Siempre galope y solitaria [Poema]
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Siempre galope y solitaria
Potranca salvaje y sin arraigo,
solitaria corre por los montes,
le gusta el aroma del arroyo,
y jugar con su crin al aire.
Como fuego en los troncos,
su pelaje incendia las cuevas.
Cautelosa y a galope, en tonos,
sube y alcanza cordilleras.
Desde la orilla, junto al vacío,
intuitiva y potente, palpita la mirada.
Y cual águila que protege al nido,
observa a los vivientes de la montaña.
A la derecha del lago, ve un pueblo.
Allá viven pedazos de familias rotas.
Más a lo lejos, están los migrantes.
El sol delata que lloran y el sudor de sus frentes.
Del otro lado, a la izquierda, se escuchan arrogancias,
voces que rompen silencios.
Erguidas las orejas, detesta mentiras.
Y “que llueva” oye a la noche en sus ruegos.
Más allá, vibra en su piel un murmullo.
Es la tierra que pide al volcán una puerta.
Al instante, en sincronía con su relincho,
miles de rascacielos caen convertidos en piedra.
La potranca mueve la cabeza, agita la cola,
galopa veloz a lo largo de la cordillera.
Percibe el tormento y busca una cueva.
Derrapa hacia adentro, y ahí, a solas se queda
Cuando sale el Sol y se inclina, toma yerba y agua.
Entonces se recupera y sigue a visor de cosas nuevas.
A veces juega con los búhos, a veces con las jirafas.
Halla hormigueros y enjambres, nidos con huevos, y arañas.
Le basta un breve encuentro
No retiene ni se queda
Bufa y relincha de vez en cuando
Y con todo su cuerpo -orejas, cola, cabeza y patas- dice cosas que nadie entiende.
Después se va, como rayo de luz deja estelas y nunca regresa.
Ay, Potranca salvaje que conoce lo que pasa.
Ni de la tierra ni del cielo se escapa.
Pero, cuando ve una soga aproximarse,
galopa a la sombra de un águila,
y jamás nadie consigue atraparla.
Siempre indomable y sin arraigo,
a fuerza de diálogos nocturnos
con la orquesta de los bosques,
superó el miedo a dormir sola.
Niebla, sombra y tierra la abrigan.
Ya no le asusta carecer de ambiciones,
es feliz sin montura ni anteojeras.
Hace tiempo que abandonó fusta y azotes
Así, por la cordillera,
se le ve con su pelaje que incendia las cuevas
Sin método, astucia ni estrategia, observante y alerta,
la potranca salvaje y solitaria, se inclina a llorar sobre la tierra.
Hay tanto ruido, injusticia y miseria.
A lo lejos se escuchan risas burlonas.
Son quienes piensan que ganan,
sin saber que al herir desparraman.
La potranca no halla traductor de este mundo,
sin compañero que a la par suya contemple,
va siempre a la orilla junto a la nada,
y hacia la puerta del Todo, solitaria.
Silvestre, salvaje y arisca,
en vela, dormida y alerta,
con la esperanza de ver en el Sol a su tropilla
lleva a galope su historia para entregarse con ella a la vida.
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Tere García Ruiz
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