«Las vidas de Joseph Conrad», de John Stape – Fuensanta Niñirola

«Las vidas de Joseph Conrad», de John Stape – Fuensanta Niñirola

Las vidas de Joseph Conrad, de John Stape

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Tenemos en nuestras manos una excelente biografía del escritor de origen polaco Joseph Conrad. El autor de la misma, John Stape, investigador del St Mary’s University Collage de Londres, ha editado otras obras autobiográficas como Crónica personal y Notas de vida y cartas, volúmenes de correspondencia, así como otros libros sobre Conrad. Si hay alguien conocedor de la vida de Conrad hoy en día, es él. Contando con que de buena parte de la vida de Conrad apenas se dispone de material documentado (toda su infancia, que conocemos por referencias, su juventud, y luego los años marinos), el autor de esta biografía ha hecho un verdadero encaje de bolillos, consiguiendo engarzar breves datos contrastándolos con otros hechos y sacando conclusiones aplicables al itinerario vital de Conrad. A diferencia de otros biógrafos que sucumben a la ficción ante la falta de datos, Stape no hace una biografía novelada, sino que trata de presentarnos cómo fue la vida de Conrad y sus relaciones con las personas que le rodeaban, familiares o amigos, y cómo se enfrentaba a las adversidades y construía su propia vida.

Porque, en efecto, Conrad construyó su vida. No le vino dada, como a otros, nada se le regaló: marinero procedente de un país sin apenas costa (de hecho, él conoció el mar por primera vez en Italia); expatriado y británico por elección, cuando no se sabía dónde estaba su propio país de origen (Polonia aparecía y desaparecía del mapa según los bandazos políticos); escritor, en fin, cuando su vida estaba ya encauzada en el mar, siempre a contracorriente, sufriendo al tratar de vencer las innumerables dificultades que el entorno le imponía para cumplir con lo que se había propuesto. De ahí, diríase, devienen sus muchas inseguridades, sus interminables enfermedades, somatizaciones de inquietudes nerviosas, su susceptibilidad ante lo correcto de las decisiones que va tomando, su necesidad de demostrarlo siempre todo. Sus novelas son, tal y como nos apunta Stape, como partos dolorosísimos, largamente postergados a veces, trabajadísimas, porque al fin y al cabo escribe en un idioma no materno. Y los británicos, como es sabido, utilizan el inglés no sólo para comunicarse, sino para demostrar a qué clase social se pertenece, y especialmente, en la época victoriana.

Nace en Berdizcew o Berdichev, en la –hoy- Ucrania Occidental. La ciudad, polaca desde el siglo XVI, pasa a control ruso en 1795, hasta 1919 cuando, con el tratado de Versalles le es devuelta su independencia. Stape cita como curiosidad, en el principio de su libro, que se trata de la ciudad donde Balzac se casó con la condesa Hanska. Aunque Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski en su partida de nacimiento) apenas vive allí, ya que sus padres la abandonan cuando él es apenas muy niño. De hecho, la movilidad continua de los padres -objetores políticos- y su muerte temprana, hicieron del niño Conrad un desarraigado, a cargo primero de su abuela y un tutor, y luego de un tío materno. A los diecisiete años consigue, en contra de la opinión familiar, que lo manden a Marsella, para hacerse marino, que era su obsesión. El mar, como bien dice Stape, acoge maternalmente a los expatriados o a los que no tienen muy claro de dónde son.

Trabaja en un principio para la marina mercante francesa (él habla francés, el idioma ilustrado de la época), en la que su tío tenía contactos en Marsella, pero esos años también parece que fueron algo tormentosos, ya que su temperamento belicoso y su juventud lo empujan a diversos conflictos (peleas, juego, deudas…) de los que tiene que sacarlo el tío polaco, muy a su pesar. Finalmente las exigencias legales con respecto a los inmigrantes de la marina francesa le hacen cambiar de rumbo y dirigirse a Inglaterra. Cuando ve los blancos acantilados de Dover, según Stape, parece que tiene como un presentimiento de que es allí donde desea pertenecer. Claro que, no se olvide el detalle, Stape es inglés…

Así pues, Conrad se embarca, y se consagra a la mar bajo bandera británica, casi siempre -curiosamente- ocupando cargos por debajo de su titulación, conseguida trabajosamente. Recorre los mares del sur, Australia, Sudáfrica, Malasia, donde le es dado vivir muchas de las situaciones y conocer muchos de los personajes reflejados más tarde en sus obras. Experimenta por su propia cuenta la soledad del marino en tierras y mares ajenos.

No tiene demasiada suerte en su carrera de navegante, en una época de cambio en el mar. Entre 1880 y 1890, el barco de vela se ve sustituido poco a poco por el de vapor, y trasformando así la vida marinera por completo. Finalmente, en su treintena, le llega la llamada de la tierra y toca puerto definitivamente en Inglaterra. Pero antes hace el viaje al Congo que le marca de modo indeleble, física y mentalmente, y que nos trasmitirá en El corazón de las tinieblas.

La locura de Almayer fue su primera obra, que pasea por muchos puertos antes de decidirse a presentarla a un editor. Y aquí Stape destaca que, si bien el Conrad marino se ve desfavorecido por el momento en que vive, el Conrad escritor se encuentra ante sí un panorama altamente favorecedor: el mercado literario entra en una época de transformación, desarrollo y renovación; la alfabetización masiva gracias a las reformas victorianas amplía enormemente el público lector. Con el auge consiguiente de las revistas literarias, las publicaciones por entregas, los agentes literarios a la caza del texto inédito, se da un impulso y un vuelco al mundo literario, tanto en Gran Bretaña como en EE UU, ya que también se aprueban disposiciones políticas conjuntas que favorecen la publicación en ambos países.

