Estos días azules y este sol de la infancia – En conmemoración del octogésimo aniversario del fallecimiento de Antonio Machado, poeta y pensador – II – Poemas para Antonio Machado [Selección de los poemas a cargo de Sebastián Gámez Millán]
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Estos días azules y este sol de la infancia – En conmemoración del octogésimo aniversario del fallecimiento de Antonio Machado, poeta y pensador – II
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Poemas para Antonio Machado
Soneto a Antonio Machado
A ochenta años de aquel funesto día
-cuando tu madre te agarró la mano
que al principio le tendiste, y tu hermano
creía que era otro el que moría-,
hoy sigue cantando tu poesía.
Si generoso fue tu andar y humano
tu constante ejemplo, ¿por qué ya no
se halla esa conjunción de bonhomía
y de amor? Pues tú, maestro, la portaste,
y por ello hacías crecer unidas
justicia con palabra, junto a otros
preciosos pensamientos, que entregaste
en el tiempo. Esas verdades queridas,
Antonio, que hoy son luz para nosotros.
*
Joaquín Albarracín de la Rosa
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Ligero de equipaje
A Antonio Machado, permanente ejemplo e inspiración
No poseo teléfono móvil
(no encartó en su momento, y ahora no deseo más problemas).
No poseo vehículo propio
(voy y vengo en autobuses y, a lo mejor, algún día, en Metro).
No poseo motocicleta
(el chasis soy yo: me aterra, aunque me apasione circular en motocicleta).
No poseo perro o gato
(no tolero otro animal bajo mi techo: no soporto tal competencia).
No poseo Dios o dioses
(una pena: me vendrían de perlas).
No poseo un equipaje excesivamente abultado
para
moverme por la vida,
por tanto.
*
Antonio J. Quesada
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Homenajes poéticos a Antonio Machado
Decíamos en la semblanza de Antonio Machado que pocos escritores concitan un consenso tan amplio y unánime acerca del valor de su obra y su figura. Como prueba de ello, aquí recogemos poemas en forma de homenajes que diferentes autores de sucesivas generaciones con concepciones poéticas y políticas diversas le han rendido al autor de Campos de Castilla.
Lección de literatura
(A Antonio Machado)
La España de charanga y pandereta,
devota de Frascuelo y de María,
ha de tener su mármol y su día.
A.M.
Los olmos sobreviven.
Las colinas
continúan dorándose
cuando el trigo madura, en primavera.
Los vencejos
regresan cada año, y las cigüeñas
reconquistan sus nidos
en febrero y en torres eclesiásticas
o álamos ribereños.
La tierra
se obstina en ser hermosa:
fina, adusta, guerrera.
Pese a tu muerte
—y a la de otros muchos—
también los hombres son como eran antes.
Devociones no idénticas
—Frascuelo es sólo un nombre—,
pero muy parecidas,
están vigentes hoy igual que antaño:
Di Stéfano y la Misma
acaparan plegarias y ovaciones.
Todo ocurrió tal como nos dijiste:
del vano vientre del ayer surgieron
estos días vacíos
y, orando y embistiendo,
calvas y calaveras venerables
nos predican traición y tradiciones.
Tú sigues siendo Don Antonio, siempre,
poeta vivo entre nosotros —muertos—
y te leemos cada día porque
nunca nos engañaste
y desenmarañaste el negro ovillo
de nuestra amarga historia
con dedos claros, delicados, duros.
Predijiste los tiempos que cruzamos
y los que cualquier día alcanzaremos.
La España de la rabia y de la idea
avanza, pese a todo. Te escuchamos:
Mas otra España nace…
Y te creemos.
Ángel González, Grado elemental
*
A un maestro vivo
(Don Antonio Machado)
A ti, compañero y padre
reconocida presencia.
Por lo que de ti aprendimos,
por lo que olvidado queda.
Por lo que tras la palabra
breve, todavía enseñas.
Por tu tranquila alegría
y por tu digna entereza.
Por ti. Gracias. Porque en ti
conocimos nuestra fuerza.
Jaime Gil de Biedma, Compañeros de viaje
*
Homenaje en Colliure
En Colliure, el XX aniversario
de la muerte de Machado.
Aquí, junto a la línea
divisoria, este día
veintidós de febrero,
yo no he venido para
llorar sobre tu muerte,
sino que alzo mi vaso
y brindo por tu claro
camino, y por que siga
tu palabra encendida,
como una estrella, sobre
nosotros ¿nos recuerdas?
aquellos niños flacos,
tiznados, que jugaban
también a guerras, cuando,
grave y lúcido, ibas,
don Antonio, al encuentro
de esta tierra en que yaces.
José Agustín Goytisolo, Claridad
*
IN MEMORIAM
Cortando por la plaza de la Audiencia, bajaba
al Duero. El día era de oro y la brisa lenta.
Todo te recordaba, Antonio Machado (andaba
yo igual que tú, de forma un poco vacilenta).
Álamos del amor. La tarde replegaba sus alas. Una nube, serena, soñolienta,
por el azul distante morosamente erraba.
Era la hora en que el día, más que fingir, inventa.
¿Dónde tus pasos graves, tu precisa palabra
de hombre bueno? En lo alto del ondulado alcor,
apuntaba la luna con el dedo. Hacia oriente,
tierras, montes, y mar que esperamos que abra
sus puertas.
