a escape,
inmisericordes,
ajenos,
soñolientos de verde hacia el mar de Cantabria.
Que la vida era cruda se gustaba hasta en sueños.
Aquellas tardes viejas a un sol que maltrataba,
aquel tiempo cereal rebullente en el cuerpo,
tan joven aún entonces, era el mar de los trigos,
remecido de urgencias de un amor que atollaba.
Pero era Dios silencio, amenaza, arma de fuego,
paternal escrutinio de castigo seguro;
y se aburaban los cuerpos de libertad y sexo,
prohibir era axioma
y pecado el deseo.
Respiraba la vida por chupones de hornera,
como tren que resuella su penar de distancias.
Y crecíamos grises, no era tiempo de sueños;
y aquel viento del norte nos mordía las carnes…,
¡qué daríamos por ser lo que nunca seremos!
A un calor sin futuro tendimos vida y trilla;
fatigosos agostos vimos morir vanos
como espigas de lluvia. El cierzo de las tardes
devoraba la bielda de opacas ilusiones,
alardes de miseria, paja, tamo.
Indiferentes mil trenes pasarían por Herrera
-no efectúa parada resumía el presente-.
Y aquel viento del norte que hería las conciencias
silbaba soledades y recuerdos que aún duelen,
heridas.
Sobre ilusiones secas fue pisando el otoño
de un olvido con nombre de mariposas de álbum;
y el fulgor de lo efímero
era flor de ceniza en nuestra carne aún joven.
Y algunos marcharon, ¿cómo huir de sí mismos?;
abrazaron la tierra o nombraban Puerto Rico,
Cuba, Santo Domingo, como sombras gigantes.
En Santander a bordo lo observaron oscuro.
Lloraba, era mi tío…
Su huella y su ceniza nutren tierra argentina.
Rumba el viento del norte,
crudo,
solo,
huidizo;
huele a mares de olvido.
A pedazos la casa se nos cae y la vida.
No pasan por Herrera esos trenes, ni hay niños
saludando a la vida como el día en que subiste,
soñoliento de verde hacia el mar de Cantabria,
a aquel tren que sajaba corazón y silencio;
te ibas,
hijo,
de aquí,
mudo campo de muerte y de árboles solos…
¡Era bueno que fueras lo que nunca seremos,
lo que nunca pudimos,
los que nunca pudimos!
*
HACIA EL SILENCIO
Bendita mudez la del silencio,
biosfera elemental de cuanto vale,
fundamento y razón,
simplicidad serena,
epidermis inmortal de lo inefable.
Restalla en tu pared mi voz inoportuna
en palabra imperfecta, estéril, compulsiva,
que desgarra inasible la piel de tu certeza
y se vuelve hacia mí:
calla,
piensa,
goza.
Me invitas generoso al festín de la calma,
-al festín, generoso, me invitas de tu calma-,
estanque, cielo, aire,
evidencia perfecta que los signos no atrapan,
manantial de quietud,
perfección no mediada.
Mendigo ese amor puro de tus labios callados,
de tus ojos que exhalan el lexema del beso,
el chasquido del goce, embrión de palabra
indefensa,
extasiada,
sorprendida surgencia,
sed pura.
*
PADRE CANTÁBRICO
He vuelto a ti de nuevo, padre Cantábrico,
cuarenta y siete años de aquel primer encuentro
-1966, playa de Pedernales, 13 años-
en que de golpe aprehendí la medida de lo inmenso.
Aquel abrazo azul una tarde de junio
me desveló que el mar,
que Dios, siglo, millón,
la memoria del reloj de los mayores,
que la vida, la historia, la herida del dolor,
el gozo y la tristeza donde nunca haces pie,
son mares profundos que no caben inmensos
en los ojos analfabetos de un chiquillo.
He vuelto a ti hoy como quien vuelve a casa,
seguro, con el morral de años, del afecto paterno,
mas perdida la memoria de los sabores niños
en ríos sin memoria del olvido.