Mas, ¿por qué escribir en inglés? ¿Por qué no en francés, o en polaco? El idioma polaco apenas lo recuerda, y además, en tal caso, su público hubiera sido muy restringido. El francés, por otra parte, deja de usarlo de modo cotidiano desde que abandona la marina francesa. Y al fin y al cabo, el inglés es el idioma que ha usado durante los últimos veinte años en la marina. Al nacionalizarse británico, adopta una patria…y una lengua.

Respecto a su vida familiar y social, nos hallamos ante un apartado interesante, muy conflictivo. Tarda mucho en decidirse en cuanto al matrimonio, y no queda muy claro el por qué su elección recae en Jessie George, una chica inglesa sin demasiados encantos, ni físicos, ni económicos ni intelectuales,…o precisamente por eso. Jessie le da dos hijos, Borys y John, que a su vez le traen conflictos diversos, sobre todo Borys. En cuanto a amigos, tiene relaciones con todo el mundillo literario londinense y americano, y algunas del europeo continental, como Gide, por ejemplo. Tiene en muy alto el listón de la amistad, lo cual, asimismo, le acarrea problemas. Le gusta rodearse de gente más joven que él, que le admiran y le transmiten juventud e ilusiones; y él, que tiene un temperamento más bien depresivo, necesita insuflarse ánimos constantemente. Se muda de casa multitud de veces, con los conflictos consiguientes. Tienen muchos problemas de salud: su mujer, casi imposibilitada para andar a raíz de un accidente, y él mismo sobrelleva constantes ataques de gota (Conrad seguía una dieta pésima, puntualiza Stape) y problemas nervioso-depresivos.

Entre sus relaciones amistoso-literarias, cabe señalar un caso de colaboración literaria, durante algunos años, con su amigo Ford Hueffer (que luego pasaría a llamarse Ford Madox Ford). Mantienen una relación compleja, un tira-y-afloja en el que no llegamos a averiguar qué es de quién. Escribieron juntos: The Inheritors, en 1901 (Los herederos) Romance, en 1903 (La Aventura, en la traducción española), lo que dio a la luz un híbrido que pierde las bondades de cada uno y no tiene una personalidad muy clara; y The nature of Crime en 1909 [2]. Ford le ayuda a relacionarse con algunas revistas literarias, pero finalmente la colaboración se trasforma en un conflicto que incluso afecta a su relación amistosa, acabando bastante mal parada.

Recibe, con todo, grandes apoyos de sus amigos: de Steven Crane (que muere muy joven, muerte que le afecta sobremanera), de Edward Garnett, de John Galsworthy, que le introduce en el mundo literario y le presenta a su agente, Pinker, que pasa por ser un segundo padre para él; de Richard Curle (especialmente en sus últimos años), de F. N. Doubleday, que le introduce en EEUU., y tantos otros. Tiene, en fin, buenas relaciones, de igual a igual, con Henry James, entonces absolutamente encumbrado, con H. G. Wells, T.E. Lawrence, Bertrand Russell, etcétera.

Sus novelas van surgiendo como partos, lenta y trabajosamente, con muchas dudas y altibajos, algunas tienen que esperar muchos años en el cajón, como Salvamento, para verse acabadas. Otras comienzan, como Lord Jim o Victoria, y en forma de relato corto que luego se va alargando casi sin querer. Muchas se publican por entregas, práctica habitual por aquellas fechas, y con ellas trata se paliar sus siempre apremiantes necesidades económicas, que le amargan la existencia. Se pasa la vida pidiendo dinero prestado a sus amigos, solicitando becas, ayudas, etc. …y gastándoselo con absoluta liberalidad. A Conrad le gusta vivir bien y agasajar a sus amigos, y eso, junto a una desastrosa administración económica de su patrimonio, le lleva a estar al borde del colapso constantemente, salvo en sus últimos años, cuando logra asentarse como escritor y ganar lo suficiente como para no preocuparse demasiado de los asuntos de intendencia. En la última etapa de su vida dicta sus textos, pues la gota le afecta las manos hasta el punto que le es imposible escribir. Su mujer le ayuda en un principio a mecanografiar su escritos, pero posteriormente contrata a una secretaria, Lilian M. Hallowes quien acaba siendo casi parte de la familia.

Hace numerosos viajes por Europa, siempre buscando un clima benévolo para aliviar así sus achaques. En sus últimos años, realiza su primer y único viaje a EEUU, donde es bastante bien tratado por la crítica.

Muere el 3 de agosto de 1924, en su casa de Oswalds, tras una larga enfermedad pulmonar, y en el momento de morir no hay nadie a su lado; la muerte le llegó como había llevado la vida: en soledad.

 

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Fuensanta Niñirola

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Notas 

  1. John Stape. Las vidas de Joseph Conrad. Traducción de Ramón Vila. Editorial Lumen, Barcelona, 2007. ISBN: 9788426416254.
  2. Joseph Conrad & Ford Madox Ford. La naturaleza de un crimen. Traducción de Pablo Sauras. Prólogo de Jordi Doce. El Olivo Azul [Narrativas Olivo Azul], Córdoba, 2010. ISBN: 9788492698042.