Acerca de «Los cantos de Layla», de Virginia Fernández Collado – Francisco Vargas Fernández

Acerca de «Los cantos de Layla», de Virginia Fernández Collado – Francisco Vargas Fernández

Acerca de Los cantos de Layla, de Virginia Fernández Collado [Reseña]

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Acerca de Los cantos de Layla, de Virginia Fernández Collado

La poeta Virginia Fernández Collado nos sorprende con una nueva audacia poética. Nada más y nada menos que actualizar una historia de amor cuyos ecos se remontan a la Península Arábiga, allá por el siglo VII d. C.

Virginia ya cuenta con una larga trayectoria de publicaciones y empieza a ser reconocida como una poeta con voz y mundo lírico propio. En Los cantos de Layla, publicado en 2020, recoge una leyenda de las tribus nómadas de Arabia en torno a un “amor virgen” o no consumado: Qays se enamora desde muy joven de la hermosa Layla, amor que será imposible ya que los padres de la joven tienen otros planes para ella, casarla con un rico mercader. Qays, ante la imposibilidad de su amor, se retira al desierto y se dedica a componer versos, allí pierde del todo la razón y la gente lo conocerá como Majnún (loco, poseído por los espíritus). Layla se casa con el mercader, pero nunca consuma su matrimonio y pierde la salud ante la imposibilidad de su amor con Majnún, finalmente es enterrada y cuando este lo sabe se acerca a su tumba, escribe unos versos y muere sobre ella. “El Romeo y Julieta de Oriente” lo llama el poeta romántico Lord Byron, quién sabe si Shakespeare, además de inspirarse para el tema de su inmortal obra teatral en la narrativa italiana también pudo conocer alguna versión de la leyenda árabe.

Será en el siglo XII cuando el poeta persa Nizami Ganjavi dará forma a distintos elementos orales y escritos de la leyenda y completará su obra en 1188. Para ello Nizami, además de contar la hermosa y trágica historia de amor de los dos jóvenes, dotó a su poema de un fuerte simbolismo místico inspirado en la poesía de amor udrita en la cual el amor es solo un anhelo de perfección que no aspira a realizarse plenamente. Así Majnún quedará fijado como símbolo del enamorado enloquecido que siente el ansia perpetua de alcanzar a Layla, que a su vez significa noche.

Rápidamente la obra fue adquiriendo fama y llegó a todos los rincones del mundo musulmán. Existen numerosas traducciones al turco, al indio y hasta en Azerbaiyán podemos encontrar manuscritos hasta tal punto que el estudioso Vahid Dastgerdi asegura: «Si uno buscara en todas las bibliotecas existentes, probablemente encontraría más de 1000 versiones de Layla y Majnun «.

Pero, aparte de enriquecer la literatura árabe, podemos rastrear temas, imágenes y simbolismo en la literatura posterior occidental. La historia de amor imposible de Layla y Majnún podría definirse como un amor platónico y enraizar con el mundo clásico y a su vez con la culturas de Oriente Medio donde el tema es recurrente. Mirando hacia adelante la obra de Nizami es una pieza importante dentro de la mística sufí musulmana. La adoración de la mujer y su divinización la podemos encontrar en la lírica trovadoresca provenzal con su influencia sobre el resto de líricas medievales europeas, lo cual nos llevaría hasta el mismísimo Dante y el dolce stil nuovo.

