Frenesí de lo artificial – Antonio Costa Gómez

Frenesí de lo artificial – Antonio Costa Gómez

Frenesí de lo artificial

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Frenesí de lo artificial

Para mí hay un masoquismo planetario, un auto- despojo. La Humanidad se arranca pedazos a sí misma y se entrega a lo que ella misma ha fabricado.  Como Prometeo que se ofrece voluntariamente a buitres fabricados. Que hace él mismo el trabajo del buitre. Y ahora aún más con la Idiotez Artificial. Fabrican un monigote y le dicen: Mátame. Y por momentos la cosa es imbécil: el desbocamiento de la tecnología produjo esto y lo quieren resolver con más tecnología.

   Y hablan de la Sostenibilidad. ¿Qué es lo que quieren sostener? La propia palabra es una argucia hipócrita para no decir las cosas por su nombre: la naturaleza, la ecología, el medio ambiente, el ser humano. Dicen que quieren sostener la Naturaleza, pero la desprecian y la entierran debajo de toneladas de artilugios artificiales. Lo artificial lo aplasta todo y lo entierra todo. Todo el mundo se cree más listo que la naturaleza. Todos se entregan atados a lo artificial. Y sofocan lo natural incluso en sí mismos.

    Pretenden sostener la naturaleza pero ni la miran ni la aprecian. Y no le hacen caso en nada. A todo lo natural prefieren sus mecanismos y sus fórmulas. A lo que lleva millones de años fraguándose y matizándose y enriqueciéndose prefieren la fórmula barata diseñada en dos días. A lo profundo y denso prefieren lo formulista y pobre. Nos aplastan debajo de ingentes cantidades de cosas artificiales y quiere sustituir la naturaleza entera por un mundo artificial.

    Pero luego se asustan, ven que todavía vivimos en el planeta que es nuestra casa y lo estamos estropeando. Ven que un jamón de verdad es mejor que el jamón de plástico y que la sangre de verdad que quería Drácula es mucho más compleja que el plasma plastificado. Y que de todos modos, por mucho que quieran un planeta artificial hecho de amianto, este planeta que lleva millones de millones de años flotando en el cosmos es una casa mejor y mucho más apetecible. Y sobre todo más sana y más generadora de vida.  Y lo vivo no es lo mecánico por mucho que digan los diseñadores infatuados, y nosotros no somos máquinas.

    Sustituyen la vida por la máquina. En realidad se niega la vida, se decide que un ser vivo solo es una máquina muy compleja. Todo es cuestión de programas y mecanismos, de acciones y reacciones. Se les entrega la Tierra a las máquinas, se arrincona a las personas. Y no es solo que las personas pierdan trabajo, en el supermercado la empleada me sonríe mucho más cada vez que me niego a pagar en la máquina. También es que me deprime tremendamente tratar con máquinas en todas partes. Que me contesten al teléfono, que me sirvan una bebida, que me impongan la declaración de Hacienda, dicen que también me servirán la bebida en el bar. ¿Es muy raro que prefiera a una persona sonriente y viva que me hable de su tía del pueblo?  ¿Que se relacione conmigo sin estar programada? El robot muerto y frío me dirá con sonrisa vacía: lo siento, eso no está en mi programa.

     Sustituyen lo real por lo virtual. Ya no importan los seres vivos, importan sus imágenes a todo brillo en internet. Te pasas años mirando imágenes brillantes de un pez espada y no quieres ver el pez espada en el mar donde está. Una vez un fanático de la tecnología me dijo con furia: no me importa nada el pez espada real, prefiero verlo con toda nitidez en internet. Todos somos Prometeos de carne y hueso picoteados por los buitres de la virtualidad y la desnutrición.

       Sustituyen lo real por lo falso. En las redes sociales inventan todo y falsean todo. Sueltan todo tipo de desmesuras y de paranoias.  Inventan la muerte de las personas. Manosean los datos. La realidad ya no existe, nos queda la duda sobre todo, o todo vale, todo se evapora. Cualquier capricho que uno tenga, lo primero que se le ocurra,  queda registrado en internet.  Le deseas la muerte a alguien en un segundo y lo escribes, no hay nada que pensar.  Y se inventan personas falsas, cuentas falsas, datos falsos. Todo da igual, nada tiene importancia.

