¿Qué le pasa a un escritor cuando no quiere escribir? – Teresa García Ruiz

¿Qué le pasa a un escritor cuando no quiere escribir? – Teresa García Ruiz

¿Qué le pasa a un escritor cuando no quiere escribir?

 

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La pregunta podría ser formulada de otro modo: ¿Qué le pasa a un escritor cuando no tiene nada que escribir?. Pero este segundo planteamiento es un error. Es mejor preguntar cuando no quiere que cuando no tiene nada que escribir. Lo cierto es que los escritores siempre tienen algo que decir y no siempre lo hacen. El silencio es voluntario. A veces por falta de un puerto seguro, donde refugiarse en el proceso, y descansar amado, después del parto.

Cuando lo que tenemos en la mente y en el corazón sigue en etapa de gestación; es quizás, y apenas, una simiente a la altura del pecho buscando a rastras la fuente de la vida. A veces, una herida biográfica, un duelo social, una tormenta política, una pena que sangra, es lo que seca la tinta y nos calla, aunque decir nos calla sea impreciso porque siempre es voluntario.

Cuando el autor no escribe, hay una lucha entre el silencio y las palabras, entre el pensamiento y el sentimiento, entre el saber y el amar. El  escritor suspendido se percibe en el ojo del huracán y sabe que la tormenta no ha terminado.

Dentro de sí, todo se ve y se siente desordenado, confuso… Revolotean preguntas. En la paredes de la mente, se azotan imágenes cargadas de emociones que sin forma definida, fluyen del cuerpo y del alma hasta el cerebro que las confunde. Privadas de su ser y sitio en el orden del universo de cada humano, se conocen las causas, pero no el sentido. A veces el corazón lo sofoca, a veces la mente lo aturde. El cerebro cansado se rinde y desparrama sobre la totalidad del escritor que ahora sufre. El ruido fuerza al silencio. El autor intuye que no es oportuno. Ya llegarán tiempos mejores.

En vez de hablar llora, pinta o siembra. Ahogado en el sinsentido de las próximas páginas, aterrado ante el deterioro de un corazón amordazado, busca consuelo en ocaso.

-¡Que hable el sol!-, dice el autor en silencio.

-¡Que trinen los pájaros y rasguen el aire! ¡Que el viento sople y mueva a los árboles! ¡Que una brisa llegue a mi musa, y la despierte para que yo hable!. No escribo porque ella duerme.

Que la musa haga, que la musa diga y altere al moribundo de la pluma… Y ahí, desde otra ventana se ve a la autora. No se atreve, no quiere, lo tiene todo empujando dentro, como el bebé hace a las costillas de la madre cuando nace. Todas las denuncias, los sueños, los deseos patean fuerte el corazón de quien se resiste y calla; no escribe y muere.

-¿Y cómo se ve a sí misma mientras perece?.

-En la cárcel del silencio encadenada. Ve la vida que no la mira, ve al sol que no se acerca, ve a la luna que se esconde, ve a las aves que le dicen “canta”, y a los perros que le dicen “juega”, el gallo abre sus alas y le da la espalda “da de comer y calla”.

Cuando la autora no quiere decir lo que hay dentro, sabe que se está muriendo, teme y desea el último instante para morir completa. Espera un sueño. Tiene la esperanza de mirar, como burbujas subir, las muchas vidas de tan pocos años. Y si encuentra una ruta de regreso razonable, que sople de belleza su pasado, con una vida que la excite hacia el futuro, tendrá un feliz final imaginario. De otro modo duerme; en coma y puntos suspensivos duerme. A a veces, también llora, y cada lágrima es una lupa que atormenta letras acabadas.

Terca, rebelde y necia, cuando al fin despierta de su flagelo, la mujer escribe y deja volar sus palabras. Son tan libres como ella. Pare cada libro como a los hijos que sueña; los cría y libera. Celebra que el hijo crezca.  Es mejor que así sea. No aspira a un millón de lectores, sólo quiere un compañero. De su mano sumergirse en las olas y volar por encima de las ciudades, para salir del pesado ambiente de las calles. Fecundada por un abrazo que le acaricie el alma, como si fuese una siembra de palabras, la verás escribir como quienes pintan con acuarelas. Encinta de Amor es cuando escribe.

 

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Teresa García Ruiz

 

Categories: Literatura