Diálogo con la luz / Dialogue avec la lumière – Acerca de «Diálogo con la luz», pintura de Natalia Ribes Hankins – Ferran Cremades

Diálogo con la luz / Dialogue avec la lumière – Acerca de «Diálogo con la luz», pintura de Natalia Ribes Hankins – Ferran Cremades

Acerca de Diálogo con la luz, pintura de Natalia Ribes Hankins

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Natalia Ribes Hankins – Diálogo con la luz [2022 – Jávea – Alicante / Díptico 162 x 228 cm. Técnica mixta sobre tabla.]

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Acerca de Diálogo con la luz, pintura de Natalia Ribes Hankins

EL LÍMITE

Todo lo que creemos ocultar renace algún día con la luz del alba. Aquella mañana, la pintora tenía una cita pendiente. Antes de acercarse al cuadro para sentarse frente a su modelo, la pintora asomó la cabeza por la ventana. De repente la paralizó un vahído.  Por un momento creyó que iba a perder el equilibrio y desplomarse en el suelo. Tan sólo las separa el muro de la habitación y hay días que se extrañan. El cuerpo de la modelo está hecho de una tela que la envuelve y la convierte en invulnerable. Es una coraza que la protege de toda hostilidad y la hace moverse en medio de la ingravidez. En la inmortalidad todo es luz. No hay noche ni día. No hay sombras ni tinieblas. Tan sólo luz. La pintora, por su parte, sufre la gravedad y sabe que el suelo está bajo sus pies. Necesita la luz para escapar del vacío que ya penetra por la ventana. La ciudad es un océano de niebla. No puede abandonar ninguno de los dos lugares.  El lugar de la ficción y el lugar de la realidad. Son como el cuerpo y el alma. Sin el cuerpo uno no puede cruzar umbrales ni puentes. Sin el alma no podemos elevarnos al cielo poblado de estrellas. La artista tiene que respirar para sentirse viva. La elección del camino es inapelable. Pero no todo depende de ella. Tal vez por eso siente un escalofrío y se aleja para encender la chimenea. Disfruta viendo cómo las llamas danzan y se convierten en pinceladas luminosas. En el límite de la luz está la espera. Con una modelo no se habla de asuntos domésticos. Se habla de los misterios de la luz, de los matices de los colores. Sería una traición que me abandonaras en este momento. Todo lo que se oculta se convierte en ponzoña. Sus miradas están suspendidas en el aire. Un día, desesperada de esperar su caída, se desmayó en el mismo espacio donde se encuentra el caballete. Una atmósfera de intriga y de expectación las envuelve como una sombra. Un aroma a café llega de las sombras de la realidad.

En un cuadro el tiempo no existe. Sólo el resplandor de un instante que se convierte en eterno. La mirada de la modelo se pierde hacia la luz que atraviesa la puerta de entrada de aquel museo vacío. Lo que más sorprende del cuadro es justo el gesto pregnante de la pintora. Al parecer, tras permanecer un rato sentada, su modelo la miró revelándole algún secreto en el momento que aún mantenía una pose inclinada. Ambas permanecen en la misma pose que al principio. De sus miradas fluyen silencios sin fin. Como si todavía tuvieran cosas que decirse. Un último pensamiento antes de dejar caer su espalda en el sillón. De qué hablan para que la modelo rehúya la mirada de la pintora para dirigirla al espectador. No sabemos si ha habido algún reproche. Tal vez la modelo, sin dejar de mirar al frente, le exige salir del cuadro con la contundencia de una orden. La pintora se muestra paralizada por un sentimiento que nunca antes la ha sacudido. Como si un ser extraño hubiese ocupado su cuerpo. Es la primera vez que le ocurre. Es algo espantoso. Le atormenta el vacío.

La modelo se estremece al verla entrar en semejante estado de trance. Ambas han cruzado barreras peligrosas. Por fin, pintora y modelo se reconocen en el espejo de la mirada. Ambas están en los límites y los bordes del escenario, que puede representar la ficción pero a la vez la vida. Un juego entre lo imaginario y la realidad. De qué lado se decanta la elección. Sin la luz no somos nadie. Pero demasiada luz deslumbra y no ilumina. La clarividencia le revela todo un mundo oculto que habita su corazón. Una pequeña vela puede apagar toda la oscuridad del mundo. Más allá del límite del cuadro, todo es oscuro y grande como la noche que atraviesa la ventana.

