El reencuentro – Un relato de Nieves Castillo Elizalde

El reencuentro – Un relato de Nieves Castillo Elizalde

El reencuentro

***

Stanhope Alexander Forbes – The Terminus, Penzance Station, Cornwall [1925 – National Railway Museum – York – UK]

***

El reencuentro

Se oían los altavoces de la estación, anunciando las partidas. “El tren con destino a … saldrá del andén Cuatro en los próximos minutos”. Ella no se lo podía creer… Después de más de veinticinco años se iban a encontrar precisamente allí.

Se reconocieron enseguida y eso que la existencia les había dejado marcas de las que ya no se escapa. Se miraban sin saber muy bien qué hacer. Un cuarto de siglo, se dice pronto… toda una vida.

Hoy, que Edurne había estado repasando su pasado como quien mira un álbum de fotos antiguas, amarillentas. Años de no querer saber nada, de ignorar…, de no responder. Hasta que, por fin, él ya no era parte de su vida. Ese círculo lejano en la distancia, pero atado por lazos casi familiares. Y se lo tenía tropezar hoy.

Mientras, Sebas, que hacía un gesto de negación con la cabeza, no podía mas que sonreír por la situación. ¿Qué hacía ella en este lugar? Precisamente hoy.

¿Veinte años? No, tenía que hacer más, pensaba y … No le apetecía nada, el escuchar reproches, acusaciones y malos tonos. Pero si no se acercaba…podía ser peor. Dio un gran suspiro y se fue acercando de poco a poco, como quien se enfrenta a esos caballos árabes conocidos por su temperamento nervioso.

– ‟Precisamente hoy” – dijo con tono entre ironía e incertidumbre.

– ‟Y justamente aquí” –respondió ella, sin saber muy bien hacia dónde mirar.

– ‟¿Prefieres que me vaya?, el andén es grande. Tú sabes que yo haré lo que quieras, como siempre”.

– ‟Por una vez, por esta vez, porque no decides por ti mismo”, – respondió ella como si se hubiesen visto ayer.

– ‟Pues entonces me quedo. ¿Han pasado veinticuatro años? … No, veinticinco”. Y volvía a mover su cabeza de izquierda a derecha, como si quisiera negar lo evidente.

– ‟Estás estupenda, te sienta muy bien el cabello blanco. ¿Es tuyo, no?” – bromeaba con la familiaridad que dan los años convividos.

Edurne empezó a reírse. ‟Sí, mío, todo mío. Al final no me quedé calva”. Un minuto de silencio les hacía recordar a cada uno su versión del pasado .

– ‟Sentí mucho lo de tu madre”.

– ‟Ya, me lo dijo mi hermano. Fíjate que pensé que una circunstancia así te haría llamarme…”

– ‟¿Hemos abierto la veda de reproches?” – comentó ella con una enorme sonrisa torcida.

– ‟Perdón, perdón, no quería…”

– ‟Lo estuve valorando, pero para cuando me decidí, ya había pasado mucho tiempo y … Uf, me muero de sed. Como el tren no salga pronto…¿Tienes tres hijos, verdad?”

– ‟No. Cuatro, a la Pili le hacía mucha ilusión tener muchos y tú sabes que yo no me sé negar…”

– ‟¿Cuatro?, así me gusta, jajaja…” Cuando se reía así, parecía la mujer de entonces.

– ‟¿Y tú, terminaste conociendo el mundo?” – comentó nervioso.

– ‟Todo lo contrario, me fui afincando en mi pequeño pueblo junto al mar, y cada vez salía menos. Una mañana me levanté y ya no me interesó más saber de otros lugares. Así que me dediqué a otras cosas”.

– ‟Lo sé. ¿sabes? He leído todo lo que has publicado. A la Pili le daba corajillo, pero… Me hacía ilusión ver si me podía reconocer en alguna de tus historias, en algún personaje. Era una manera de no dejar que me dieras de lado del todo”.

– ‟Pues, debes ser de los pocos que me ha leído. Yo, terminé escribiendo por vaga. Eso de hacer esculturas era mucho trabajo y, al final, son como las pequeñas figuritas de Lladró, pero a lo grande. Simples decoraciones para adornar los parques y las plazas”.

– ‟Qué va, yo creo que empezaste a escribir por loro”. Los dos se reían otra vez con la intimidad de entonces.  

– ‟¿Tú crees que nos tendrán aquí por mucho tiempo?”

– ‟Espero que no. Pensé que no me iba a gustar que llegara este momento.”

– ‟¿De que nos viéramos?” – dijo él . ‟No, este momento”, – respondió ella.

– ‟Ah, ya, claro… ¿ Y lo tuyo, cómo ha sido?”

– ‟Muy sencillo y rápido.  Un ataque al corazón mientras dormía. ¿Y tú?”

– ‟Lo mío… mucho más dramático. Un accidente de coche en la Autovía. Por lo visto, una masacre. Involucrados cuatro vehículos. Uno de ellos venía de una boda y el conductor iba borracho. Me estuvieron intentando reanimar, pero no hubo manera.”

***

Nieves Castillo Elizalde

Categories: Literatura

About Author