He vuelto a ti, resignado tal vez
de haberme ido persiguiendo otras patrias,
espumas de ida y vuelta sin figura,
que son olas sin mar, aire ficticio
que nunca se respira con orgullo
de hogar elemental, aire nutricio
de aquel tiempo de nidos y futuros.
He vuelto. Empiezo a estar cansado
de buscar odiseo lo que siempre he tenido
a mano, tu voz,
tu metáfora viva del presente perfecto,
estable como siempre,
como siempre cambiante, incontenible
en el vivir de un hombre.
He vuelto a ti, ítaca en la mente
de aquel niño azul de sal y abismo,
como aquel, como tú, siendo otro y el mismo,
como tú, eterno dios que serenas y abrumas.
*
UCRONÍA PARA UNA UTOPÍA
Para mi amigo-hermano Antonio,
sabio entre todos los listos.
.
¿Qué podrá reprocharse a quien todo lo dio,
a quien no la prudencia le gobernó la mano?
¡Qué delito de sangre no pensar en sí mismo…!
Perfección de lo raro,
anajóresis,
anagnórisis,
gnosis,
sacramento perfecto para un mundo distinto.
¿Qué evangelio propone esa mano discreta
que disuelve la pluma,
la palabra y su luz,
el fulgor de la huella con que firman las manos
siempre todo lo nuestro?
–Tienes cara de sueño con ojeras de sueños
de esos mundos que sueñan los profetas antiguos.
Jerusalén sin fiesta,
ni agasajos de palmas y olivo;
el silencio cansado de quien abre la puerta
y prescinde de espejos cada tarde en que vuelve
de entregar lo que tiene, sin saber si ha comido;
sin preguntas,
sin pausas,
todo dudas;
jesucristo sin cristo,
sin padre
nuestro.
¿Qué podrá reprocharse
a quien todo lo ha dado?
Su certeza por contra se resume en el gesto
de la mano tendida a la fe de entregarse,
fieramente perderse
a sí mismo;
sembrarse
y que el tiempo fecunde su nicho.
*
AL PASO…
Sale al paso la vida, de la vida
al paso pie y camino se acomodan;
de pasos sabe el hombre y cada instante
es un paso en la siembra de sus horas.
Paso a paso, fuga a fuga, siembra a siembra,
nace, crece, alza el vuelo y rememora
su sustancia: estar de paso, y es noviembre
en la cruda intemperie de las rosas.
*
ALGUNAS PRESENCIAS
Algunas presencias son como la luz;
se vuelven necesarias, te acostumbras
a ellas, las exiges.
Y si algún día se apagan,
tu caminar, tu espacio
se te empenumbra tanto
que gritas: ¡luz, luz!
Ya no puedes vivir sin ver
sus ojos.
*
NUESTRAS VIDAS SON LOS TRENES…
Ninguna esperanza nos resta, aunque alguno de los hombres terrestres afirme que aún ha de volver: el día de su regreso no amanecerá jamás.
Odisea, I
Una estación. Un tren. En la sala de espera
repaso los contornos de su ausencia.
No vendrá. Mi padre siempre dijo
que no eran buenas demasiadas alegrías,
que la vida reparte en ensalada…
No vendrá. ¿Por qué espero?
El reloj promete los cuchillos
de una muda despedida solitaria.
¿Cuántos metros de raíles da la vida?
Y la pena se administra en rebanadas
que saben a tren viejo, a aquella Robla
de los duros adioses de la infancia:
sea tu norte el camino de los sueños,
me decían…
¿Qué hago solo
en esta estación sin tiempo
que perder…?
¡Cuántos metros hollados sin reparo
de idas! ¡Cuántos trenes perdidos, cuántas marchas,
raptus mentis!
Y ese silencio eléctrico en la duda
de haber acertado con el andén exacto
del futuro. ¿Por qué no existe
un presente perfecto como existe
un pasado perfecto aunque pretérito
y siempre dependiente de quien hable;
un futuro perfecto,
siempre, es verdad, en crisis de certeza;
e incluso para algunos,
minoría,
un perfecto pasado, más perfecto
-plus quam perfectum–
que les cupo soñar? Yo
solo, -una estación, un tren-,
conjugo la duda en malabares con la espera
… ¿de qué tren?