LA NIEBLA

La pintora configura con destreza su lienzo con un trazado exacto y un conocimiento de las formas y los colores. No tiene miedo de mancharse las manos. Más allá de todo propósito,  el pincel se deja ir a lugares soñados, pero el camino le revela escondites insospechados. El tiempo es como la luz que se desliza y se desvanece entre los dedos de la pintora. La tela es tan frágil que un mal gesto la puede rasgar y crear una cicatriz. El diálogo espontáneo entre el cuadro y la pintora suena a música celestial. Pero cuando el viento que entra por la ventana va cargado de ausencias, todo se quiebra. En medio del bullicio de las ciudades, la realidad no es más que un lienzo desgarrado. La modelo se lo dice. Sin mi luz no serás más que una sombra que nunca te dejará en paz. La luz nos revela lo inesperado, que el cielo está dentro del cuadro, el lugar más hermoso del mundo. La modelo considera que hay barreras que alejan una de la otra. La modelo lleva la cabeza alta. Su pose es la de una actriz que ensaya representar a la Reina. Un simple sillón se ha convertido en el Trono de la Reina.

Toda la luz del mundo se concentra en el rostro de la modelo. En su gesto deslumbrante y victorioso hay un espejo de libertad, de querer actuar en nombre propio. Una reina ama los resplandores de la gloria, aunque viva en uno de esos sótanos donde cualquier rumor se convierte en una conspiración. Sin embrago, la pintora ha tenido que recorrer el mundo, llenarse de asombros y de heridas, para regresar a un lugar resbaladizo, donde resuena el oleaje del mar. Así como otras artistas eligen los paisajes de la Naturaleza, las estampas de lugares lejanos a los que sueñan ir, nuestra artista se inspira en lo que palpita en el interior del alma, explorando tanto los impulsos amargos y las emociones desbordantes que brotan de las profundidades de los abismos, como los resplandores delirantes de los espejismos que se avizoran en los horizontes. La pintora se inspira en el mundo de lo invisible. Ese el lugar inaccesible a la luz de nuestros ojos. En la luz de las catacumbas y de las penumbras, donde aún resuena el silencio vibrante de mujeres pintoras condenadas al infierno del olvido. Todas esas mujeres están ahí, en este cuadro. Se ven pinceladas que irradian luz y pinceladas que están manchadas de sangre. Se ven pinceladas que llevan el barro de la creación y otras que acumulan granos de arenas movedizas.  Se ven pinceladas recubiertas de carbón y tinta china y otras revestidas con hojas de oro o polvo de diamante. Un día, la pintora se acercó a deslizar cuatro pinceladas y se convirtió en una figura más del cuadro. Por eso la artista se muestra de espaldas. Y así permanecerá hasta el final de la historia.

La luz es el límite del principio y del final del camino. La modelo le recuerda que la abandonó para poner otra tela en el caballete. Fue justo el día que se produjo ese momento pregnante. La modelo está sentada sobre cuatro pilares firmes e inquebrantables mientras que la artista está en el borde del precipicio, sintiendo en la nuca un sudor frío y la amenaza del vacío. El límite está en el principio y en el final. Y al final, uno regresa al lugar donde nació y donde le poseyeron los primeros asombros con las puestas de sol que pintan el cielo de colores anaranjados. Hoy, al atravesar la niebla, la pintora descubre las bellas formas de las torres, que representan todo un mundo de pensamientos sublimes. La pintora le recuerda una vez más aquel día, cuando las ráfagas de viento golpearon su cuerpo y sintió el vértigo en su corazón. El grito se precipitó en el bullicio de la ciudad, donde fluye el río de sus sueños. Siente una atracción tan honda por la figura de la torre, que desborda hasta sus sentimientos más profundos. Torres muy altas que ocultan la línea infinita del horizonte. Torres que rozan el cielo. Son como ángeles guardianes, que no sólo la observan, sino que también velan por ella. La presencia de sus siluetas hace del cuadro una fortaleza, un lugar seguro frente a las hostilidades de la vida. Hoy las torres se desvanecen entre la niebla. Pensamos que todo es predecible, pero el tiempo se abalanza sobre nosotros. El tiempo nos engulle como la ola salvaje de un naufragio sin fin. La voz de la pintora susurra una música imperceptible. Si se aleja del escenario, se aleja de la vida. A veces tiene miedo de mirarla porque es como el espejo de sus sueños. Las dos estamos hechas de pasiones brutales, de huellas imborrables, de heridas que nunca se curan. Una no puede existir sin la otra. Las dos saben que cuanto más oscura es la noche, más brillantes se ven las estrellas.

