Francisco Gómez Hidalgo y la pervivencia del tópico latino «Omnia mors aequat»en su obra: «El último homenaje» – Gloria Jimeno Castro

Francisco Gómez Hidalgo y la pervivencia del tópico latino «Omnia mors aequat»en su obra: «El último homenaje» – Gloria Jimeno Castro

Francisco Gómez Hidalgo y la pervivencia del tópico latino Omnia mors aequat en su obra: El último homenaje

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Francisco Gómez Hidalgo y la pervivencia del tópico latino Omnia mors aequat en su obra: El último homenaje

Días ha visité, de manera casual, en la ciudad de Guadalajara el panteón de la Duquesa del Sevillano y Condesa de la Vega del Pozo, María Diega Desmaissières y Sevillano.

La aristócrata, nacida en Madrid en el año 1852 [1], recibió una educación esmerada, y  fue consciente de su posición privilegiada en la vida, de que por su noble progenie su situación como mujer en aquella sociedad finisecular distaba mucho de la de aquellas otras con las que se cruzaba diariamente por las calles, carentes de recursos económicos, analfabetas.

Lejos de vanagloriarse de sus privilegios, observó y estudió la situación de las mujeres de su entorno, sobre todo, a raíz de las experiencias vividas junto a su tía la Vizcondesa de Jorbalán [2], religiosa que acabó convirtiéndose en Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, merced a la extraordinaria labor realizada con la educación de niñas y jóvenes, y fundadora de la Congregación de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento.

María Diega funda un imponente y extraordinario centro educativo para niñas en la ciudad de Guadalajara, la escuela-modelo, dotada de un asilo para la permanencia de las alumnas como internas. Junto a él, precisamente, surge el impresionante panteón de la duquesa, creado por el afamado arquitecto Ricardo Velázquez Bosco [3].

La contemplación del egregio sepulcro, de ese conjunto escultórico presidido por ángeles de fino mármol blanco, que sostienen el féretro de la duquesa, así como de las impresionantes coronas funerarias, realizadas con flores de papel y finas plumas, que desde 1916, fecha de su óbito, permanecen inalterables, me llevó a ensimismarme en un mar de pensamientos.

Repasaba todas esas ideas que de continuo, trato con mis alumnos en las clases de Literatura Universal y en los comentarios de texto sobre el temario de Lengua castellana y Literatura, como por ejemplo, la fugacidad de la vida, o la perdurabilidad del arte en contraposición a lo fútil y vano del existir humano. Aquel mausoleo, que eternizaba el nombre y la obra de aquella dama, con todo, no hacía sino poner de relieve que por muy rico y poderoso que sea el hombre, no escapa a la implacable e inevitable acción de la muerte.

Las danzas de la muerte medievales, los sonoros versos de Jorge Manrique con sus coplas en memoria del padre muerto retumbaban en mi mente, conforme pisaba cada mosaico de aquel panteón.

Estando allí, por ende, mi memoria trajo a las mientes, precisamente, un relato emparentado con ese tópico literario del poder igualatorio de la muerte, y con unos personajes de clase acaudalada, que, en virtud de ello, al fallecer en Francia, al igual que la duquesa, fueron homenajeados con semejantes fastos a los de ésta, y, curiosamente, en las mismas fechas. Me refiero al relato titulado El último homenaje, firmado por Francisco Gómez Hidalgo.

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Francisco Gómez Hidalgo

Vida y obra

Francisco Gómez Hidalgo nació en el año 1886 en Val de Santo Domingo (Toledo). Bien pronto se trasladaría a Madrid para ejercer de periodista, aunque posteriormente también cursó la carrera de Derecho en Murcia [4]. Comienza Gómez Hidalgo su ascendente trayectoria periodística desde abajo, para ir ascendiendo hasta llegar a lo más alto. Para ello supo hacer méritos día a día con sus artículos, con esas crónicas que a veces cobraban aspecto de anotaciones novelescas, puliendo y enriqueciendo su prosa con el trabajo diario.

De ser redactor de El Liberal y del Heraldo de Madrid pasa con el tiempo a desempeñar cargos como el de director de diarios como Hoy, El Día, y crea publicaciones de otro cariz como el semanario erótico La Hoja de Parra, fundado el 7 de mayo de 1911 junto con Antonio de Lezama, y cuya publicación se mantiene hasta 1916 [5].

En el año 1912, el autor, consciente de los éxitos cosechados por las colecciones de novela breve como El Cuento Semanal y Los Contemporáneos, decide embarcarse en una empresa semejante: idea El Libro Popular [6], que sabe dirigir con solvencia, atrayéndose para su proyecto a autores de primera fila.

