Collages filosóficos (2013). Notas para un método de aproximación – Infografías de Fernando Ramos Cordero – Sebastián Gámez Millán

Collages filosóficos (2013). Notas para un método de aproximación – Infografías de Fernando Ramos Cordero – Sebastián Gámez Millán

Collages filosóficos (2013). Notas para un método de aproximación – Infografías de Fernando Ramos Cordero

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Collages filosóficos (2013). Notas para un método de aproximación – Infografías de Fernando Ramos Cordero

Durante el siglo XX, con pensadores como Wittgenstein y Heidegger, tiene lugar lo que se conoce como “the linguistic turn” (“el giro lingüístico”), es decir, la constatación epistemológica de que la realidad que conocemos y en la que actuamos es una realidad lingüísticamente mediada o, lo que es lo mismo, nuestra relación cognitiva con la realidad está atravesada por el lenguaje. “El ser, que puede ser comprendido, es lenguaje”, escribió Gadamer. Comprender, analizar, explicar, conocer, interpretar, comunicarnos, es hacerlo en todo tiempo desde el lenguaje y, generalmente, desde el lenguaje verbal. Pero aunque el lenguaje verbal sea una herramienta imprescindible para todas estas y otras funciones, no es el único lenguaje, no es la única puerta de acceso a la realidad.

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Los seres humanos imaginamos, y no sólo a través de las palabras. Las imágenes también son signos a través de las que percibimos y nos percibimos, pensamos y nos pensamos, reconocemos y nos reconocemos, y nos comunicamos. Sin embargo, a veces las imágenes son tan abismales que necesitamos palabras para que no permanezcan mudas, para mantener una conversación con ellas. Pero hay que tener mucho cuidado, porque las palabras, sean provenientes de un título o de un comentario que acompañe a las imágenes, no sólo nos permiten penetrar y adentrarnos en las imágenes. Al mismo tiempo delimitan la mirada, acotan el espacio visual y nos impiden percibir desde otras perspectivas.

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De manera que si no te sirven estas palabras como unas lentes, despréndete de ellas, y descubre aquellas que necesites para percibir de otro modo, para sentir de otro modo, para pensar de otro modo, para acceder a otro modo de ser, que es de lo que se trata a través del arte. No ignoro que ante una pintura, una fotografía o una infografía, es prácticamente imposible eludir la respuesta casi automática: “me gusta”/ “no me gusta”. Al fin y al cabo es una síntesis de nuestra relación con ella. Pero uno sospecha que existen preguntas y respuestas más enriquecedoras que ese automatismo de la razón.

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Preguntas del tipo: ¿Adónde ha llevado esta obra al artista? ¿Hacia qué forma de percibir, de sentir, de pensar, de estar y ser? Y en un viaje de vuelta: ¿Adónde me puede llevar a mí? ¿Qué puedo hacer por ella y qué puede ella hacer por mí? Aclarado esto, a continuación voy a dejar constancia a través de unos signos del diálogo que he mantenido con el mundo de Fernando Ramos Cordero. Salud, suerte y buen viaje.

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Estos collages filosóficos se abren con una imagen y unas palabras que son un elogio de la inocencia. La inocencia se entiende a menudo como sinónimo de ingenuidad, como inexperiencia, como falta de intención y conocimiento. Pero hay una sabiduría de la inocencia que es la inocencia de la sabiduría: comprender el devenir y la gratuidad de todo lo que nos rodea y aceptar, no desde la resignación, sino desde la gratitud, este incomprensible milagro, existir. No obstante, es muy difícil comportarse así porque rara vez encontramos personas que nos permitan ser de este modo. Las personas, al vivir en sociedad, acostumbramos a confundir inocencia con falta de consciencia. Y no es eso, no.

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Hay una serie de imágenes relacionadas entre sí que nos hablan de la brecha que se ha abierto entre cómo es la vida desde una perspectiva natural y cómo la pensamos nosotros. Es posible que la vida desde la primera perspectiva sea más sencilla, pero como la percibimos y la comprendemos desde los ojos de la mente, no acabamos de encontrar la postura adecuada ante la vida. Y esto sucede con frecuencia porque la comprendemos desde los ojos de la mente, que se han distanciado tanto de lo que es la Naturaleza. Fernando Ramos Cordero acierta a representar esos dos mundos, el mundo de la Naturaleza y el de los ojos de la mente, como si fueran irreconciliables, cuando en realidad proceden del mismo mundo.

