Las pasiones – Francisco Buendía

Las pasiones – Francisco Buendía

Las pasiones

 

Francisco Buendía – Según Delacroix – 2013

 

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La mayoría de las películas, últimamente me resultan anodinas, soporíferas, carentes de interés alguno, en definitiva insoportables. Cada película que veo –menos contadas y honrosas excepciones- hacen que mi antigua pasión por el cine, se relaje y pierda, diluida en el vasto horizonte de las imágenes. A medida que avanza la acción, la trama va perdiendo primacía y poco a poco el interés es más y más pequeño.

La verdad es que he visto mucho cine y sobre todo en estos últimos años con la proliferación de videoclubs y la facilidad del DVD. La cantidad de películas que alcanzamos a ver, hace que por fuerza el porcentaje de obras malas que nos encontramos sea mayor; debiendo añadir a esto el incomparable mal gusto que predomina, en la selección de fondos de alquiler en este tipo de establecimientos.

De todas formas, sigo prefiriendo la comodidad de las salas de cine y el esfuerzo de elección y desplazamiento que conllevan, al facilón cine en casa. No sólo esa pequeña molestia te ayuda a escoger con más acierto en la mayoría de los casos, sino que los cines, tienen cierta aura que invita a la concentración y al relajo, como también ocurre con las peluquerías. Bueno, a mí me ocurre. Lo único malo que señalaría es el exagerado volumen sonoro con que nos regalan en las proyecciones.

La exposición de Bill Viola Las Pasiones, mostrada en la sala de exposiciones de la Fundación La Caixa, de Madrid, del 5 de febrero al 15 de mayo de 2005, es de esas experiencias que te reconcilian, no solamente con la especie humana, sino con el arte del cine y en general con el descomunal uso, manipulación y abuso de las imágenes, al que estamos acostumbrados por los diferentes medios audiovisuales -publicitarios todos ellos, los que se reconocen como tales y los que no también- y en el que vivimos inmersos sin remedio.

Tanto abundan los sucedáneos pasionales en esto del arte, en todas sus vertientes, que da gran placer encontrarse con una obra inteligentemente sentida como la mostrada por Viola en esta ocasión.

Al entrar en la sala y abandonar la luz del día paulatinamente, la vista necesita de unos minutos de adaptación al nuevo nivel lumínico. Desde lejos, nos vamos acercando al retrato inaugural que se encuentra un poco elevado y hasta donde debemos llegar subiendo un primer tramo de escaleras; todavía no ha dado tiempo a que apreciemos el leve movimiento de la imagen de las seis cabezas que tenemos enfrente, -que consideramos estática- aunque nuestros ojos ya han captado la casi imperceptible sensación, estableciendo un sentimiento de extrañeza e incredulidad difícil de explicar. Inmóviles frente al “cuadro”, comprobamos que lo que parecía una foto bien iluminada, es en realidad un monitor plano y que la persona captada ¡está viva! y muestra seis sentimientos de manera simultánea: es un retrato del espíritu de la persona, un doble cancerbero de si mismo.

La lentitud del desarrollo nos hace conscientes de los sentimientos que  traspasan a esa persona y nos hipnotiza, permaneciendo fijos en el personaje. Mucho rato después, -no sabemos cuanto tiempo ha pasado- comprobamos que la secuencia es un bucle de emociones, como la oportuna vida que encarna. No sabemos, por qué las personas se forjan como médicos especialistas en catástrofes y emergencias, psicólogos, escultores, enfermeras, traductores, poetas, abogados, expertos en marketing telefónico, químicos que trabajan en empresas de telefonía, arquitectos, telefonistas, geógrafas, jefes de obra, pintores, electricistas, profesores de otros que a su vez serán profesores, picapedreros, dirigentes de juventudes comunistas, jueces, secretarias de juzgado, diseñadores gráficos, etc.; pero lo que si sabemos, es que todas ellas son zarandeadas por los mismos sentimientos y pasiones.

La pena, el dolor, la desesperanza y la desesperación, el júbilo, el ardor amoroso, el llanto por la pérdida irreparable o la soledad, la codicia, el odio, la alegría solitaria y la compartida, el miedo, la solidaridad, el reconocimiento, el asombro, el agradecimiento… Todas las pasiones conocidas y desconocidas, nombradas e innombrables, están reflejadas en los trabajos de Bill Viola.

Es un compromiso que se apoya en la historia del arte, en imágenes antiguas, si. Pero lo verdaderamente importante es lo contemporáneo de todo ello, el reflejo fiel, brutal y compasivo que hace de la especie humana. No hemos cambiado mucho a lo largo del tiempo; la historia nos lo confirma, y si somos capaces de imaginar la realidad de antaño y la futura con sinceridad, veremos que los egipcios del impero faraónico y los futuros pobladores de la luna, no difieren en casi nada con respecto a los sentimientos que podemos experimentar ahora. Únicamente algún matiz en los motivos y diversas discrepancias en la escala de valores sociales o morales, o la necesidad de cubrir las suficiencias básicas, nos diferencian de otras épocas o momentos en la Historia.

Fue tal la impresión que me causó esta muestra, que el tiempo perdió su interés y solamente los sentimientos, no las imágenes, interesaron en ese momento. Estuve haciendo fotos a varias de las pantallas y a los amigos que me acompañaron -Eva y Mario- olvidado de la prohibición habitual de las salas de exposiciones al respecto. En realidad me importaba nada la prohibición en ese momento.

Tengo que mencionar dos de los trabajos como sobresalientes, que fueron para mí subyugadores e impactantes, tanto o más que alguna de las mejores películas que pueda recordar haber visto: Emergence (Aparición) y Observance (Cumplimiento), ambas de 2002.

En Aparición, el interminable y desconsolado duelo de dos mujeres junto a una sencilla tumba, recuerda casi de inmediato a los personajes de la Virgen y María Magdalena -Sarajevo, los Balcanes-, y aunque no se bien por qué, nos hace intuir una inminente resurrección. Lo sorprendente es que el supuesto cierre o tapa de piedra del sarcófago, resulta ser una lámina de agua y de repente, de manera sobrecogedora, comienza a surgir del nicho una figura de hombre joven absolutamente blanca, vertical, hermosa, que terminando de erguirse se derrumba, mientras las mujeres se abalanzan intentando evitar su caída y arrancarle de la tumba. El agua no cesa de rebosar durante toda la escena como una cascada de lágrimas, de emociones desbordadas, contenidas con naturalidad por la cámara lenta y espeluznante que impide al observador perderse el mínimo detalle.

Cumplimiento: un permanente gentío se desplaza interminable formando una cola hacia nuestra posición y ceremoniosamente se detienen un momento para observar algo o alguien que se encuentra inmediatamente delante de nosotros. Miran con respeto, congoja y tristeza; a veces el dolor contenido se rompe en un llanto breve y brusco. Algunos vienen solos pero se sienten solidarios con el resto de individuos que les rodean y avanzan con lentitud, otros se apoyan en su pareja para encontrar el valor necesario y afrontar el instante final saturados de emoción. Todos, después de un instante de haber cumplido su deseo, se apartan con pesar del objeto que les atrajo hasta este lugar, para dar paso a los demás, continuando sin cesar el mismo rito.

El hecho evidente de que las personas que aparecen en las diferentes escenas sean actores, no envilece ni por un instante las emociones, situaciones y hechos descritos por las imágenes de Viola; que sabiamente planteadas y desprovistas de todo artificio, remiten directamente al recóndito lugar donde anidan los sentimientos.

Francisco Buendía

Categories: Ut Pictura Poesis