Con respecto a la obra novelística de Francisco Gómez Hidalgo podemos recordar títulos comoBelmonte, el misterioso (1913) [7], relato breve que aparece en el marco de su colección, y en el que deja traslucir su fascinación por el mundo taurino y –sobre todo– por una figura del toreo como era el singular e inigualable Juan Belmonte.

En el año 1915, Gómez Hidalgo presenta en La Novela de BolsilloEl último homenaje, novela que analizaremos a continuación. Otros títulos reseñables son Marruecos: La tragedia prevista (Imp. de Juan Pueyo, 1921), páginas en las que profundiza sobre la Guerra de África y critica al general Berenguer; ¿Cómo y cuándo ganó usted la primerapeseta? (Renacimiento, 1922), libro en el que Gómez Hidalgo da a conocer una encuesta que realizó entre los personajes más destacados de la España de la época, con el fin de que todos ellos refiriesen cómo ganaron su primer sueldo.

Una de las más interesantes y curiosas novelas de Francisco Gómez Hidalgo, sobre todo, por lo novedoso de su factura, es La malcasada [8], en la cual el escritor logra compaginar, además, dos de sus grandes amores: el cine y el periodismo. Esta novela, en la que se refieren los hechos acaecidos en la vida de una mujer, abandonada por su marido en plena juventud, tiene la particularidad de ir acompañada de unas fotografías alusivas al tema desarrollado.  En estas instantáneas se reflejan los paisajes de las ciudades en que transcurre la acción, escenas costumbristas relacionadas con los pueblos y gentes que centran la atención del relato. Cristóbal de Castro, en el prólogo con el que se abre este relato, alaba la invención de Gómez Hidalgo, su brillante idea de crear un libro de estas características:

Bajo este signo de curiosidad por todas las cosas, Gómez Hidalgo, gran periodista y cineasta es, consecuentemente, gran novelista de la novela nueva: Periodismo y Cine. Y su novela La malcasada– la primera con texto y  fotografía, sistematizadas y ad hoc que se publica en  nuestro país- es también la primera que en España inaugura brillantemente el nuevo régimen estético […] El lector presencia  una  película  y  lee  un  periódico ilustrado […] La  malcasada  es  como  un álbum  vivo, palpitante, de la  actual  vida  española. Es como tener España en la mano, como recorrer sus  ciudades  más  ilustres, sus  paisajes  más  estupendos,  sus  monumentos  más  asombrosos, sus costumbres más típicas [9].

A todo ello hemos de añadir que Francisco Gómez Hidalgo realizó incursiones en el mundo teatral como adaptador. Arregló para la escena española obras como La divina ficción de Luigi Chiarelli, y Una comedia para casadas de Giovanni Cenzato, así como numerosos títulos de la producción de Luigi Pirandello.

Tras la Guerra Civil se exilió a México, donde dirigió la revista Confidencias, y donde en 1947 falleció.[10]

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El último homenaje

Este relato de Francisco Gómez Hidalgo es el n.º 60 de La Novela de Bolsillo y aparece publicado el 27 de junio de 1915. Las ilustraciones son de Ricardo Marín.

Esta novela, dividida en ocho capítulos, señala el autor que fue inspirada por unos hechos que le refirió la gran figura del toreo Juan Belmonte:

Tardes atrás me contó Belmonte esta historia. ¿Es fantástica? ¿Es real? Yo, en verdad no lo sé. Mas si nada de esto ha ocurrido, es sin duda que el gran torero es, además, un gran novelista… (p. 5).

Tema y argumento

El tema de este relato no es otro que el tópico latino “omnia mors aequat”,  el poder igualatorio de la muerte, que no hace distinciones entre las personas, y a la que no le importa la condición social de quien se lleva con ella. Estas páginas presentan la historia de una lamentable confusión, del equívoco de las identidades de dos ancianos, que mueren el mismo día, a la misma hora, en el mismo lugar y por la misma causa: una intoxicación de setas. Era el uno un respetable anciano, que gozaba de un gran prestigio en todo el país, puesto que Don Patricio López de Hornachuelos era en España una figura preeminente: general, senador vitalicio, académico de la Española y de Ciencias Morales, presidente de la Cruz Roja, poseedor del Toisón de Oro…” (p. 15). La otra fallecida era Beatriz de Vargas, una anciana, que, a causa de su buen corazón, de su generosidad, quedó arruinada tras la muerte de su esposo; mas una herencia legada por una amiga de la infancia, viene a resolverle en sus últimos años su preocupante situación económica.