Quizá la prensa
atempere la tardanza, mate el rato;
siempre hay juegos, crucigramas que definen
la palabra secreta: ¿por qué espero
yo, rebuscando una voz de cuatro letras,
vida,
tren,
duda,
ella,
solo,
nada,
aquí,
paso,
eres,
todo…?
Tú sabrás si son esas, ubi sunt?,
las astillas con que atizas hoy la lumbre
que haga bullir la caldera del valor
de una espera, -una estación, un tren-,
sin más. Siempre te diste,
-tantas veces me reprochan con enojo-,
a la necedad de los amores imposibles,
a la estupidez de las preguntas sin sentido…
Incorregible.
Es la hora clavada en cada instante,
y ese tren… Duelen las despedidas
solitarias del paisaje querido, te vas para volver,
eterno retorno de lo muerto: el tren perdido
mañana para aquí,
mas tú eres ya otro: nadie puede
coger dos veces un mismo tren, como tampoco
repetir baño en las aguas de Heráclito;
pero sí tropezar, como ahora haces,
dos veces, y más, en la misma necia
pretensión
de esperar sentado, -hay trenes que no llegan,
o que pasan de largo-,
la fruta de los sueños.
*
ADIÓS A MI VIEJO MÓVIL
Sé que te abandono en tu peor momento,
como a una novia vieja,
vuelta vulgaridad
aquella ilusión dulce de la primera convivencia.
Comprendo que te duela,
que me hurguen la conciencia
tantas horas de sentirte imprescindible.
Así maduran las más firmes promesas
en este tiempo de afectos interinos,
de amores virtuales. Has perdido.
Nuevas generaciones corroen tu derecho
de ser mi confidente,
de modular el gozo de las palabras dulces.
Has perdido.
Y qué mal quedo yo que he apurado
tu juventud,
tu sorprendente pequeñez tan compañera,
la generosa utilidad de tu servicio…
Así muere lo viejo, así se olvida,
así dura la gloria, el foco del aplauso.
No hay piedad para ti, pena, indulgencia,
ni servicio prestado que te salve.
Tú contienes mis palabras, mis latidos,
el tono de mis pulsiones, mi saliva,
el calor de las palabras en mi oído, mis enfados;
mas careces del valor de lo superfluo
y eso obsolesce, apestas a pasado
hueles a viejo…
Sé que te abandono en tu peor momento,
y me apena, como a una novia vieja,
decirte lo siento, se ha vaciado el vaso,
quizá la juventud
de los demás nos afeó el atuendo,
la costumbre de anudar hecha sonidos
la urdimbre de palabras, los secretos.
Y hoy me sobras.
Qué cruel es verse así,
paladeando la injusticia de trastero,
que es camposanto,
conmutación de pena de cubo de basura
a los afectos viejos,
cementerio de nobles cachivaches,
ternura vieja sellada con el polvo del olvido.
¡No sé qué hacer contigo, viejo móvil,
nuevo moisés que avista la tierra prometida,
voz que se apaga,
historia de mí mismo,
presente y pasado en carne viva,
ceniza que me quema en los bolsillos.
*
LIBERAD A DIOS
¿Qué relojes son esos que saltan por las tapias
huyendo como en rebato del tiempo policía?
¡Que no tictaqueen más mi vida!
¡Que libres se vean de su oficio!
¿Por qué inspecciona el puente los flujos de ese río
ceñido como está de orillas agobiantes?
¡Que se olvide de mi vida,
que no fluya más a la mar!
¡Que libres se vean esas aguas de su oficio!
Tantas vueltas la tierra, ¿para qué?
¡Sobran días y noches y estaciones!
Suelten su reglamento de los giros…
¡Que libre se vea de su oficio!
¿Quién soporta esta ruleta del ciclo de la vida?
Manumitid a Dios de dar cuerda al reloj
de las leyes ocultas del gira que te gira,
del ruega que te ruega…
Que vuelva a casa Dios sin fatiga del día;
olviden las preguntas, los ruegos y deseos…
¡Que libre también él
se vea de su oficio!