Hacia el Duero caminé con dolor.
Regresé acompañado de una gran sombra ausente.
Blas de Otero, Geografía e historia
*
Don Antonio Machado tacha en su agenda un número de teléfono.
Borra de tu memoria
este número de teléfono.
2-6-8-1-4-5-6.
Táchalo en tu agenda.
Si ahora marcaras este número que no puede escucharte,
nadie respondería. Este número sordomudo:
2-6-8-1-4-5-6.
Borra, olvídalo, tacha este número muerto:
es uno más, aunque fue único.
Las hojas de tu agenda tienen más tachaduras
que números y nombres.
Ya quedan menos a los que llamar;
apenas quedan números y nombres que te hablen
o que te escuchen: 2-6-8-1-4-5-6.
Haz todo lo que puedas para que se disuelva en tu memoria:
destrúyelo, trastuécalo:
8-6-2-4-1-5-4,
rómpele el ritmo que le correspondía:
4-5-2-6-1-8-4,
ya no lo necesitas,
no necesitas esos números, esos nombres o sombras.
2-6-8-1-4-5-6:
«¿Está Leonor?»
Y suponiendo que alguien te responda,
será otra voz la que responderá.
Baraja el número, confúndelo, desordénalo.
Así: 1-4-2-5-6-8.
«¿Está Guiomar?»
Baraja números y nombres, barájalos,
sobre todo los nombres:
«¿Está Guionor?» «¿Está Leomar?»
Silencio.
Olvida, tacha, borra, desvanece
esos nombres y números,
no intentes modelar la niebla.
resígnate a que el viento la disperse.
¡Colinas plateadas…!
José Hierro, Agenda
*
(Si supieras)
“…creo en la libertad y en la esperanza”
Antonio Machado
Si supieras cómo ha quedado
tu palabra profunda y grave
prolongándose, resonando…
Cómo se extiende contra la noche,
contra el vacío o la mentira,
su luz mayor sobre nosotros.
Como una espada la dejaste.
Quien pudiera empuñarla ahora
fulgurante como una espada
en los desiertos campos tuyos.
Si supieras cómo acudimos
a tu verdad, cómo a tu duda
nos acercamos para hallarnos,
para saber si entre los ecos
hay una voz y hablar con ella.
Hablar por ella, levantarla
en el ancho solar desnudo,
sobre su dura entraña viva
como una torre de esperanza.
Como una torre llena de tiempo
queda tu verso.
Tú te has ido
por el camino irrevocable
que te iba haciendo tu mirada.
Dinos si en ella nos tuviste,
si en tus sueños nos reconoces,
si en el descenso de los ríos
que combaten por el mañana
nuestra verdad te continúa,
te somos fieles en la lucha.
José Ángel Valente, Sobre el lugar del canto
*
La palabra más tuya
Con una mano escribo
Y con la otra abro
las páginas de un libro.
Aquí está
la palabra que busqué tantos años.
Merezco repetirla
impunemente ahora
mientras leo tu nombre siempre vivo
en el piadoso mármol.
Abel Martín, Juan de Mairena.
Conmigo estáis oyendo la apócrifa verdad
peregrinando
por las abiertas páginas de un libro.
Lejos ya
de los muros hostiles
que circundan
las letras de la fe.
Latino más liberto de Colliure.
Piedra sonora entre las impasibles
violetas sepulcrales.
Aquí dejo caer,
sobre la tierra,
calladamente,
la palabra más tuya.
José Manuel Caballero Bonald, Pliegos de cordel
*
Fatum
Ese niño que llega, cartera remolona,
botines desatados, al colegio de Sánchez
no sabe que sus pasos felices por Sevilla
-luz, patios, calles, cales- le acercan a Collioure.
París, rue Vaugirard. Ese muchacho
gris y desmadejado que avanza hacia el otoño
verleniano del hondo Jardín de Luxemburgo
no sabe que camina hacia Collioure.
Por la alameda de oro -Soria pura-,
lentos enamorados demorándose,
mirándose en el Duero -Soria pura-. La novia,
con manos inocentes,
sacude la ceniza -tiza acaso-
del hombro del poeta, que no sabe
que tan dulces senderos le llevan a Collioure.
El señor que, enlutado como un cirio,
con su bastón y pasos soñolientos
-domingo provincial- sube a los olivares
de Baeza no sabe que sube hacia Collioure.
El viejo arrebujado en sus recuerdos
que mira cómo pasan,
vertiginosos, los naranjos por la ventana
del coche, y los aspira -Levante azul-, no sabe
que por aquella ruta de flores y palomas
y muchachas se está acercando a Collioure.
Un súbito frenazo, la puerta abierta, el frío
látigo de la lluvia. Sale a la noche y anda
entre voces anónimas, oscuras,
y olor a bajamar. La lluvia. Unas preguntas
francesas, tan extrañas como un sueño, la lluvia,
los papeles, la lluvia, los gendarmes mojados
alzando la cadena fronteriza.
Igual que un sueño todo.
Francia, ya clareando, y aquel cartel: «COLLIOURE»,
nombre jamás oído. No sabe que allí estaba,
desde siempre, esperándole su muerte.
Miguel D´Ors, Códex 3
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Selección de poemas a cargo de Sebastián Gámez Millán