Los dos ancianos veraneaban desde hacía diez años en San Juan de Luz, y a pesar de que no se entendían, ya que ambos tenían opiniones radicalmente opuestas con respecto a cualquier asunto que trataran, siempre estaban juntos repasando sus recuerdos.

Pese a todo, a Beatriz le disgustaban los gestos displicentes de don Patricio, su poca caballerosidad y ciertas afirmaciones suyas que le mostraban como un hombre lleno de prejuicios sociales, y que sin quererlo menospreciaba a la anciana, por lo que ella, resignadamente, siempre acababa las discusiones profetizando con absoluta clarividencia lo que les traería el futuro: “Soloalmorir seremos iguales” (p. 23).

Eldueñodelapensión, monsieur Mouton, escribe sendos telegramas a los familiares de los difuntos, asegurándoles que acataría sus deseos, ya que estos solicitan al caballero francés que realizase las diligencias oportunas para que los restos de los ancianos viajasen lo más pronto posible hacia España. La muerte de don Patricio causa gran conmoción en España, se organizan grandes fastos para rendir un último homenaje al noble senador, tanto en Madrid como en su Córdoba natal:

Al arribar la comitiva a la estación del Mediodía, el público, que aguardaba enracimado, era tan numeroso, que varios pelotones de guardias de seguridad, de infantería y caballería, se  vieron apurados para lograr  paso. Todo el mundo, del alto al  bajo,  del  aristócrata  al sans-coulottes del arroyo público, representantes de  las distintas clases sociales, deseaban  tributar  el homenaje de su  mirada  al  féretro  en  que  iba  guardado  el  cuerpo del muerto, del  español insigne. (p .46)

En los días siguientes al entierro se suceden en la prensa española los artículos elogiosos a la figura del finado, se organizan emotivos encuentros para tributar un merecido homenaje a aquella insigne figura, hasta que días después un telegrama del alcalde de una pequeña población toledana alerta a las autoridades madrileñas de que habían confundido los cuerpos de los fallecidos, y habían enterrado en Córdoba a doña Beatriz, y no a don Patricio. Las autoridades, dándose cuenta del craso error, y por miedo al ridículo, se niegan a deshacer el entuerto, ordenan al alcalde de Toledo que dé sepultura al cuerpo del anciano, colocándole en su lápida el nombre de Beatriz Vargas. Las proféticas palabras de la viuda se cumplen, ambos ancianos, de estratos sociales tan diferentes, se ven igualados por la muerte, porque Beatriz es enterrada en un magno mausoleo y en medio de grandes pompas fúnebres, aquellas que don Patricio muy soberbiamente aseguraba que ella jamás tendría por su condición social. Por el contrario, el caballero acaba conociendo una vez muerto qué es la pobreza, esa modestia de la que le hablaba Beatriz, a la que ella forzosamente hubo de acostumbrarse, pues el senador fue enterrado en una paupérrima sepultura, sin honores.

Estudio del tiempo

El último homenaje es un relato cuya acción transcurre en la época contemporánea del autor. No se ofrecen referencias cronológicas que expresen explícitamente los años a los que se circunscribe la acción, sino que, a raíz de la alusión a personajes relevantes del momento, podemos llegar a colegir que es durante estos años en los que se publica La Novela de Bolsillo,cuando tienen lugar los hechos referidos. De este modo, en estas páginas se menciona la actividad periodística de Cristóbal de Castro en el Heraldo de Madrid,  así como la labor artística de Julio Romero de Torres.

Con el capítulo I observamos cómo la historia comienza in medias res, refiriendo el hecho luctuoso acaecido de madrugada en San Juan de Luz, y el consiguiente ajetreo reinante entre el personal de la pensión para resolver este imprevisto. En el capítulo II se da cabida a una analepsis, para así poder hacer referencia al pasado de los dos fallecidos, a fin de esclarecer quiénes eran, cuáles eran los vínculos que les unían. Merced al empleo del pretérito pluscuamperfecto, el narrador recupera toda la trayectoria vital de los dos ancianos, haciéndose hincapié en las grandes diferencias sociales existentes entre ambos.

