Poesía Ặntiviral – Poemas para la vida [Una acción poética urgente con motivo de la excepcional situación ocasionada por la pandemia del Covid – 19] – LI – Silencio – Rafael Guardiola Iranzo

Poesía Ặntiviral – Poemas para la vida [Una acción poética urgente con motivo de la excepcional situación ocasionada por la pandemia del Covid – 19] – LI – Silencio – Rafael Guardiola Iranzo

Poesía Ặntiviral – Poemas para la vida [Una acción poética urgente con motivo de la excepcional situación ocasionada por la pandemia del Covid – 19] – LI – Silencio

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Wovon man nicht sprechen kann,
darüber muβ man schweigen.

Ludwig Wittgenstein

El gallo que escucho desde mi balcón, no es blanco ni tinto, ni tiene color. Es un gallardo picudo, emplumado y contento, con altivas trazas de inquisidor: un miserable cabrón. Solitario pregonero, agorero y compulsivo, o tal vez tozudo y frustrado follador, que en canal abre el silencio –ahora que no pasa ningún avión, aunque cerca viva del aeropuerto-, jodiendo a diestro y siniestro mi humana y aherrojada condición. Condición ya bastante quebrada por el duro confinamiento, haciendo de las horas un gris territorio y vil tormento. “¡Y un pimiento!”, es lo que te digo, cabrón.

Es el gallo cabrón un solitario pregonero que persigue a las gallinas, que no está triste ni azul, como reza esa canción que tararea mi vecina, mientras penetrar me dejo por el astro rey, en pijama y zapatillas, como cuando el griego Diógenes desafió al magno emperador. Y yo sigo pensando en Platón y sus ladillas, que no son los rayos del sol los que me hurtas, felón, vulgar tenor de pacotilla, sino la magia virginal y lasciva de Brahms y Pergolesi o la alegría sorprendente, a mis años, de una poderosa erección. Pues con tu agudo lamento has rasgado, indolente, las mieles dulces del instante, convirtiendo en excremento la música y su grave silencio sincopado, y hasta la desazón de Hamlet carcomido por la duda.

Ese silencio de la justa visión del mundo que encarcelas, megáfono emplumado, que me hace sospechar del colorido parloteo de los mirlos más negros y disolutos. Ya ni atender puedo al simpar vuelo del moscardón, que choca como un kamikaze borracho con el cristal del salón, buscando como yo el resquicio más liviano para escapar jubiloso de esta prisión vírica y onerosa. Se cierne hora tras hora esa horrible maldición afilada a la que no podría poner música el barbado Rimsky-Korsakov, mientras sigo escuchando tu canto, arrogante cabrón, despiadado violador de gallinas. Ya no puedo enjugar ni las lágrimas del intelecto ni el lamento de Segismundo, porque los sueños, sueños son, y tu porfías confiado en comprar hasta el silencio.

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Rafael Guardiola Iranzo

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