La máquina onírica – Mi querida zorra oscura [Escrituras automáticas IX] – Soledad Arcos

La máquina onírica – Mi querida zorra oscura [Escrituras automáticas IX] – Soledad Arcos

La máquina onírica – Mi querida zorra oscura [Escrituras automáticas IX]

***

No hay nada más obsceno que el ocaso – Naomi Watts & King Kong en un fotograma de King Kong [2005 – Peter Jackson]

***

La máquina onírica – Mi querida zorra oscura [Escrituras automáticas IX]

«No hay nada más obsceno que el ocaso”

Querida mía, te hablo desde la desnudez, desde la luz…

He mirado impasible como me ponías una cadena y me paseabas por aquel cuarto en sombras. He visto tus heridas y también he visto las mías. Y he reconocido tu voz desde la exclusión, desde el no amor, desde tu sexo perverso.

He descubierto tu afán de posesión sin límite, el no desatado, el no pronunciado. Sí, a ti, la del alfiler y el pañuelo negro, la de la oscura red… Tu palabra, proyecto de mantis, siempre me ha engañado sembrándome dudas en el útero.

Todo este tiempo he consentido tu invasión lenta, dejándote paso a paso tomarme, despojarme de mi esencia, hacerme esclava de mi herencia… Pero ciertamente no podía verte, estabas demasiado integrada con la obra, mimetizada en mi escenario.

Ahora al fin he pisado suelo y he tomado conciencia de tu representación. Así que me desato la lengua y enciendo los ojos.

No necesito tu protección.
Y cree que me inunda un profundo alivio cuando digo esto en voz alta, siempre había intuido este deseo más allá de mi reflejo.

Ahora puedo mirarte de frente y dejar que me retes con tus ojos de meretriz herida. Así me dejo caer contra ti, te dejo sacudir mis cimientos, entrar por mis agujeros… Y te escucho reír mientras me desarmas con tus dedos largos.

Te dejo lamerme,
prepararme
para ensartar mis piezas
con tus finos hilos.

Pero, ay
solo eres una pobre niña jugando a ser dios.

No hay nada más obsceno que el ocaso.

Paras,
te desconciertas, te das cuenta.

Sonrío.
Lo sabes,
que no te necesito.

Que te creé en alguna noche informe para combatir un Cronos ya descabezado.

Por fin vuelve a su lugar lo que siempre me perteneció.
Noto tu inseguridad, tu miedo.
Has perdido el norte. Mi tiempo ha comenzado.

Y entendiendo que no conoces otra ubicación entre suelo y cielo, te pones a la altura de mis pies,
me cedes el látigo y te amarras con las cadenas que me abandonaron.

Entonces, querida mía,
tras la tristeza de la derrota, el alivio te inunda como un río que explotara desde dentro.

Me miras, bajas la mirada,
y cuando crees libar la libertad en los placeres de la sumisión,

te acaricio el pelo, suelto tus amarres y cojo tu mano.

***

Soledad Arcos



Categories: La máquina onírica

About Author