Los capítulos III y IV retoman la acción donde lo dejó el primer capítulo. Frasquito Hornachuelos, sobrino de don Patricio, recibe por la tarde el telegrama enviado por el dueño de la pensión francesa, en el que se comunicaba el óbito de su tío la noche anterior. Muy compungido, el joven se dispone a organizar el entierro, y envía las órdenes pertinentes a la pensión gala para que aligerasen los preparativos, a fin de que el cuerpo de don Patricio llegase a España lo más pronto posible. En el capítulo V, y merced al pretérito indefinido, se da cuenta de las reacciones sucedidas en Madrid, tras recibirse la noticia de tan notable pérdida. El Presidente del Consejo pondera la inestimable contribución del fallecido al ejército, y ordena organizar un último homenaje digno de tan noble caballero.

Los capítulos VI y VII se sitúan en “la mañana en que debía arribar a Madrid el cadáver del general don Patricio López de Hornachuelos…” (p. 41).Con el pretérito imperfecto se van describiendo los actos protocolarios que siguieron a la llegada de los restos mortales del general a Madrid, un uso verbal que se combina con el indefinido, gracias al cual puede progresar la acción:

Cual había sido el recibimiento y la despedida que el pueblo madrileño había tributado al cadáver del general López Hornachuelos, fue el homenaje que recibió en todas las estaciones del tránsito en que el tren se detuvo. Autoridades civiles y militares, hombres, chiquillos y mujeres, todos con fervor patriótico, acudían […] Tan afectiva y tan insistente se manifestaba siempre la intención, que en todas las estaciones era preciso que el convoy permaneciese detenido… (p. 51).

Los capítulos VIII y IX se sitúan unos días después del entierro del general.  El alcalde de Maqueda escribe a la familia de don Patricio para ponerle al corriente del error cometido con los cadáveres.  Todos se niegan a solventar el equívoco, porque “es preciso evitar el ridículo” (p. 60).

La muerte siempre es imprevisible, zarandea al ser humano de forma inopinada, trastoca la vida de quienes pierden a un ser querido, porque nadie está preparado para esta. Tales verdades incuestionables son las que se ponen de manifiesto, al estudiar la estructura temporal del relato.

Estudio del espacio

El escenario principal del relato es San Juan de Luz, una región costera francesa, donde muchos españoles de la época finisecular acostumbraban a veranear, debido a la tranquilidad reinante y al clima tan benigno que allí se daba.

“En aquellas tierras tan risueñas, tan feraces, en que todo es exuberante y polícromo” (p. 21), los dos ancianos comparten a lo largo de diez años agradables momentos durante los meses estivales.  Juntos daban largos paseos por las cálidas playas, tenían conversaciones nostálgicas en las terrazas situadas a lo largo del paseo marítimo, y en los jardines de la localidad.

Este es un espacio de encuentro, y posibilita a los ancianos rememorar con emoción aquel ayer, en que ambos vivieron su juventud.  Pero es también el espacio en el que encuentran la muerte.

Gómez Hidalgo para hacer que este espacio aparezca ante el lector revestido de veracidad, hace hablar a sus criaturas en francés.  En los primeros capítulos hay párrafos enteros escritos en francés, con los que, amén de recrear con acierto el ambiente de la pensión, el autor demuestra dominar esta lengua, aunque no sabemos cuál sería la reacción de los lectores de La Novela de Bolsillo, la mayoría de los cuales no estarían muy duchos en el ejercicio de la traducción, al hallarse ante estos interminables párrafos redactados en la lengua del país vecino.

Narrador

En este relato hay un narrador omnisciente que lo sabe todo de sus personajes, que conoce su pasado, su presente, y por ello aclara entre guiones aspectos de estos, como cuando se hace referencia a las peticiones de matrimonio llegadas a doña Beatriz, una vez viuda: “Algunos ricachos de la región –mitad enamorados, mitad compasivos–, solicitaron casarse con ella” (p. 20). Ese sufijo despectivo que figura en esta última cita (“ricachos”), nos permite destacar otro de los rasgos de este narrador, su tendencia a la ironía, fundamentalmente, para criticar a los políticos, a los caciques andaluces, y a todos aquellos que se enriquecieron en la política, a base de engaños y de explotar a los débiles.

