Atento a los hallazgos del azar: sobre la pintura de Paco Lara-Barranco [Con motivo de la Exposición «Completando dibujo» – Galería Birimbao – Sevilla] – Sebastián Gámez Millán
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Atento a los hallazgos del azar: sobre la pintura de Paco Lara-Barranco
Con motivo de la exposición Completando dibujo en la Galería Birimbao – arte contemporáneo- [C/ Alcázares, 5 – 41003 Sevilla]
Del 6 de noviembre al 5 de diciembre de 2018
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I. Del «no-proyecto» a los hallazgos del azar
Es imposible remontarse al origen de la inconcebible sucesión de causas que nos llevó a cruzarnos en la infinita soledad del espacio-tiempo. Lo cierto es que en la mañana del 8 de septiembre de 2018, el artista y profesor de Bellas Artes Paco Lara-Barranco (Torredonjimeno, Jaén, 1964), me recogió en la estación de Santa Justa de Sevilla y nos trasladamos al estudio que posee en la buhardilla de su casa.
Obviamente, se puede conocer y valorar la obra de un artista sin estar informados de la biografía, la persona, sus circunstancias. Al fin y al cabo, esto segundo pertenece al yo social, y lo primero al yo profundo, que es lo que de manera real e íntima se encuentra vinculado con la creación, para distinguirlo en términos de Marcel Proust. Pero la biografía, sus circunstancias, la presencia de la persona, pueden y suelen enriquecer el conocimiento de la obra.
Eso que a falta de mayor conocimiento llamamos “azar” es muy fecundo si sabemos mirar y atender bien cuanto nos circunda. Basta con contemplar la naturaleza. ¿Hay obras humanas comparables a las que surgen de la poderosa mano del azar y de la necesidad de la naturaleza? Paco Lara-Barranco sueña con que los cuadros se hagan solos. Pero alguien tiene que acompañarlos, verlos crecer capa a capa. Aplica la técnica del arrastre con la espátula y la llana, a la manera de Gerard Richter, una de sus influencias. Y observa cómo se va sedimentando y generando formas imprevisibles, tonos insospechados.
Nada hay bello sin el azar, diría alguien. Mas el azar no solo embellece las obras por los giros inesperados y la naturalidad que otorga; antes bien es su condición misma de posibilidad. Olvidamos a menudo que nadie eligió venir aquí. Y en este sentido somos hijos del azar y de la necesidad. Arduo saber con precisión cuánto le corresponde a uno y cuánto a la otra. Y lo mismo sucede con el arte. “Como la vida, la pintura se debate en un balance entre el azar y el control”.
Una de las funciones del artista es saber acompañarla a buen puerto, elegir qué caminos tomar, decidir cuándo abandonarla, cuestión que no es nada fácil y que, sin embargo, es decisiva, pues los efectos que suscite en los espectadores dependerá en cierto modo del estado en que se encuentra. Nunca se recordará lo suficiente que, como decía uno de los más penetrantes pensadores del arte, Paul Valéry, “las obras no se acaban, se abandonan”.
El trabajo del artista es mantenerse atento a los hallazgos del azar. Y por el tiempo de gestación de esas “cápsulas de tiempo” que son las obras de Paco Lara-Barranco, que pueden oscilar entre varios años, sospecho que el artista mantiene una relación erótica con el cuerpo de la pintura, que acaso solo abandona cuando ya no hay deseo ni tensión. No le interesa tanto concluir la obra sino la relación que mantiene con ella en tanto esta le permite jugar, experimentar, descubrir.
De hecho, uno de los principios artísticos de Paco Lara-Barranco es el “no proyecto” o, si se prefiere, el “anti-proyecto”, o sea, no procurar representar en la materia del lienzo las imágenes que tiene en mente, a la manera de la mímesis clásica, no partir de una idea previa. Este principio artístico guarda relación con la crítica de Paul K. Feyerabend al mito del método científico, es decir, a la arraigada creencia de que lo que distingue a las ciencias naturales de otros modos de conocimiento es un método. El filósofo no pretende arremeter contra la ciencia, a veces magnificada, sino más bien “humanizarla”, reconociendo que lo más razonable y eficaz es lo que se practica en realidad, una pluralidad de métodos.