EL HORIZONTE

La pintora de nuevo se mira en el rostro de la modelo. Ante su presencia se siente desnuda. Todo parece tan efímero, susurra para sí. Si cuando era niña tenía miedo a la oscuridad, ahora tiene miedo a la luz que le oculta la niebla de la ciudad. Durante mucho tiempo ha habitado el destierro. El sueño es vivir la maravilla de la vida. Toda revelación es fruto de un largo proceso. La espina nos descubre la belleza de una gota de sangre. La belleza forma parte de la esencia de su pintura. Sus pinceladas transforman el vacío de la tela en una fuente donde se nutren y se fortalecen las raíces de los sueños. El vacío se transforma en un espacio nuevo, donde la arquitectura de la mente se erige junto al río de la vida. Así se crean las ciudades a lo largo de la historia. Esos son los verdaderos sueños. Cuando la tormenta arrecia en nuestros corazones y nos estampamos contra el suelo, nos damos cuenta que teníamos la mirada fija en un cielo tan onírico como quimérico. Es la caída necesaria para sentir que tú eres tú y no otro. Eso le dijo la modelo a la pintora. Que torres más altas han caído y se han convertido en nidos de aves rapaces. Que así es la historia del mundo. Que así es la historia de cada uno. A veces, las decisiones han de ser inmediatas, como las pinceladas fluctuantes que se abren paso en medio de un espacio de líneas rectas.

Cada encuentro con la modelo es todo un descubrimiento. Cuando trata de atrapar la luz, se percata que se desliza entre los pinceles. Es esa luz invisible la que crea la figura. Sin ella, el cuadro se apagaría y nuestra vida se borraría para siempre. La modelo se contuvo para no llorar. Fue justo el día en que se levantó para ver el cuadro terminado. La modelo sorprendió a la artista con una lágrima deslizándose sobre su mejilla. Todo el amor del mundo se condensó en la luz de aquella gota diminuta. Ese cuadro que ahora ves, ha sido arrancado de las profundidades de un alma que ha habitado el destierro. Por eso brilla con tanta luz. Como una perla. Cuanta más profundidad tiene el océano, más increíbles son los hallazgos. Un cuadro es a menudo un presentimiento escondido entre las sombras y las luces. El cuadro nos ofrece una sensación atemporal, de sabor metafísico. Su lenguaje nos traslada a la dimensión de un retrato sacado de un fotograma de una película que hemos visto, pero que no logramos identificar. De pronto, la verdad de la escena se transforma en un sueño ya vivido.

