El catalejo del boticario [Poema] – Carmen Cebrián Bueno

El catalejo del boticario [Poema] – Carmen Cebrián Bueno

El catalejo del boticario

[Poema]

 

***

 

A los quieren saber un poco más,

según fuentes confidenciales de los hijos ilegítimos,

esculpe nuestras cartas la maza del cantero,

baraja nuestros números el azar de un dado

y pisamos los mapas de las pieles de un dingo.

En la esquina de abril,

de las anegadas cubiertas emergen

el aliento y el duelo

de una nueva vida, traspasada e incrédula;

una escultura de agua en madera,

una tribu de brazos sonrientes,

un teatro de mástiles encadenados​_

​_con las uñas arrancadas

de los que crecieron en inclusas

y anclaron los hitos de las rutas solares,

de los que saben que es una verdad a medias que el sol se esconda por isla Terceira.

Y porque las maderas burlan la astucia del agua

​_germinan astillas,

como camadas de perros ungidos en hisopo;

y los hilos de bronce agitan las copas,

y los panes de vino las casas impacientes,

y las estelas malvas el infinito número

en la estación de las lluvias.

Cabalgar sin grilletes los cinco senderos

y las grutas ignotas del jardín disparatado,

de auroras pervertidas y gigantes engullidos,

de surtidores tétricos y materias transparentes,

y tomar en préstamo los adverbios de la noche

a los no satisfechos de amor;

y sus danzas aztecas,

a los que acunan con camastros

los bemoles de araña de las hojas de Indra.

Regresar con la herida de combate

del que recorre con pies

quebrados

los mechones del soneto y sus labios que se menguan,

cuando dormitan en los surcos arrugados de un papel de estraza.

Caldear la trastienda de los panes clandestinos.

Yo negocio

las tramas, los pactos, las rupturas, el secreto de familia,

el enigma, Edelmira pr​oscrita,

y las proles guarecidas en toquillas, como alas seniles,

que truncan

el fogonazo de odio

de un cambio anunciado en la dirección del viento.

Estampar un minuto con tinta indeleble

para que las palabras escarpadas del aire derriben las farolas,

y un escalofrío de azufre queme el antebrazo

y beba sorbos amargos de cafeína oxidada,

​_​_para que el leopardo muerda mi piel con su beso de erizo,

y tiriten las quimeras de los dedos perennes;

para regresar al catalejo del boticario,

y avistar las pardelas en manada

y sus fugas de tempero;

para que sepáis que me devoraron los lobos,

y que soy un pedazo de alborozo para los ruiseñores,

y un festín de néctar para los lirios;

para que las nubes grises que cobijan las sienes

no olviden tus templos expiados

sin límites.

Nos traen los hilos desnudos a los muertos,

nos comen las sepulturas,

nos desahucian los muebles los féretros suicidas,

​_nos invitan al festín

de los huesos rebelados.

¿Qué damos de cenar a los corazones consumidos?

Que dejen morir a la adelfa que nunca marchita,

busca un premio de benjuí y canela,

y un otoño absoluto.

Y cuando los aires desatendidos de la urbe

asaltan las formas del incienso, extasiadas,

traen el hálito

y el duelo

de unos versos que os quieren hablar.

Porque lo que se ha olvidado

se repliega al compás de un nocturno​_

hacia el rincón despoblado de la amnesia,

hacia los muros que chirrían de hambre

como expresiones que sacian la boca de una termita invisible.

Pintar las paredes de la habitación azul

cada noche,

con las luces inflamadas, en blanco,

como las noches blancas

en las grutas arañadas de los cerros de Asgard.

Se vuelve carne el temblor en la nube.

El fuego del hechizo y el conjuro en la habitación azul.

Es hora de dormir. À demain.

 

***

Carmen Cebrián Bueno

Categories: Literatura