Velázquez y Goya, duelo de genios en el Prado
***

***
Velázquez y Goya, duelo de genios en el Prado
Velázquez nos enseña a mirar y sentir adecuadamente; Goya, a criticar costumbres y a la condición humana.
Dicen que las comparaciones son odiosas, pero sin ellas, ¿cómo se podría conocer? ¿Y elegir? La lengua francesa es una vez más iluminadora: sin “comparaison”, ¿puede haber “raison”? Se trata sin duda de dos genios de la pintura. El concepto de “genio” es romántico y, como casi todo lo que proviene de esta época, hipostasiado y desmesurado: no hay “genio” sin la capacidad de condensar las tradiciones y, por lo tanto, sin trabajo que recoja el pasado y abra caminos.
Kant definió el “genio” como aquel que da la regla de lo que está porvenir. En este sentido, Velázquez y Goya no han dejado de ejercer una soberana influencia de lo que ha sido y sigue siendo el arte de la pintura, hasta el punto de que su modernidad sigue viva. Se diría que cada uno desde su singular estilo es un clásico que no cesa de interpelar a las sucesivas generaciones de artistas y espectadores. El polen seminal del primero sobre Goya, Delacroix, Manet, Sargent, Picasso, Francis Bacon, Ramón Gaya, Antonio López o Cristóbal Toral, es indiscutible. Del mismo modo que la huella de Goya en corrientes como el impresionismo, el expresionismo y la abstracción.
Si tuviéramos que escoger sólo veinte pinturas del Museo del Prado, entre tantos grandes artistas (piénsese en El Bosco, Brueghel, Durero, Rafael, Tiziano, Tintoretto, El Greco o Rubens…), dudo que haya otros que aporten tantas obras memorables como Velázquez y Goya. Sería muy difícil no elegir Las Meninas, Las Lanzas, Las Hilanderas, Los Fusilamientos del 3 de Mayo, Saturno devorando a su hijo, El perro semihundido…
*

*
*

*
Goya, que no reconocía por maestros más que a Velázquez, Rembrandt y la naturaleza, pudo inspirarse en el otro, pero por razones históricas no pudo darse lo contrario. Ahora bien, si comparamos aquellas obras donde el pincel del uno toma como modelo una obra del otro tengo para mí que Goya no sale bien parado. Pensemos, por ejemplo, en La familia de Carlos IV frente a La familia de Felipe IV: el espacio, el aire, la naturalidad, nos lleva a inclinarnos ante Velázquez.
*

*
*

*
Igual sucede con Cristo crucificado de Goya frente al de Velázquez: el de este último transmite un equilibrio, una serenidad y una humanidad más elevada que el de Goya. Y, por último, comparemos La Maja, ya sea la vestida o la desnuda, con La Venus del espejo de Velázquez: la de este, con el juego del espejo y de espaldas, es más misteriosa, más sensual, más elegante. Como indicara Ramón Gaya, Velázquez contemplaba “la realidad, la realidad completa, sin desmenuzarla ni separarla (…) con atención humildísima, con amoroso despego, con entrañable proximidad. Es así como se produce ese abrazo suyo absoluto”.
Sin embargo, como declaró Robert Hughes, observando las pinturas de Goya se entiende mucho más la España de finales del XVIII y el XIX que el Siglo de Oro con las pinturas de Velázquez. Se podría considerar el primer reportero. Pero posee el arte de elevar lo particular a universal, traspasar su época y tocar el corazón de la naturaleza humana. Una de las principales autoridades en Goya, Manuela Mena, ha sostenido que “Los Caprichos es una obra genial, comparable, en cuanto a conocimiento del ser humano, a las obras completas de Shakespeare”.
No es casual que Mena hable de la “pintura pensante” de Goya, como Antonio Saura lo hizo del “pensamiento pictórico” (o Bonnefoy y Todorov de “pensamiento figural de la pintura”, en la línea de lo que he argumentado en Conocerte a través del arte). Velázquez nos enseña a mirar y sentir adecuadamente; Goya, hijo de la Ilustración, a criticar costumbres y a la condición humana. Afortunadamente, en el Museo del Prado podemos deleitarnos con la mayor colección de Velázquez y Goya del mundo.
***
Sebastián Gámez Millán