Álbum de fotos
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En mi casa no había sofá. Había dos pianos y dos robustos sillones tapizados en verde y firmemente asentados. Tanto unos como otros parecían tener raíces y vocación de fortaleza, como los castillos de los cruzados o la morada del sultán Saladino. Aunque no había sofá mis padres y yo nos sentábamos muy cerca. Tan cerca como permitía el tiempo, dueño y señor de la música. También se respiraba una pasión enloquecida por esa belleza que no es de este mundo.
El silencio tenía su lugar. No había sofá, pero sí un altar templado para el silencio. Me gusta pensar que he podido vivir en medio de la armonía que perseguían los antiguos griegos y balbuceado mis primeras palabras mientras mi madre canta y toca el piano. Quiero recordar, pero no puedo, mis pasos sigilosos y diminutos al tiempo que mi padre acaricia las cuerdas del violín o compone ensimismado. Y no es un sueño.
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Rafael Guardiola Iranzo