La puerta de Además
Acerca de la pintura de Chiti Ayuso
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I. En la ciudad desconocida
I
Al cambiar de ciudad, paseas por lugares que en la tuya propia habrías sentido como peligrosos. Ahora, el descubrimiento de los mismos muros, las paredes de naves inacabadas y haciendas en ruinas se te antojan familiares y acogedoras; transitas con seguridad y decisión, cruzas miradas que parecieran reconocer que no eres de aquí, dicen: “Estás de paso”. La novedad con que miras a tu alrededor se refleja en sus ojos en forma de eco.
La luz cotidiana ha quedado atrás por unos días. Extrañas la intensidad del color, la particular opacidad de las sombras, la vibración singular de los azules y la saturación de los amarillos a la puesta de sol, el olor embriagador del azahar hartando los sentidos… paralelos. La verdura frondosa y las obras de carretera, -incomprensibles hasta que están casi terminadas- conviven en los límites de la ciudad. Es domingo. El tren atraviesa terrenos adormecidos por el descanso semanal, que mañana volverán a tener un movimiento hoy inimaginable. Toda acción es un pulso con el destino, un aprendizaje torpe pero necesario; reconocimiento.
Estos iniciales días de primavera la Naturaleza se muestra excitada y espléndida, las Ciudades, afables como la sonrisa cómplice de un desconocido. Sin embargo, mientras el mundo muestra su carácter casi eterno, los espacios humanos traslucen frágiles y efímeros a pesar de su aparente rotundidad. Tal vez por eso, podamos considerar más que necesaria la plasmación de lo urbano, de los sentimientos construidos como habitables donde vivimos, al intuir su sentido inestable y perecedero. Y es este precisamente el trabajo que Chiti Ayuso ha venido desarrollando durante años, con la firmeza, esmero y acierto que le caracterizan.
Es como si intentase confeccionar a priori una arqueología visual de las ciudades contemporáneas, para que cuando desaparezcan, haya memoria de que existieron, que fueron y fuimos así.
II. La puerta de Además.
II
Recuerdo con afecto aquellas épocas en que la pintura de Chiti se mostraba siempre sorprendente, repleta de enérgicos personajes que llenaban los cuadros con ímpetu y frescura. Los ambientes -interiores y exteriores- a veces apenas intuidos, no eran sino acompañamientos situacionales para realzar el carácter y el atrevimiento, el talante que reflejaban los jóvenes plasmados en los lienzos.
Los acontecimientos fueron modelando la manera de interpretar la pintura y con ella, cambiaron también las relaciones entre fondo y figura. Las personas se integraron en los espacios vitales que les rodeaban formando un conjunto compacto de expresión. Paso a paso, el paisaje fue adquiriendo mayor importancia hasta deshacerse de los individuos, descubriendo que podía expresar por si solo la condición humana.
Llegó un momento en que este cambio fue definitivo e irreversible: La Llamada, 1995. Hay una habitación iluminada a través de una persiana que no vemos. Mientras se pone el sol un teléfono está descolgado sobre la mesa, ¿ha sonado ya? ¿Va a cogerlo alguien? La sombra arrojada sobre las paredes y el suelo se ha convertido en un código inquietante, similar al Morse, envolviendo toda la superficie y nadie responde. Los edificios que vemos enfrente, más allá de la terraza, son la única contestación.
Allí quedaron esperando las ilusiones de encontrar una respuesta mediante la representación de figuras. Fue a partir de esta imagen, cuando Chiti comienza un largo recorrido, como si saliera por aquella ventana y fuera divisando a vista de pájaro trozos de edificios primero, luego bloques y cúmulos de bloques, carreteras y torres aislando parques, comprimiendo barrios de día y de noche hasta ver ciudades enteras desde lo más alto. Y ni una sola persona caminando, dirigiéndose al trabajo, descansando, jugando, mirando.
Cansada de tan solitario vuelo, empezó a descender aproximándose a ciertas fachadas que la atraían instintivamente; llegó un momento en que solamente había materiales, reflejos, tonos, ritmo… para quedar atrapada brevemente. O eso pensamos en algún momento y probablemente ella misma también.
Desde el comprometido instante al que había llegado en su travesía, comprendimos que algo especial estaba a punto de suceder.
III. Chiti ha vuelto
III
Las recientes pinturas con las que nos asombra son la conclusión y el regreso de ese fecundo viaje referido. Por tanto, no debemos caer en la simpleza de valorar estos cuadros a través de la aparente abstracción constructivista que en una primera impresión pudieran sugerir; ni querer ver en ellos connotaciones jeroglíficas, atraídos por los enigmáticos fragmentos de palabras que aparecen en las telas. El lenguaje que desarrollan está esencialmente enraizado en el Pop de Roy Lichtenstein y relacionado con una de sus series más misteriosas: Mirrors de 1970.
Chiti ha vuelto a su origen más pop y genuino, a un lenguaje depurado, oportuno y absolutamente particular que dialoga con lo humano desde dentro. Son innecesarios los retratos, los paisajes, parques, edificios o extensas vistas, para contarnos lo que piensa del hombre contemporáneo. Ahora la comunicación es íntima, directamente de pensamiento a sentimiento.
Estos Dípticos son un regalo para los sentidos. Llenos de calidades y vibraciones no tienen que ver únicamente con los misterios del color, sino con los del corazón y, sobre todo, son un obsequio para todos aquellos que hemos seguido el trabajo pictórico de Ayuso durante largo tiempo, ya que en ellos vemos recompensada nuestra confianza.
Las imágenes han sido elaboradas meticulosamente, removiendo de interiores nocturnos ritmos musicales repetitivos, sensaciones distorsionadas y relaciones espaciales llenas de deseo. Si miramos con detenimiento, podemos apreciar que no es gratuito que todas estén formadas por dos telas que se limitan y complementan, ya que no tendrían razón de ser por separado. Este contacto inevitable, se puede interpretar también como una metáfora de las relaciones personales, constante recurrente en la obra de Chiti Ayuso, que da luz, saturación y contraste a estas imágenes; además de humedad, sonido y olor.
El acto más bello posible es el baile,
comparable al reflejo de la pulsera
en el aire, sobre las cercanas paredes,
a la inestable carrera del niño que
en el último instante gira inesperadamente,
hacia otro lugar, jugando,
para que no concluya el deseo.
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Francisco Buendía
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Imágenes de obras de Chiti Ayuso

Chiti Ayuso – La llamada

Chiti Ayuso – Danzondas

Chiti Ayuso – Dance Mission

Chiti Ayuso – Pura sesión

Chiti Ayuso – Colores abisales
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