Tierras de penumbra – Dos poemas de Manuel Mistral Brand

Tierras de penumbra – Dos poemas de Manuel Mistral Brand

Tierras de penumbra 

Para T.

*

“Mis lágrimas no serán de desesperación, sino de felicidad. Mi propia ternura me embriaga. Adoro los tiernos brotes primaverales y el cielo azul. La inteligencia y la lógica no desempeñan en esto ningún papel. Es el corazón el que ama…, es el vientre… Amamos las primeras fuerzas de nuestra juventud… ¿Entiendes algo de este galimatías, Aliosha? -terminó con una carcajada.

Aliosha: Lo comprendo todo perfectamente, Iván. Desearíamos amar con el corazón y con el vientre: lo has expresado a la perfección. Me encanta tu ardiente amor a la vida. A mi entender, se debe amar la vida por encima de todo.

Iván: ¿Incluso más que al sentido de la vida?

Aliosha: Desde luego. Hay que amarla antes de razonar, sin lógica, como has dicho. Sólo entonces se puede comprender su sentido”.

Los hermanos Karamázov

Fiódor Dostoïevski

Tierras de penumbra

Si apagas la luz ahí dentro,
podrás verme.

Tu herida es mi herida.
La llevo cosida a mi oscuridad.
La esperanza se desviste como anhelo,
como un lejano aire de campanas.

Con tanta luz no lograrás verte tú tampoco.
Es mejor que habitemos la penumbra,
una tierra de nadie que hagamos nuestra.

Mi herida es una ciudad callada, derrotada.
Tu dolor cae sobre mí
con la indiferente delicadeza de la nieve.
Estás al otro lado,
pero en mí, dentro de mí.

Te inventó el sueño
o tal vez naciste antes que los nombres.
No sé.

Yo vivo en las líneas de tu mano
y te atravieso como una inquietud.
Eres la sombra de mi alma,
pero tuya es la luz que la alumbra.

Te quise decir, te dije, te he dicho,
te digo siempre
que cuando te miro
tu mirada es música callada.

Duermo en cualquier hueco
de tu vida,
en la huella de tus latidos,
en la distancia convocada
por el espejo de tu deseo.

No permitas que la luz nos ciegue.
La verdad no es más que polvo y ceniza.
Ceniza de los días.
Usura del tiempo.

No hables -dijiste-,
acaricia la piel del agua.

Sabes que ya hemos llegado, ¿verdad? -te dije-.
¿Adónde? – preguntaste-.
Allí.

*

If thou wilt ease thine heart

Of love and all its smart,

Then sleep, dear, sleep

[…]

Death’s Jest Book or The Fool’s Tragedy

Thomas Lovell Beddoes

*

Es hora, amor, de deponer las armas,

pues todas las batallas están perdidas [1]

No digas nada

no digas nada
de los enigmas que arden en la aurora
la noche está preñada de misterios azules

de indescifrados signos

una ciudad en llamas tu cuerpo
un lienzo desnudo
un jardín sin memoria
el tiempo no es serpiente
el tiempo late en cada beso

para habitar tus manos
vengo de ninguna parte
para dar nombre a tus pies
para escribir la redención en tu vientre

el azar viaja a la deriva
como una ballena moribunda

la noche navega
por el río de la memoria
negra espalda del tiempo
pájaros ebrios tejen con su vuelo
el color de mi sueño

son rosas
que nacieron en nuestras manos
de esta herida
de donde brota el deseo
de esta herida
que divide nuestra alma
en dos cuerpos errantes que se aman,
que se buscan, que se pierden
que se encuentran
como restos de un naufragio
en playas abandonadas de mares insólitos

no digas nada
bésame tan sólo
la noche es una estancia deshabitada
un aullido callado cosido con cicatrices
bésame tan sólo

con nostalgia,
como si no existiera
y me hubieras soñado
y mi nombre no fuera sino el eco
de una palabra no dicha

bésame
con tristeza,
como si hubieras perdido
en la penumbra de tus labios
como si hubieras perdido
dolor deshojado
pétalo a pétalo en cada beso

no digas nada
bésame con furor y misterio
tu boca cuchillo de esmeralda
tus dientes devorando mi alma
con furor y misterio
antes de que nazca la mañana
y en su olvido
se desvanezca nuestro abrazo

*

Manuel Mistral Brand

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Nota

  1. Elizabeth Smart. En Grand Central Station me senté y lloré. Traducción y notas de Laura Freixas. Editorial Periférica, Cáceres, 2009 [ISBN: 978-84-92865-00-0], p. 141.

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