De una noticia aparecida el 6 de enero de 1936
***

***
De una noticia aparecida el 6 de enero de 1936
“Pues verá usted, mi señora y yo regentamos una humilde pensión en la calle Atocha, cerca de la estación. Nada de postín, lo suficiente para permitirnos llenar el puchero los días de cuaresma. Somos gente honrada y temerosos de Dios, y sólo aceptamos a clientes que nos parezcan tan honrados como nosotros. Eso no quiere decir que alguna vez no se nos cuele alguna mamarracha. Somos personas y también nos equivocamos de cuando en cuando. Pero claro, que no me entere yo, que la pongo de patitas en la calle en menos que canta un gallo. No sería la primera vez que he tenido que echar a alguna de esas. Y no me ha temblado el pulso, no se crea usted. Algunas lloran, otras se revuelven como fieras, pero en nuestra casa sólo entran personas como Dios manda. Lo normal es que nuestra clientela venga de paso. Que acabe de llegar de la estación y que se vaya en menos de una semana. Visitan a algún familiar enfermo, acuden a alguna gestión, y vuelven a su casa en el mismo tren que les trajo. La susodicha apareció hará un par de días. Dijo que era de Lugo, y acento gallego sí que tenía. Más no sé decirle. Parecía una mujer como tantas otras. Firmó en el libro de registro con el nombre de Adela Fernández Varela y aseguró que tenía 26 años, puede usted consultarlo cuando lo tenga a bien. Otra cosa es que sea cierto lo que decía. Traía dos criaturas que daba alegría nada más que mirarlas de lo preciosas que eran. Una era un niño de pecho que no tendría ni tres meses y la otra un zagalín de dos años. En principio no notamos nada raro. Parecía otra muchacha sin más, como le digo. A mí señora al día siguiente le contó que estaba casada con un funcionario de correos que estaba destinado en un pueblo de Córdoba, que pronto se reunirían y no sé qué más. Y ya sabe usted como son las mujeres porque, después de este relato, la mía me dijo: Manolo, a esta pájara la han largao. La verdad es que yo le vi algo raro. No sabría decirle qué. Pero te miraba de una forma rara. Parecía ausente, como si viviera en otro mundo. Y yo me dije, los gallegos que son así. Tendría que haber sospechado algo. ¿Quién me iba a decir a mí? El niño pequeño no dejó de llorar en toda la noche. No sé si tenía hambre o es que la criatura se encontraba allí desamparada. Ella nos dijo que venía ya malo y que no era nada de cuidado. Unos mocos y un poco de tos. Pero cuando ya la cosa pasó de castaño oscuro fue cuando salió por la puerta esta mañana sólo con el mayor de la mano. Mi mujer vino corriendo a decírmelo y era verdad que todavía se oía llorar al pequeño dentro de la habitación. Un niño tan pequeño y allí sólo. Entenderá usted que no sabíamos qué hacer. Porque nosotros siempre hemos sido muy respetuosos con las cosas de nuestros clientes. Pero el niño no paraba de llorar y no sabíamos cuándo volvería la madre. En vista de la situación tuvimos que abrir la puerta. El pequeño estaba en la cama y era un mar de lágrimas. Mi señora lo cogió y se lo llevó a la cocina. El pobre estaba muerto de hambre. De enfermo nada. Y su madre que no aparecía. Como a las cinco de la tarde llegó una vecina y nos contó lo de la madre. Yo no daba crédito. Todavía tenía alguna esperanza de que volviera a por la criatura. Pero, ¡mira que abandonar así a tu propia sangre! Yo no sé que hay de cierto en todo lo que nos dijo, pero según entendimos la tienen ustedes aquí en el calabozo. ¿Es verdad que dejó al otro niño en mitad de la calle de Fuencarral con un billete de 50 pesetas en el bolsillo? La muy malnacida, y perdóneme usted el lenguaje pero es que me enciendo de pensarlo, abandonar a sus dos hijos. Menuda noche de Reyes van a pasar las dos criaturas. Nosotros somos gente humilde, ya se lo he dicho, y no sabíamos que hacer con la criatura. Esto es asunto de la policía, me ha dicho mi mujer. Además el pequeño tiene que estar con su hermano. Por eso aquí se lo traigo. Llévenlo a la Inclusa o busquen a su padre, si es verdad que lo tiene, pero a esa loca ni se lo acerquen. Hay gente que merece garrote”.
***
Íñigo Palencia
About Author
Related Articles

Presentación y firma de ejemplares de «La primavera del desencanto», el nuevo libro de Pedro García Cueto
![La Canción de la Tierra – Todo lo bueno es libre y salvaje – 200 Años de Henry David Thoreau [12 Julio 1817 – 6 Mayo 1862] – Lord Jim](https://cafemontaigne.com/wp-content/uploads/1200px-Benjamin_D._Maxham_-_Henry_David_Thoreau_-_Restored-248x165_c.jpg)