Paco Lara-Barranco insiste a menudo en el valor de la autonomía de la obra. Si el “no proyecto” subraya la importancia del proceso antes que su clausura es porque al artista le interesa especialmente el camino, pero el camino como forma de ensayo y exploración. Por otra parte, como certeramente ha señalado, este principio artístico le lleva a mantener una postura más independiente, ya que “si supeditamos el acto creativo a criterios mercantiles, la legitimación de su calidad depende directamente de los valores que en cada momento histórico defiende el sistema de mercado, y las posibilidades de innovación en el trabajo del arte quedan ciertamente mermadas”.
Precisamente porque parte de un “no-proyecto” las obras están abiertas a experimentar, a descubrir, a crear. No me extraña, pues, que conciba “el arte como un proceso de investigación”. Y por consiguiente la pintura sea “un medio de conocimiento (del ser, de lo que nos rodea)”. Atento a los hallazgos del azar, mientras juega y experimenta, descubre. Creando es como se llega a conocer, a crearse, a conocerse, pero siempre por la senda de lo desconocido. Como de manera memorable lo expresó un clásico de la poesía y de la mística en “Coplas del mismo hechas sobre un éxtasis de alta contemplación” en un texto esclarecedor acerca de los procesos de creación, pero sin dejar de reconocer el misterio:
“Entréme donde no supe
y quedéme no sabiendo,
toda ciencia trascendiendo.
I
Yo no supe dónde entraba,
pero cuando allí me vi,
sin saber dónde me estaba,
grandes cosas entendí
no diré lo que sentí,
que me quedé no sabiendo
toda sciencia trascendiendo.
II
De paz y de piedad
era la sciencia perfecta,
en profunda soledad
entendida vía recta;
era cosa tan secreta,
que me quedé balbuciendo,
toda sciencia trascendiendo.
III
Estaba tan embebido,
tan absorto y ajenado
que se quedó mi sentido
de todo sentir privado,
y el espíritu dotado
de un entender no entendiendo,
toda sciencia tracendiendo.
IV
El que allí llega de vero,
de sí mismo desfallesce;
cuanto sabía primero
mucho bajo le paresce;
y su sciencia tanto cresce
que se queda no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
V
Cuanto más alto se sube,
tanto menos se entendía,
que es la tenebrosa nube
que a la noche esclarecía;
por eso quien la sabía
queda siempre no sabiendo,
toda sciencia trascendiendo.
VI
Este saber no sabiendo
es de tan alto poder,
que los sabios arguyendo
jamás le pueden vencer;
que no llega su saber
a no entender entendiendo
toda sciencia trascendiendo.
VII
Y es de tan alta excelencia
aqueste sumo saber,
que no hay facultad ni sciencia
que la puedan emprender;
quien se supiere vencer
con un no saber sabiendo,
irá siempre trascendiendo.
VIII
Y si lo queréis oír
consiste esta suma sciencia
en un subido sentir
de la divinal esencia;
es obra de su clemencia
hacer quedar no entendiendo,
toda sciencia trascendiendo.
II. La noción de «autor» cuestionada
En la estela de su admirado Marcel Duchamp, el azar, junto con la necesidad y el tiempo, desempeña un papel crucial en el proceso de creación de las obras de Lara-Barranco, hasta el punto de que él se considera “un mero ejecutor”. Sabemos bien que no se crea cuando nosotros queremos, aunque la inspiración nos sobreviene siempre trabajando, como señaló Picasso al tiempo que parafraseaba a Baudelaire.
¿Qué papel tiene el artista en la creación? Recordábamos antes que Paco Lara-Barranco sueña con que las obras se hagan solas. Pero también sabemos con certeza que si uno no interviene la obra no se lleva a cabo. Se diría que él juega como un niño, experimenta, ensaya posibilidades, hasta que se adentra en el proceso de creación, en el que por momentos desaparecen las fronteras epistemológicas tradicionales entre “sujeto” y “objeto”, como si camináramos hacia una no dualidad.