El tono más mordaz se vislumbra en el texto cuando el narrador habla del sobrino de don Patricio, Frasquito, un cacique cordobés, que dio el salto a la política nacional, gracias a las influencias de su tío, que no tenía sino “un patrimonio muy mezquino al abandonar hecho teniente, la Academia de Infantería”, pero “supo luego, al inmiscuirse en el vaivén de la política, airearlo de tal modo al  calor del crédito social que le fueron bastantes catorce o quince años para encontrarse millonario” (p. 17). Esa ironía patente en estos fragmentos sirve para que el narrador se distancie de don Patricio y de Frasquito, de dos de los personajes fundamentales, para censurar su modo de obrar y condicionar la opinión del lector sobre este:

Frasquito, que en los períodos de oposición cual el presente, igual  que  cuando  su  partido se hallaba en el poder, era el dominio y la autoridad de la provincia  […] Para  él, jefe  supremo de  los  resortes del  Estado en  toda Andalucía; para él que conocía cuán fácil era extender su poder a la nación; para él que estaba habituado a ejercer la justicia por sí y ante sí, cuando la justicia  se  enfrentaba  con  su voluntad, todo  aquello, en  verdad, no  ofrecía  una   dificultad  invencible… (p. 59).

Personajes

Al hacer referencia a los personajes, hemos de señalar que el escritor no profundiza demasiado en estos, no son perfilados convenientemente sus retratos, porque se vale de ellos simplemente para probar esa idea tan universal y tan reiterada a lo largo de los siglos en la literatura, del poder igualador de la muerte. Ahora bien, resulta muy plausible su tino al elegir los nombres de estos dos personajes que articulan la acción, uno de los cuales, el anciano, representa a las personas que creían que sus riquezas les hacían inmunes a la muerte, que se vanagloriaban de su posición, a costa de humillar al prójimo; el otro encarnaba la modestia, la humildad, la generosidad. Este senador noble e ilustre, este caballero homenajeado con honores por el gobierno español, que acudió en pleno a “rendir el culto de su presencia al patricio muerto” (p. 51), no por casualidad, se llama don Patricio. Tampoco está elegido al azar el nombre de Beatriz, que etimológicamente significa “bienaventurada”[11], de ella será efectivamente el reino de los cielos por la bondad que presidió su vida, por su resignación, y será premiada, asimismo, por un capricho del destino, con un entierro digno de un gran noble.

Estilo y lenguaje

Como ya hemos ido sugiriendo en los diferentes apartados del estudio de este relato, Francisco Gómez Hidalgo pretende crear una novela que resulte verosímil, y tanto la introducción de personajes reales contemporáneos, como el esfuerzo por reproducir el modo de hablar de los habitantes de San Juan de Luz, o la advertencia inicial de que estas páginas están inspiradas en una anécdota referida por Belmonte, confirman esta suposición. El relato está redactado con un lenguaje sencillo, exento de metáforas y de cualquier tipo de recursos que pudiesen enjoyar su prosa, toda vez que está contando una historia verídica, en la que se aborda un tema tan trascendental como cotidiano: la muerte.

El autor narra con una cierta ironía para hacer ver al lector cómo ante la muerte no hay distinciones sociales que valgan. Probablemente, quería demostrar que el destino quiso propiciar aquella situación para castigar la soberbia del general, y para, asimismo, premiar la resignación y humildad de Beatriz de Vargas, que si bien era de noble cuna, se vio sumida en la miseria por su buen corazón y generosidad. Se burla, en suma, de esos vanos intentos del hombre de mantener las diferencias sociales hasta en el postrer instante, para llegar a parecida conclusión a la de Montesquieu, quien sentenció: “Cuando la muerte ha igualado las fortunas, las pompas fúnebres no deberían diferenciarlas”.

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Gloria Jimeno Castro

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Notas

[1] Pablo Herce Montiel: La Duquesa del Sevillano y su obra social, Guadalajara, Diputación de Guadalajara y Ayuntamiento de Guadalajara, 1999, p´.6.

[2] Ibid. 8.

[3] Ibid. 12.

[4] Datos procedentes de la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, 1908-1997, p. 852

[5] José María López Ruiz, op. cit., p. 296.

[6] Luis Sánchez Granjel: Eduardo Zamacois y la novela corta, Salamanca, Universidad, 1980, p. 75; Amelina Correa Ramón, El Libro Popular, Madrid, CSIC, 2001 (Literatura Breve, 7).

[7] Sobre este título consúltese Pedro Romero de Solís: “Belmonte, del fenómeno al misterio”, en Revista de Estudios Taurinos, n.º 34, Sevilla, 2014, pp. 255-263, reseña a la reciente reedición de este título llevada a cabo por el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid en 2013, con ed. y pról. a cargo de José Miguel González Soriano.

[8] Francisco Gómez Hidalgo, La malcasada,Madrid, Imp.Hispánica, 1924.

[9] Ibid., pp. 9-12.

[10] Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, 1908-1997, p. 852

[11] Gutierre Tibón, op. cit., p. 20.

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