Poesía Ặntiviral – Poemas para la vida [Una acción poética urgente con motivo de la excepcional situación ocasionada por la pandemia del Covid – 19] – XLVII – Tic tac, tic tac, tic tac… – Carmen Cramazou

Poesía Ặntiviral – Poemas para la vida [Una acción poética urgente con motivo de la excepcional situación ocasionada por la pandemia del Covid – 19] – XLVII – Tic tac, tic tac, tic tac… – Carmen Cramazou

Poesía Ặntiviral – Poemas para la vida [Una acción poética urgente con motivo de la excepcional situación ocasionada por la pandemia del Covid – 19] – XLVII – Tic tac, tic tac, tic tac…

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Así sonaban todos los relojes, aunque cada uno diera una hora diferente.

Tic tac, tic tac, tic tac…

Unos eran muy famosos y otros muy humildes.

Algunos eran vistos y admirados por mucha gente y otros en cambio se escondían temerosos en algún teléfono, sin más aspiraciones que marcar la hora y los segundos, pues su tarjeta nunca tenía saldo.

Pero todos tenían algo que los unía, y esto era, que controlaban el paso del tiempo.

Ese tiempo, que ahora y de repente, se nos hacía largo, muy largo. Algunos lo vivían con angustia, otros con desesperación, rabia y la mayoría en estado de shock. ¿Por qué de la noche a la mañana su confortable y ordenada vida, había pasado a ser, tediosa, estresante y a la vez incomprensible?

La voz de alarma la marcaron todos los relojes de Wuhan, pero sus hermanos europeos, no lo tomaron en serio, ellos pensaron: “China está muy lejos, esto nunca nos afectará a nosotros”.

Y cuando el reloj rojo de la plaza del ayuntamiento de la ciudad de Manila, cambio su melodía habitual, por otra de advertencia, continuaron sin hacer nada. Siguieron con sus vidas, siempre deprisa, siempre corriendo, siempre queriendo escapar de esa fuerza incontrolada, que los arrastraba a conseguir:

“Más dinero, mas consumismo, y menos amor”.

Dado que lo que les estaba sucediendo en China, llego hasta allí, los relojes europeos no fueron capaces de reaccionar, siguieron marcando su tiempo, el de siempre, y como siempre sin querer saber.

Tic tac, tic tac, tic tac…

Contaminando la atmósfera, haciéndola irrespirable, aumentando los agujeros en la capa de ozono, exterminando especies y talando arboles.

Y un día de febrero, un reloj del norte de Italia también comenzó a marcar el tiempo, pero esta vez, fue diferente, ahora era como un cronómetro que nos marcaba el tiempo restante.

El que nos quedaba, para continuar sin querer ver lo que estaba ocurriendo.

Al poco tiempo, Italia se lleno de relojes. Los cuales se solidarizaban, con sus congéneres de Manila y China y ponían tiempo a nuestras vidas.

Y, aún así, no quisimos darnos cuenta, estábamos tan inmersos en nuestro pequeño y mísero mundo, que no veíamos lo que de repente se nos venia encima.

El pánico nos invadió, y ya China no estaba tan lejos, y dentro de todo este caos, encerrados dentro de nuestras casas y con miedo por no poder ni respirar, fue la naturaleza la que comenzó a hacerlo.

Las aguas se cristalizaron, el aire se despejó, los árboles dejaron de ser talados, afianzaron con fuerza sus raíces y los animales empezaron a habitar en paz.

La naturaleza es tan sabia, tan fascinante, y tan mágica, que nos obliga a detener nuestra barbarie y destrucción, con un elemento creado por ella.

Y mientras seguimos encerrados, en nuestras colmenas prefabricadas, la naturaleza recupera su brillo.

Imponiendo su ley, y ofreciéndonos, cuando todo esto acabe, algo, que no sabemos lo que será, mas desde luego si será, el paraíso perdido de la inconsciencia y de la arrogancia.

La atmósfera quedará limpia, pero, ¿cuántas incógnitas flotarán en el aire?
Implorémosle que no destruya del todo nuestro mundo, porque nosotros sí estábamos aniquilando el suyo.

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Carmen Cramazou

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