Sospecho que uno de los mayores placeres que proporciona el arte, tanto al creador como al espectador, es esta provisional fusión y desaparición del “sujeto”. Asimismo, en consonancia con ello, a Paco Lara-Barranco no le gusta provocar ni dominar la obra, sino más bien la acompaña tomando decisiones para que vaya adquiriendo cuerpo y se vaya haciendo. Una de las decisiones más difíciles y relevantes es cuándo abandonar una obra, pues en función de en qué estado se considere concluida, y de la recepción del espectador, suscitará unos efectos sentimentales, cognitivos y comunicativos u otros.
A contracorriente, en contra del culto a la figura del artista propio de nuestra época, él cuestiona la acción del “autor” y emplea a la hora de describir cómo se crea una obra, en lugar de la primera persona del singular, de la que tanto abusamos, un pronombre impersonal: “se está dibujando”; “se está conformando en sí misma”…
¿Quién crea? Basta formular la pregunta y en seguida responde la gramática, engatusándonos: “yo”. Pero, ¿quién es “yo”? ¿Pienso “yo” cuando quiero lo que quiero o más bien hay no pocas ocasiones en la que me sobrevienen pensamientos? ¿Creamos cuando queremos o acaso sobreviene la creación, eso sí, mientras trabajamos? No estoy sino parafraseando a algunos pensadores como Nietzsche, Freud o Wittgenstein, que pusieron en tela de juicio la noción de sujeto de conocimiento cartesiana.
El arte y la literatura balbucean lo que luego la filosofía conceptualiza, y más tarde la ciencia acaso experimenta y comprueba. Desde hace bastante tiempo los artistas han intuido el poder de lo inconsciente durante los procesos de creación. Pensadores como Nietzsche reconocieron la falta de conceptos para designar algo que no es la consciencia y que nos impulsa a actuar; inspirándose en un pionero de la medicina psicosomática, Groddeck, que a su vez lo hizo en el autor de Más allá del bien y del mal, Freud lo denominó “ello”: lo inconsciente.
A pesar de las discusiones que ha levantado el psicoanálisis en torno a su cientificidad, es difícil negar la revolución que ha producido y los numerosos caminos que ha abierto. Actualmente, algunos prestigiosos neurólogos, como David Eagleman, a la luz de las recientes investigaciones sobre los procesos mentales del cerebro, han cuestionado nociones como las de “yo”, entendiéndolo como conciencia, o “responsabilidad”.
Evidentemente, en las esferas éticas, jurídicas y políticas, no podemos prescindir de este concepto, inseparable de la libertad, a riesgo de desprendernos de nuestro poder sobre nosotros mismos y echar abajo la arquitectura que nos sujeta y sobre la que caminamos a tientas. Pero es obvio que aquí existe otra brecha entre lo que comúnmente llamamos “la teoría” y “la práctica” o, si se prefiere, un salto abismal entre lo que sucede de facto y lo que sentimos que deber ser desde una perspectiva moral.
En el territorio de la literatura, escritores como Antonio Machado, Fernando Pessoa, Pirandello o Jorge Luis Borges, con sus máscaras, desdoblamientos y heterónimos, y no pseudónimos, esto es, otros nombres y no falsos, han conseguido tambalear la noción de autor. A consecuencia de ello, en un ejercicio de autocrítica y honestidad inusual, este último dudaba de los méritos que se le atribuían: “Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición”.
La obra de Paco-Lara Barranco entronca con esta problemática de la conciencia moderna histórica, acaso demasiado consciente del peso de las tradiciones para crear sin robar o mencionar a otros –intertextualidades–. Al menos desde Duchamp, no hay que construir una obra, basta con encontrar un objeto, introducirlo de forma inteligente en un obra y ponerle un nombre. Lo que cuenta es la intención, lo que propone, situar al espectador en el lugar del autor, el significado.
