Emilia Pardo Bazán: libre y fiel a sí misma [Con motivo del centenario de su fallecimiento – 12 de mayo de 1921] – Sebastián Gámez Millán

Emilia Pardo Bazán: libre y fiel a sí misma [Con motivo del centenario de su fallecimiento – 12 de mayo de 1921] – Sebastián Gámez Millán

Emilia Pardo Bazán: libre y fiel a sí misma [Con motivo del centenario de su fallecimiento – 12 de mayo de 1921]

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Emilia Pardo-Bazán y de la Rúa-Figueroa [La Coruña, 16 de septiembre de 1851 – Madrid, 12 de mayo de 1921]

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Emilia Pardo Bazán: libre y fiel a sí misma

A Juan José Romera López, que nos descubrió a tantos integrantes de la comunidad educativa del IES Valle del Azahar algunos de los encantos de Doña Emilia

Recuperadas Las Torres de Meirás para el patrimonio público del Estado, ahora que se cumplen cien años desde que muriera Emilia Pardo Bazán (16 de septiembre de 1851-12 de mayo de 1921), no imagino mayor colofón a los numerosos actos en los que se rememorará su obra y su trayectoria a través de exposiciones, congresos, ediciones… que devolver a aquel sueño de piedra sus restos y consagrar ese espacio a la conservación, estudio y difusión de la obra de la escritora, precursora del feminismo y la lucha por la igualdad de las mujeres, la justicia social y el progreso por medio de la educación, la cultura y la ciencia.

Al fin y al cabo, en la tierra heredada de su abuelo y de su padre, fue Emilia la que, inspirándose en los manoir neogóticos de escritores románticos, como Walter Scott en Escocia o Chateaubriand en Francia, imaginó y diseñó a la medida de su obra, fusionando arquitectura y literatura, esta residencia con su Torre de la Quimera al lado del escritorio que se abre al balcón de las musas y por el que se contempla el valle que conduce al mar.

Como describe Isabel Burdiel en la biografía más completa de Emilia Pardo Bazán, desde temprana edad tuvo dos espejos en los que buscarse: Concepción Arenal y Juana de Vega, la Condesa de Espoz y Mina, que frecuentaban la casa de sus padres y encarnaban algunos de los sueños todavía en germen de lo que Emilia quería llegar a ser. Una influencia no menos decisiva es la de su padre, al que en sus “Apuntes autobiográficos” describe como “un hombre ilustrado, que tiene aficiones de político, jurisconsulto y agrónomo, y a quien interesan más las cuestiones sociales que las literarias”.

Será precisamente en la biblioteca de su padre donde entre en contacto con la Ilíada, la Biblia, Cervantes, Víctor Hugo… Poco después de contraer matrimonio con José Antonio de Quiroga y Pérez de Deza, la familia viaja por Francia, Italia y Austria. Católica y carlista, se interesa por el krausismo. Conoce a Francisco Giner de los Ríos, alma directora de la Institución Libre de Enseñanza, y cuya amistad la acompañará en todo tiempo, hasta el punto de que lo considerará “tal vez el mejor de mis amigos”. Su impronta será crucial: comprensión ecléctica de las diversas formas de pensamiento, moderación en sus ideas y creencias, progreso a través de la educación y la ciencia, profundo sentido patriótico e irrenunciable feminismo.

Es una mujer cosmopolita avant la lettre. Viaja con frecuencia por Europa. En 1880 lo hace a París, al cenáculo de Víctor Hugo. Por entonces lee a Balzac y Flaubert, entre otros. Fue la primera mujer en hablar en público en la Universidad de la Sorbona, y lo hizo en francés. Divulga en España teorías estéticas, positivistas y experimentales, como pone de manifiesto el ensayo La cuestión palpitante (1882-1883). Como le escribirá a uno de sus jóvenes amantes, Narcís Oller: “En España creo ser una de las pocas personas que tienen la cabeza para mirar lo que pasa en el extranjero”. Los pazos de Ulloa (1886-1887) es considerada por la crítica como la primera novela naturalista, en la estela de Zola, escrita en nuestra lengua, y su obra maestra junto con La madre naturaleza (1887) e Insolación (1889).

Otro aspecto en el que se anticipa a su tiempo es en el feminismo. En el Congreso Pedagógico de 1892 declara que la vida entera de las mujeres no debía someterse a la relación con el marido, la maternidad y los cuidados domésticos: “Aspiro, señores, a que reconozcáis que la mujer tiene destino propio; que sus primeros deberes naturales son para consigo misma, no relativos y dependientes de la entidad moral de la familia que en su día podrá constituir o no constituir; que su felicidad y dignidad tienen que ser el fin esencial de su cultura”.

Fiel a sí misma, ella no dejó de cultivar un estilo de vida acorde con estas convicciones e ideales. Prueba de ello es que nunca dejó de escribir, ni durante la crianza de sus hijos, ni tras la separación de su marido, ni ante las críticas de reconocidos autores, como Menéndez Pelayo o Clarín, quien llegó a escribir acerca del “furor literario-uterino de doña Emilia”. Tampoco la aceptaron en la Real Academia Española. En cambio, el Ateneo reconoció su talento, independientemente de su sexo, y la nombró presidenta de la sección de literatura.