DIÁLOGO CON LA LUZ es un cuadro de hoy que nos remite a la noche de los tiempos. El cuadro parece estar colgado en un lugar extraño. A la derecha se ve una escalera oscura y más allá, una puerta vieja de madera que se pone a chirriar. El gemido de goznes percute una música que acentúa un estado de desamparo. Tal vez se trata de un museo vacío o de una vieja mansión privada deshabitada. Por las manchas que se ven en las paredes parece que han robado todos los otros cuadros. Tal vez sea una galería de pinturas cerrada. Un aeropuerto de gran diseño que tuvo que ser clausurado. Una catedral medio derrumbada con las vidrieras rotas. Todos aquellos lugares están hundidos en el abandono más absoluto. Toda aquella arquitectura de muros grises se ha convertido en un laberinto. De pronto ya no se ven más muros. Un torrente de viento golpea la puerta de entrada que chirria sin parar. Un escalofrío recorre el cuerpo de la pintora. Es un momento terrible que la empuja a imaginar un futuro donde el arte está ausente. Ni siquiera hay una escalera para subir al escenario. Sólo vemos un único cuadro. Como en un sueño. Pero nadie puede negar que la artista sigue estando ahí. El caballete en su sitio. Ahora el cuadro está colgado en el horizonte infinito, fuera del tiempo y del espacio. Cada día uno se sube al escenario para representar el papel que hemos sido elegido. El pánico escénico se produce no tanto con el inicio del espectáculo como con la caída del telón. Uno tiene miedo de darse de bruces con la realidad. Cuando el telón se baja, la luz se apaga. Las ráfagas de viento llenan de sombras la ciudad.  Cada vez que mira el cuadro, la artista viaja de nuevo hacia el interior de una historia interminable. Abre las ventanas. Que entre la luz. La niebla se ha ido y el río de la ciudad fluye lleno de sueños. Un horizonte se abre como un abrazo. Aunque la razón aceche, uno se mueve mejor dentro de su mundo imaginario. Muy pronto, tal vez al abrir sus ojos por primera vez, la pintura se convirtió en su gran amor. Por eso no quiere ni puede salirse del cuadro. No hay un lugar más hermoso en el mundo. Mientras está en el cuadro, la maldita realidad ya no existe. Sólo existe la luz. Tan sólo una pequeña luz que puede apagar toda la oscuridad del mundo.

DIÁLOGO CON LA LUZ: NATALIA RIBES HANKINS

© Ferran Cremades, Noche de Reyes, 2023

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Natalia Ribes Hankins – Diálogo con la luz [Detalle]

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Natalia Ribes Hankins – Diálogo con la luz [Detalle]

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LA LIMITE

Tout ce que nous croyons cacher renaît un jour avec la lumière de l’aube. Ce matin-là, la peintre avait un rendez-vous en attente. Avant de s’approcher du tableau pour s’asseoir devant son modèle, la peintre a passé la tête par la fenêtre. Soudain, elle fut paralysée par un vertige. Pendant un instant, elle crut qu’elle allait perdre l’équilibre et s’effondrer au sol. Seul le mur de la chambre les sépare et il y a des jours où elles se manquent. Le corps de la modèle est fait d’un tissu qui l’entoure et la rend invulnérable. C’est une carapace qui la protège de toute hostilité et la fait bouger au milieu de l’apesanteur. Dans l’immortalité tout est lumière. Il n’y a ni nuit ni jour. Il n’y a ni ombres ni ténèbres. Juste de la lumière. La peintre, pour sa part, souffre de la pesanteur et sait que le sol est sous ses pieds. Elle a besoin de la lumière pour échapper au vide qui pénètre déjà par la fenêtre. La ville est un océan de brouillard. Vous ne pouvez pas quitter l’un ou l’autre endroit. Le lieu de la fiction et le lieu de la réalité. Elles sont comme le corps et l’âme. Sans le corps, on ne peut pas franchir des seuils ou des ponts. Sans l’âme, on ne peut pas nous élever vers le ciel peuplé d’étoiles. L’artiste doit respirer pour se sentir vivante. Le choix du chemin est définitif. Mais tout ne dépend pas d’elle. C’est peut-être pour ça qu’elle a un frisson et qu’elle s’éloigne pour allumer la cheminée. Elle aime regarder comment les flammes dansent et se transforment en coups de pinceaux lumineux. L’attente est à la limite de la lumière. Avec un modèle, on ne parle pas de questions domestiques. Elles parlent des mystères de la lumière, des nuances de couleurs. Ce serait une trahison si tu m’abandonnes à ce moment. Tout ce qui est caché devient poison. Leurs regards sont suspendus dans l’air. Un jour, elle a désespéré d’attendre et sa chute s’est produite dans le même espace où se trouve le chevalet. Leurs regards sont suspendus dans l’air. Un jour, désespérée d’attendre sa chute, elle s’est évanouie dans le même espace où se trouve le chevalet. Une atmosphère d’intrigue et d’attente les entoure comme une ombre. Un parfum de café vient de l’ombre de la réalité.