*
AL PIE DEL OLIVAR…
A Antonio e Irene,
uno en Mengíbar, 26-7-14.
Nada como sus ojos resume su presencia,
pero es su corazón quien impregna sus silencios.
Ni una sola palabra es fruto del azar
cuando se hace del amor el único lexema
y las manos reparten el pan de la renuncia
y el olvido de sí, gozosamente necio
y libre como quien pisa un suelo sin raíces.
Que todo lo que se tiene se sabe recibido
y dado para dar con mano manirrota
es su lección velada;
pues hay ángeles flacos que no habitan columnas
ni pórticos de gloria;
que guarnecen tan solo los silencios donde ocurren las carencias,
apocalipsis de un dios apócrifo y silente,
no dado a pedir cuentas ni a balanzas,
cercano en el hondón de los silencios.
Ángel de media voz templada en agridulce,
la fortaleza enorme de quien se palpa débil
y pasa por la vida ajeno a los destellos,
y mudo entre las voces como el sabio que se aferra a los silencios,
su palabra de amor la forja en estos yunques.
Pues no hay palabra más pura que el fulgor en la mirada,
perplejidad inefable de todos los torrentes y sentires
que nos fundan y funden en el beso y la lágrima
de un sí, que es donación, desnudez, huella sombreada,
biografía sin pronombres personales
–sin yo, mí, me, conmigo–
raíz elemental, nosotros primigenio.
Ojos, silencio, amor, mano oferente,
son hoy pan para dos, el fruto de la hornada:
miga en que funde la masa de dos sueños,
la paz de la olivada
y el rumor reflexivo de los robles.
***
Heliodoro Fuente Moral
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Nota del Autor
- FOTOGRAMA DE ABRIL
Es como una pequeña meditación, puesta en hipotética mente y palabra de mi padre, de nuestros padres, una semblanza, mitad real, mitad imaginada, de aquella juventud suya de posguerra, y su vivencia, ya adultos, de ver marchar a sus hijos.
Algunas palabras son más bien localismos y paisajes de la zona burgaleso-palentina). La Peña es la peña Amaya, prolongación de la cordillera cantábrica hacia la ibérica, que domina toda aquella zona; Herrera de Pisuerga es pueblo cercano al nuestro, pequeña cabecera de comarca (mercado), por donde sube el tren de Palencia a Santander.
Atollar es formarse tolla o pequeña matita una hortaliza o el brote con las primeras hojas de una planta, como cuando una lechuga va a comenzar a formar cogollo, vaya, la adolescencia de la planta;
aburarse es empezar a quemarse sin arder, por ejemplo, la ropa si dejas la plancha encima;
chupones de hornera son las chimeneas de los hornos de los pueblos donde se cocía antaño el pan para una o dos semanas;
trilla (trillar): triturar o desmenuzar las mieses en las viejas eras, haciendo desgranar las espigas y triturando las cañas de las mieses convirtiéndolas en paja menuda o parvazo, paja y grano envuelto, resultado de la acción de trillar; (tender la trilla era disponer las mieses como en un círculo para ser trituradas a fuerza de vueltas del trillo); la bielda es la acción misma de aventar o beldar: lanzar al viento con el bieldo (como una herramienta de madera, como una horca pequeña) el resultado de la trilla para separar grano y paja, claro;
tamo es el polvo de la bielda, diferente de la paja resultante;
rumbar el viento es lo mismo que zumbar el viento, el ulular de una corriente a través de una ventana entreabierta, o el propio sonido del viento enfurecido;
The Times They Are A-Changing es la famosa canción de Bob Dylan;
el tren que pasa es trasunto del futuro, de las oportunidades del futuro;
el viento que sopla lo es de soledad y abandono tan presente en la mayoría de las pequeñas aldeas que van quedándose sin población, fugacidad vital.
Lo del tío que se va por Santander a la Argentina es hecho real de mi tío Mariano, hermano de mi abuelo, que nunca volvió y al que no conocí sino por palabras de mi padre.