Feíta, la protagonista de Memorias de un solterón (1896), cuando un personaje le pide matrimonio, le responde: “Sólo aspiro a gozar de la libertad… no para abusar de ella en cuestiones de amorucos (…) sino para descifrarme, para ver de lo que soy capaz, para completar en lo posible mi educación, para atesorar mi experiencia, para ser algún tiempo y ¡quién sabe hasta cuándo!, alguien, una persona, un ser humano en el pleno goce de sí mismo”. Libre, conquistó a escritores como Juan Montalvo, Benito Pérez Galdós, con el que mantuvo una correspondencia epistolar en la que se mezclan el amor y el humor, o Vicente Blasco Ibáñez, o al empresario, editor y coleccionista de arte José Lázaro Galdiano, con los que se fue descifrando y completando en ese pleno goce de sí misma.

A su casa de Madrid asistían habitualmente escritores más jóvenes, como Miguel de Unamuno y Azorín. No obstante, de los escritores de la llamada Generación del 98, por el que sentirá mayor preferencia es por su paisano Ramón María del Valle-Inclán. Como ha señalado el académico Darío Villanueva, uno de los editores de sus Obras completas, “desde la publicación de los treinta números de Nuevo Teatro Crítico, se percibe en el pensamiento de Pardo Bazán una honda preocupación, claramente pre-noventaiochista, hacia la pérdida de pulso de su país”.

Este patriotismo es un fenómeno que se palpa en la época, si bien en contadas personalidades, como Galdós, y cuyo hilo conductor se remonta a Larra, incluso a Quevedo. Fue la Pardo Bazán una firme patriota, al igual que lo fueron otras de las mejores cabezas de la época, como Unamuno o Santiago Ramón y Cajal. Actualmente, sin embargo, confundimos las más de las veces patriotismo con patrioterismo o con nacionalismos, y así nos va. No hemos sabido estar a la altura de estos escritores y científicos.

Durante un discurso inaugural en el Ateneo de Valencia sostuvo que “si preguntasen cómo podrá España seguir existiendo, qué hacer para conseguirlo, diré que lo primero, instruirse, lo segundo, instruirse, lo tercero, instruirse, y después, desenvolverse con arreglo a su naturaleza, y con variedad y libertad, reconociendo, respetando, cultivando la intimidad de cada región. Porque no ha ser la enseñanza un rasero de uniformidad intelectual, ni un exclusivismo de sabiduría; pues en la evolución de nuestra especie para conjurar la barbarie de épocas primitivas y obscuras, ha sido la inteligencia poderosísimo factor, pero no el único; y tanto como ella nos ha llevado a la vida altamente humana, no solo la religiosidad, no solo el criterio de moralidad y justicia, sino el instinto artístico, el dulce culto de la belleza”.

Como cualquier ser humano, convivía con sus contradicciones. A pesar de su arraigado neocatolicismo, como ha indicado Isabel Burdiel, “nunca fue una escritora católica (…) No lo fue porque se sintió capaz, en su vida y en su obra, de separar la religión, la moral y el arte sin menoscabo de ninguno de ellos”. Distinguir es una operación intelectual básica, algo que nos permite avanzar en el ejercicio incesante de la crítica y la civilización.

Desde un punto de vista político fue carlista en su juventud y conservadora el resto de su vida, acentuándose cada vez más en los últimos años. ¿Cómo es posible que fuera conservadora y feminista, conservadora y progresista? Ya hemos dicho que es difícil, por no decir casi imposible, esquivar las contradicciones. Pero quizá conservar lo mejor del pasado, al tiempo que estás abierto a los avances de la educación y la ciencia, no sea incompatible con el progreso.

En el centenario habrá numerosas oportunidades de leer o releer a la Pardo Bazán. Biblioteca Castro está editando sus Obras Completas en doce volúmenes. Alianza publica en un volumen sus novelas Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza. Por otro lado contamos con la biografía de Isabel Burdiel, Emilia Pardo Bazán, en Taurus. Pero desde aquí quiero proponer un libro de ella menos canónico y célebre: Cuentos cotidianos sobre mujeres singulares, con prefacio de Ana Rossetti, una antología de 28 relatos editada por el IES Valle del Azahar de Cártama Estación, en Málaga, y reconocido en los XIII Premio Rosa Regás a materiales con valor coeducativo.

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Un proyecto cooperativo en el que participaron más de 250 personas de esa comunidad educativa, entre alumnado, profesorado, familiares, personal de administración y servicios, bibliotecas públicas y Ayuntamiento, coordinados en primera y última instancia por Juan José Romera López, a quien le dedico esta semblanza y a quien le cedo la palabra para concluir: “Escribía Emilia Pardo Bazán que ´el cuento es una chispa, un rayito de sol… pero en él cabe un mundo´. Certera definición de lo que debe ser un cuento en los que la autora gallega desplegó su maestría como ningún autor de su época. Y si es verdad que hay muchos mundos pero todos están en este, parafraseando a Paul Éluard, son muchos los mundos por descubrir en los cuentos de Emilia Pardo Bazán”.

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Sebastián Gámez Millán

Categories: Crítica Literaria

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