     Sustituyen lo denso por lo trivial. Ya no es que sustituyas “El túnel” de Sábato o “El extranjero” de Camus por el best seller de la semana pasada que aún no pasó de moda. Ya no es que sustituya un ensayo reflexivo por un programa basura o un video estúpido. Ni siquiera eso. Incluso cualquier página pensada se sustituye por una frase apresurada, por un escupitajo. Por cualquier trivialidad que te venga a la cabeza y que no tengas que filtrar. Suéltalo todo, todo da igual, y nada vale nada. 

       Sustituyen la carne por el  dígito. Ya no es necesario tocar una piel, notar las clavículas de alguien, pasarle el dedo por la espalda. No es necesario ver el dolor, la angustia, la dicha, en el rostro con poros de alguien. Solo importa el vapor, las ondas, la nube, la inanidad. Lo inconsistente. El mundo se hace dígito y nada.

       Sustituyen el aire por el tufo. En lugar del aire vivo que llena los pulmones, que te hace sentir lleno, tenemos ese tufo a cerrado, a cosa fabricada, a gas artificial. Todo se evapora, ya no tocamos, ya no vemos. Nos evaporamos, pero no para ser ángeles, sino para ser ectoplasmas, menos que ectoplasmas. Todo es artificial y todo es gaseoso, hay que ver cuanto progresamos.

       Sustituyen lo mate por lo brillante. La vida real es mate, matizada, con sombras. Siempre esconde algo, siempre tiene algo debajo que la contradice. Pero ahora nos imponen lo brillante, lo estridente. La imagen tan nítida del ordenador de última generación que te rompe los ojos. La grabación de alta fidelidad de una pureza que te resulta muerta.

    Sustituyen lo interior por lo exterior. Como los robots hacen muecas de emociones ya dicen que tienen emociones. A veces no me puedo creer tanta estupidez. Solo cuentan los datos en bruto, solo cuenta lo exterior. En eso ya estaba adelantado el conductismo norteamericano. La psicología humana se explicaba como puro mecanismo, el hombre no era mucho más que un robot. Y hasta se inventaron paraísos dictatoriales de manipulación a partir de eso, como Walden 2.

      Sustituyen la literatura por el best seller, por el libro de consumo, como la coca cola. Los escritores ya no quieren comunicar algo, quieren decirle a la gente lo que ella quiere oír, para ganar dinero. No descubren nada, no discuten nada, repiten lo manido. Pero ya ni siquiera es el best seller, es la novela negra cansina (¿quién mató el tendero?), la novela histórica trivial (¿a qué hora meaba la reina?), los gorgoritos interminables de un Aira. Ni siquiera eso, ahora es soltar un twit idiota cada dos minutos y ver qué pasa.

    Y el jamón por el plástico.  Y el gesto vivo por el remedo. Y el rostro por la máscara. Y la vida por el programa. Y la imaginación por la fórmula. Y el gesto por rictus.     ¿Y esto no es un gran empobrecimiento?  Terencio escribió “Heautontimorumenos”, “el que se atormenta a sí mismo”. Ahora la Humanidad catatónica se atormenta a sí misma.

    Algún día se acabará este frenesí de lo artificial. El hombre se volverá más humilde y más abierto y se dará cuenta de que necesita a la Naturaleza. Y de que él mismo es naturaleza. Y volverán a lo que crece y no a lo que se fabrica. Y a la riqueza profunda e inesperada y no a la fórmula previsible. Y a la libertad y no al control de todo.  El hombre dejará de hablar tanto y escuchará un poco. Pretende imponerse a la naturaleza y fulminarla como el adolescente bestia que le pega a su madre. Pero al final se dará cuenta de que necesita a su madre. Y de que la lleva dentro de sí. Y verá dentro de sí lo que vive y crece y no se fabrica.  Y escaparán del imperio asfixiante de la Fórmula. Y después de este frenesí sordo se pondrán a respirar. Cogerán aire, es decir, se inspirarán.

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Antonio Costa Gómez

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