Dans une peinture, le temps n’existe pas. Seulement la lueur d’un instant qui devient éternelle. Le regard de la modèle se perd vers la lumière qui passe par la porte d’entrée de ce musée vide. Ce qui surprend le plus dans la peinture, c’est justement le geste prégnant de la peintre. Apparemment, après s’être assise pendant un moment, son modèle l’a regardée, lui révélant un secret alors qu’elle tenait toujours une pose penchée. Tous deux restent dans la même pose qu’au début. Des silences sans fin coulent dans ses yeux. Comme si elles avaient encore des choses à se dire. Une dernière pensée avant de laisser son dos retomber dans le fauteuil. De quoi parlent-elles pour que la modèle évite le regard de la peintre pour le diriger vers le spectateur. On ne sait pas s’il y a eu des plaintes. Peut-être que la modèle, tout en regardant droit devant, exige qu’elle quitte le tableau avec la force d’un ordre. La peintre apparaît paralysée par un sentiment qui ne l’a jamais ébranlée auparavant. Comme si un être étrange avait occupé son corps. C’est la première fois que ça lui arrive. C’est une chose effrayante. Le vide la tourmente.

La modèle frissonne de la voir entrer dans un tel état de transe. Les deux ont franchi des barrières dangereuses. Enfin, la peintre et la modèle se reconnaissent dans le miroir du regard. Tous deux sont aux limites et aux bords de la scène, qui peut représenter la fiction mais en même temps la vie. Un jeu entre l’imaginaire et réalité. De quel côté est le choix ? Sans lumière nous ne sommes personne. Mais trop de lumière éblouit et n’éclaire pas. La voyance lui révèle tout un monde caché qui habite son cœur. Une petite flamme peut éteindre toutes les ténèbres du monde. Au-delà de la limite du tableau, tout est sombre et grand comme la nuit qui traverse la fenêtre.

LE BROUILLARD

La peintre façonne habilement sa toile avec un tracé exact et une connaissance des formes et des couleurs. Elle n’a pas peur de se salir les mains. Au-delà de tout but, le pinceau se laissera aller vers des endroits de rêve, mais le chemin révèle des cachettes insoupçonnées. Le temps est comme la lumière qui glisse et s’évanouit entre les doigts de la peintre. Le tissu est si fragile qu’un mauvais geste peut le déchirer et créer une cicatrice. Le dialogue spontané entre le tableau et la peintre sonne comme une musique céleste. Mais quand le vent qui entre par la fenêtre est chargé d’absences, tout se brise. Au milieu de l’agitation des villes, la réalité n’est plus qu’une toile déchirée. La modèle lui dit. Sans ma lumière, tu ne seras rien de plus qu’une ombre qui ne te laissera jamais seule. La lumière révèle l’inattendu, que le ciel est à l’intérieur du tableau, le plus bel endroit du monde. La modèle considère qu’il existe des barrières qui éloignent les unes des autres. La modèle garde la tête haute. Sa pose est celle d’une comédienne répétant pour représenter la reine. Un simple fauteuil est devenu le Trône de la Reine. Toute la lumière du monde est concentrée sur le visage de la modèle. Il y a dans son geste fulgurant et victorieux un miroir de liberté, de vouloir agir pour son propre compte. Une reine aime les éclairs de gloire, même si elle vit dans un de ces sous-sols où toute rumeur tourne au complot. Pourtant, la peintre a dû parcourir le monde, remplie d’éblouissements et de blessures, pour revenir dans un lieu glissant, où résonnent les vagues de la mer. Tout comme d’autres artistes choisissent les paysages de la Nature, les images des lieux lointains où ils rêvent d’aller, notre artiste s’inspire de ce qui bat à l’intérieur de l’âme, en explorant à la fois les pulsions amères et les émotions débordantes qui jaillissent du fond des abysses, comme les splendeurs délirantes des mirages qui se dessinent aux horizons. La peintre s’inspire du monde de l’invisible. C’est l’endroit inaccessible à la lumière de nos yeux. A la lumière des catacombes et des ombres, où résonne encore le vibrant silence des femmes peintres condamnées à l’enfer de l’oubli. Toutes ces femmes sont là, dans ce tableau. Vous voyez des coups de pinceau qui rayonnent de lumière et des coups de pinceau qui sont tachés de sang. Vous pouvez voir des coups de pinceau qui transportent la boue de la création et d’autres qui accumulent des grains de sable mouvants. On voit des coups de pinceau recouverts de fusain et d’encre de Chine et d’autres recouverts de feuilles d’or ou de poussière de diamant. Un jour, la peintre est venue glisser quatre coups de pinceau et est devenue une figure de plus dans le tableau. C’est pourquoi l’artiste est représentée de dos. Et elle en sera ainsi jusqu’à la fin de l’histoire.