En otra imagen observamos cuatro elementos sobre un fondo rosa y negro: un cuerpo de mujer de cintura hacia arriba introducido en el suelo, como si se tratara de una cabeza de avestruz oculta bajo tierra. Sobre esas piernas, una pupila; a la izquierda, abajo, unos labios, y sobre ellos, unas fórmulas y operaciones matemáticas. Entonces leemos: “El prejuicio es la lógica del idiota”. En efecto, los prejuicios nos arrastran hacia pensamientos y conductas idiotas, pero, ¿quién puede afirmar que carece de prejuicios?

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Dos palmas de manos dibujadas y juntas sobre un fondo de cielo celeste. En la punta de uno de los dedos gordos, un árbol quemado. El dibujo de esas manos se prolonga por abajo hasta mostrarnos una parte de sus antebrazos. Pero, por el contrario, ahora el fondo es negro y, sin embargo, crece un árbol. De nuevo Fernando Ramos Cordero nos habla de dos mundos aparentemente irreconciliables: el mundo natural de las manos, del que sería tan sencillo obtener placer, y el mundo del pensamiento, que nos aleja del mismo. Como estar hecho de tacto y olvidar todos los cuerpos que nos rodean y somos.

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Algunas imágenes las concibo como ejercicios espirituales (Pierre Hadot) o, en términos menos equívocos, como ejercicios filosóficos y artísticos, es decir, técnicas para interpelarnos y acceder a otro modo de ser: en la primera de ellas, un niño con una mochila a sus hombros, alejándose de la felicidad de jugar, parece indicarnos que hay una fuente de saber al que llegamos a través del sufrimiento. ¿Paradoja o ironía?

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En otra imagen observamos a una niña con un oso rosa entre sus brazos encaminándose hacia un edificio. “Si quieres perseguir tus sueños… no te quedes dormido”. Con obras como esta es como si el artista, en momentos en los que advierte que se duerme, se dijera: “actúa”. La obra como forma de interpelarse a sí mismo y, por analogía con la condición humana, como forma de interpelar al espectador.

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Llama la atención en la siguiente imagen la desproporción del tamaño de esa niña, de espaldas a nosotros, y la silla sobre la que se encuentra sentada. Parece que mira a lo lejos a unos pájaros sobre un tronco. Las palabras que acompañan a la imagen nos advierten que “sentirse pequeño es lo más grande que puede pasarle a un ser humano”. No es una paradoja, aunque pueda estar expresado de forma paradójica. Se trata de otro ejercicio filosófico y artístico: del mismo modo que se ascendía a las montañas para mirar desde lo alto, esto es, para percibir desde la debida distancia ciertos fenómenos y aprender a relativizarlos y comprenderlos adecuadamente, aquí el artista nos propone otra experiencia de finitud, humildad, conciencia de los límites y justa medida del ser humano.

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Con otras imágenes vuelven a aparecer algunos de los elementos recurrentes de la obra de Fernando Ramos Cordero: la extrañeza, el desconcierto, el humor y la ironía. Observamos un antebrazo que sostiene un cuchillo que ha atrapado a dos peces… Y nos dice: “Si la verdad fuera algo inamovible… estaría en los mapas”.

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El humor y la ironía son dos de las armas más eficaces contra el dogmatismo. Los dogmáticos, al igual que los fanáticos, olvidan que nuestra relación con la verdad es desde una perspectiva a la que se pueden sumar otras perspectivas en busca de una verdad integral, pero nunca absoluta. Con sentido del humor aquí nos lo recuerda el artista: la verdad no está fijada en los mapas, sino que más bien parece que está en movimiento perpetuo, así que no es extraño que como si se tratara de una sustancia líquida se nos escape de las manos continuamente.

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Sebastián Gámez Millán

Categories: Artes Plásticas

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