La pintura de Jesús Domínguez: la emoción de ensayar y descubrir – Sebastián Gámez Millán

La pintura de Jesús Domínguez: la emoción de ensayar y descubrir
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La pintura de Jesús Domínguez: la emoción de ensayar y descubrir
Como todo buen artista, Jesús Domínguez Cascajero (Chiloeches, Guadalajara, 1953), no sabe adónde va cuando pinta. Si lo supiera, tal vez no se pondría pintar. Precisamente para saberlo pinta. De este modo se sienta ante la tela, el lienzo o el papel y se demora hasta que advengan unas formas que vibren y se establezca un diálogo. Es su aventura, su manera de explorar y de explorarse, de conocer y de conocerse, porque no hay búsqueda que no acabe siendo de una forma o de otra búsqueda de sí.
Así, el pintor experimenta la emoción de ensayar y descubrir formas inusitadas, como las que dibujan las nubes en el cielo. No conoce adónde va de antemano: lo va descubriendo a medida que tantea y ve lo que no podía ver antes de ponerse a pintar: una luz fulgurante, un recuerdo que parecía perdido, un vínculo afectivo. Entre esas ráfagas de colores que parecen abstractas se vislumbran leves figuraciones que dejan entrever de forma velada y simbólica momentos de una vida.
Son ejercicios introspectivos que indagan en heridas o abren cicatrices por las que emana la reconciliación o el dolor. Algún día, decía Nietzsche, descubriremos que detrás del arte no había sino cura, cuidado, terapia. A través de la pintura el artista accede a otras formas de pensar, de sentir, de creer, de experimentar. Como la música, estas manchas de colores tienen el poder de redefinir nuestros estados de ánimo y sentimientos. ¿Sabremos ser dignos de ella y de nuestra vida?
La pintura es también una botella arrojada al mar, aguardando que alguien, en algún lugar, tenga un buen encuentro con ella. Y descubra aspectos de sí que quizá permanecían ocultos antes del encuentro con la obra. Pero esto no depende únicamente de la pintura, sino más bien del diálogo que seamos capaces de establecer y mantener con la obra. Para ello le sugiero que se demore inocentemente en estas pinturas, como mira y camina Jesús el mundo. Ojalá, espectador, tenga un buen encuentro con ella.
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Sebastián Gámez Millán
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