La lumière est la limite du début et de la fin du chemin. La modèle lui rappelle qu’elle l’a abandonnée pour mettre une autre toile sur le chevalet. C’était juste le jour où le moment prégnant s’est produit. La modèle est assise sur quatre piliers fermes et incassables tandis que l’artiste est au bord du précipice, en sentant une sueur froide sur la nuque et la menace du vide. La limite est au début et à la fin. Et à la fin, on revient à l’endroit où elle est née et où elle a été possédée par les premiers émerveillements avec des couchers de soleil qui peignent le ciel de couleurs orangées. Aujourd’hui, traversant la brume, la peintre découvre les belles formes des tours, qui représentent tout un monde de pensées sublimes. La peintre lui rappelle une fois de plus ce jour où les rafales de vent ont frappé son corps et elle a ressenti des vertiges dans son cœur. Le cri s’engouffre dans l’agitation de la ville, où coule le fleuve de ses rêves. Elle ressent une attirance si profonde pour la silhouette de la tour qu’elle déborde même ses sentiments les plus profonds. De très hautes tours qui cachent la ligne infinie de l’horizon. Des tours qui touchent le ciel. Ils sont comme des anges gardiens, qui non seulement la surveillent, mais veillent également sur elle. La présence de leurs silhouettes fait du tableau une forteresse, un refuge contre les hostilités de la vie. Aujourd’hui les tours s’évanouissent dans la brume. On pense que tout est prévisible, mais le temps nous saute dessus. Le temps nous engloutit comme la vague sauvage d’un naufrage sans fin. La voix de la peintre murmure une musique imperceptible. Si elle s’éloigne de la scène, elle s’éloigne de la vie. Parfois, elle a peur de la regarder car c’est comme le miroir de ses rêves. Nous sommes tous les deux faits de passions brutales, de traces indélébiles, de blessures qui ne cicatrisent jamais. On ne peut pas exister sans l’autre. Elles savent tous les deux que plus la nuit est sombre, plus les étoiles apparaissent brillantes.

L’HORIZON

La peintre se regarde à nouveau dans le visage du modèle. En sa présence, elle se sent nue. Tout semble si éphémère, se murmure-t-elle. Si lorsqu’elle était enfant elle avait peur du noir, maintenant elle a peur de la lumière que lui cache le brouillard de la ville. Elle a longtemps habité l’exil. Le rêve est de vivre une merveilleuse vie. Toute révélation est le résultat d’un long processus. L’épine nous montre la beauté d’une goutte de sang. La beauté fait partie de l’essence de sa peinture. Ses coups de pinceau transforment le vide de la toile en une source où les racines des rêves sont nourries et renforcées. Le vide se transforme en un nouvel espace, où l’architecture de l’esprit se dresse près du fleuve de la vie. C’est ainsi que les villes sont créées à travers l’histoire. Ce sont les vrais rêves. Lorsque l’orage gronde dans nos cœurs et que nous touchons le sol, nous nous rendons compte que nous avions le regard fixé sur un ciel aussi onirique que chimérique. C’est la chute nécessaire pour se sentir soi et pas un autre. C’est ce que la modèle a dit à la peintre. Que des tours plus hautes sont tombées et sont devenues des nids pour les oiseaux de proie. Qu’ainsi est l’histoire du monde. Qu’ainsi est l’histoire de chacun. Parfois, les décisions doivent être immédiates, comme les coups de pinceau fluctuants qui se frayent un chemin au milieu d’un espace de lignes droites.