En la península ibérica encontramos esta influencia en la poesía amorosa hispanomusulmana y El collar de la paloma de Ibn Hazm de Córdoba. En el siglo XVI, la mística hispana con Teresa de Jesús y Juan de la Cruz a la cabeza, retomará el simbolismo de la Amada y el Amado para representar el deseo de unión entre el alma y Dios. Todos recordamos el poema “Noche Oscura del Alma”. El hilo místico-simbólico llega hasta los poetas franceses de la segunda mitad del siglo XIX, los llamados poetas malditos, con Baudelaire a la cabeza, Rimbaud, Mallarmé y Verlaine. Este último, adorado por Rubén Darío que nos trajo el Modernismo y tuvo el apoyo esencial en España de Villaespesa, Machado o Juan Ramón Jiménez, todos ellos poetas en cuya obra el simbolismo tuvo un papel importante. A través de Juan Ramón toda una generación de poetas extraordinarios, la Generación del 27, y toda la poesía posterior del siglo XX se vería influenciada. Recordemos de Federico García Lorca una estrofa de Sonetos del amor oscuro con un claro homenaje al poema anteriormente citado de Juan de la Cruz:

Llena pues de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena
noche del alma por siempre oscura
.

Finalmente, un poeta reconocido y admirado por todos, recordemos el interés de José Ángel Valente por la mística, una mística sui generis por supuesto: «La poesía no solo no es comunicación; es antes que nada o mucho antes de que pueda llegar a ser comunicada, incomunicación, cosa para andar en lo oculto».

En España contamos además con estudiosos y ensayistas como Miguel Asín Palacios, Américo Castro y Emilio García Gómez, autores que fueron pioneros en la búsqueda de las fuentes de la influencia musulmana y judía en la literatura y hasta en el carácter español.

Toda esa tradición viene a culminarse en la obra Los cantos de Layla. Virginia se sirve en su largo poema lírico del simbolismo de la obra original, aunque el suyo parezca más un amor a lo humano que a lo divino. Pero no nos dejemos engañar, en el poema aparece claramente el sesgo idealizado de ese amor de juventud:

Nada contemplo
sino la belleza.

Belleza humana, del mundo y sus criaturas, de la vida. La idea de la belleza como fin supremo se va a mantener hasta el final del poema.

El desierto es un símbolo y un espacio poético trascendental para esta historia. El desierto, con su ausencia de distracciones y su soledad, obliga al alma a recogerse en sí misma y comenzar su escalada ascética hasta la divinidad:

Cuando el desierto
en su vastedad se haga noche,
nuestras almas estarán unidas
pues por la noche todo es oscuridad.

Otros símbolos que se repiten a la lo largo del poema son la noche, el agua (ríos, corrientes, mares…), los pájaros (golondrina, abubilla…), las fieras, las flores, la almendra (símbolo del ser), el otoño como final de un ciclo y de un amor.

…con el corazón lleno
flores,
pájaros
y ríos
que descienden
y descienden.

La palabra, a su vez, crea el mundo sensible:


Si digo llanto,
soy yo el llanto,
si digo alegría,
soy yo la alegría,
si digo amor,
soy yo el amor,
si digo lluvia,
soy yo la lluvia.
Noche
escóndeme.

Virginia ha conseguido que una rosa mustia, reseca entre las páginas de la tradición literaria, recobre su audacia y su hermosura en la lengua de Cervantes y nos regala esta historia del loco Majnún y la hermosa Layla con forma de largo poema épico-lírico. Además, ha tenido la audacia de convertir a Layla en la voz narradora del poema. Ha puesto en el centro del poema a Layla, dotando a la historia de una fuerte impronta femenina y dando una vuelta de tuerca a la tradición. Ya desde el primer fragmento leemos una de las reivindicaciones del yo femenino más sonoras de la poesía del siglo XXI:

Yo, Layla,
la que vivió su amor en jaimas y caravanas
canto por caminos y valles,
allí donde estés,
amado,
que mis susurros
lleguen a tus oídos.
Que así sea.

La edición de la obra viene complementada con la traducción que la propia autora hace al inglés de su poema, traducción o versión que en nada desmerece de la belleza y de la audacia de la obra en español. En la lengua de Shakespeare los versos de Los cantos de Layla adquieren una sonoridad y un encanto extraordinarios.

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Francisco Vargas Fernández

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Nota

Virginia Fernández Collado. Los cantos de Layla. Edición bilingüe. Fondo Kati, 2020. ISBN: 979-8696751191

Categories: Crítica Literaria

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