Chaque rencontre avec le modèle est une découverte. Lorsqu’elle essaie d’attraper la lumière, elle s’aperçoit qu’elle se glisse entre les pinceaux. C’est cette lumière invisible qui crée la figure. Sans elle, la peinture s’éteindrait et nos vies seraient effacées à jamais. La modèle s’est retenue de pleurer. C’était juste le jour où elle s’est levée pour voir la peinture finie. Le modèle a surpris l’artiste avec une larme glissant sur sa joue. Tout l’amour du monde était condensé dans cette petite goutte. Ce tableau que vous voyez maintenant a été arraché des profondeurs d’une âme qui a habité l’exil. C’est pourquoi il brille si fort. Comme une perle. Plus l’océan est profond, plus les découvertes sont incroyables. Un tableau est souvent un pressentiment caché entre les ombres et les lumières. La peinture nous offre une sensation intemporelle, avec une saveur métaphysique. Son langage nous emmène à la dimension d’un portrait tiré d’un cadre d’un film que l’on a vu, mais que l’on ne peut pas identifier. Soudain, la vérité de la scène devient un rêve déjà vécu. DIALOGUE AVEC LA LUMIÈRE est une peinture d’aujourd’hui qui nous transporte dans la nuit des temps. Le tableau semble suspendu dans un endroit étrange. A droite se trouve un escalier sombre et au-delà, une vieille porte en bois qui commence à grincer. Le gémissement des gonds percute une musique qui accentue un état de détresse. Peut-être s’agit-il d’un musée vide ou d’un ancien manoir particulier inhabité. D’après les taches que l’on peut voir sur les murs, il semble que tous les autres tableaux avaient été volés. C’est peut-être une galerie de peinture fermée. Un aéroport,  de grande conception, qu’il fallait clore. Une cathédrale à moitié effondrée avec des vitraux brisés. Tous ces lieux sont plongés dans l’abandon le plus absolu. Toute cette architecture aux murs gris est devenue un labyrinthe. Soudain, il n’y a plus de murs. Un torrent de vent frappe la porte d’entrée, qui grince sans arrêt. Un frisson parcourt le corps du peintre. C’est un moment terrible qui la pousse à imaginer un futur où l’art est absent. Il n’y a même pas d’échelle pour monter sur scène. On ne voit qu’un seul tableau. Comme dans un rêve. Mais personne ne peut nier que l’artiste est toujours là. Le chevalet à sa place. Maintenant, la peinture est suspendue à l’horizon infini, hors du temps et de l’espace. Chaque jour, on monte sur scène pour jouer le rôle que l’on a choisi. Le trac ne survient pas tant au début du spectacle qu’à la chute du rideau. On a peur de se retrouver face à face avec la réalité. Lorsque le rideau se baisse, la lumière s’éteint. Des rafales de vent remplissent la ville d’ombres. Chaque fois qu’elle regarde le tableau, l’artiste voyage à nouveau dans une histoire sans fin. Ouvre-toi les fenêtres. Laisse entrer la lumière La brume est partie et le fleuve de la ville coule pleine de rêves. Un horizon s’ouvre comme une étreinte. Bien que la raison rôde, on évolue mieux dans son monde imaginaire. Très vite, peut-être lorsqu’elle ouvrit les yeux pour la première fois, la peinture devint son grand amour. C’est pourquoi elle ne veut ni ne peut sortir du tableau. Il n’y a pas de plus bel endroit au monde. Tant qu’elle est dans le tableau, la putain de réalité n’est plus. Il n’y a que la lumière. Juste une petite lumière qui peut éteindre toutes les ténèbres du monde.

DIALOGUE AVEC LA LUMIÈRE : NATALIA RIBES HANKINS

© Ferran Cremades, La Nuit des Rois, 2023

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Ferran Cremades

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