III. Entre la pintura y la escultura
Cada arte posee una particular puerta de acceso al mundo, puesto que cada una trabaja con un lenguaje distinto. Así que lo que se puede expresar musicalmente, no se puede expresar igual bajo otro arte. Y lo mismo, pero diferente, se puede decir respecto a la pintura, la escultura… Ahora bien, todas las artes tienen en común operar con los lenguajes, a través de los cuales pensamos, comprendemos, interpretamos y nos comunicamos, actividades fundamentales para el desarrollo de nuestra humanidad.
En una de las más hondas meditaciones del siglo XX sobre esta materia, El origen de la obra de arte, Heidegger, inspirándose en Hegel, uno de los pocos filósofos que se atrevió a reivindicar el arte como verdad, sostiene: “Todo arte es en su esencia poema en tanto que un dejar acontecer la llegada de la verdad de lo ente como tal. La esencia del arte, en la que residen al tiempo la obra de arte y el artista, es el ponerse a la obra de la verdad (…) Si todo arte es, en esencia, poema, de ahí se seguirá que la arquitectura, la escultura, la música, deben ser atribuidas a la poesía”.
¿A qué se refiere aquí con “poesía”? Creo que el término que lo podría traducir de manera menos inexacta es “creación”. Para Hegel el arte es la manifestación sensible de la verdad, y esta acontece en el proceso de creación (al que habría que añadir también, y no menos decisivo, el de recepción). Sea como sea, a lo largo de la historia han sido innumerables las confluencias –y divergencias: recuérdese la distinción de Lessing entre artes de espacio (pintura, escultura y arquitectura) y artes de tiempo (poesía y música)– de las artes, desde la caligrafía china, en la que se funden la pintura y la escritura, hasta esos artistas modernos que pasan de una modalidad a otra como si fueran puentes: pienso en Miguel Ángel, Picasso, Giacometti, Chillida, Antonio López…
Pues bien, en estas últimas obras de Paco-Lara Barranco se aprecia la voluntad de convertir la pintura en objeto. Tengo la impresión de que esto es una tendencia que se ha incrementado durante los dos últimos siglos y, particularmente, en su obra. El giro podríamos situarlo en el que ha sido considerado padre de los impresionistas y aun de toda la pintura del siglo XX: Manet.
Michel Foucault lo juzga así por tres innovaciones cruciales: 1) “la manera en que Manet ha tratado el espacio; 2) “cómo ha tratado el problema de la iluminación”; 3) “cómo ha hecho jugar el lugar del espectador en relación con el cuadro”. De este modo renuncia a la “fuga clásica”, a la ilusión que genera la perspectiva y, en consecuencia, halla el “cuadro-objeto”: “Manet reinventa (¿o acaso inventa?) el cuadro-objeto, el cuadro como materialidad, el cuadro como objeto pintado que refleja una luz exterior, y frente al cual o en torno al cual se mueve el espectador”.
Esta reflexión se encuentra en Paco Lara-Barranco al menos desde Manet, gran escultor, que se abre con la anterior cita y que a priori parece una provocación, pero que no lo es para quien conozca profundamente los movimientos del arte de los últimos siglos. Entre sus reconocidas influencias, reconoce a “Marcel Duchamp, Dan Flavin, Donald Judd y Mark Rothko”, al que yo añadiría Malévich, creador del suprematismo que con el célebre Cuadrado Negro alcanza lo que a falta de otros conceptos uno denominaría el grado cero de la pintura.
Por ello la pintura de Completando dibujo se caracteriza por renunciar al ilusionismo, los espacios planos, la bidimensionalidad, además de texturas que acentúan el cuadro-objeto, el valor escultórico de la pintura… todo dentro de una indagación meta-pictórica y en busca de la máxima autonomía de la obra.
IV. Dibujo y geometría
Si el “cuadro-objeto” estaba presente, y no ha hecho sino incrementarse su relieve en el devenir, dos características que aparecen o reaparecen en esta nueva exposición es el dibujo y la geometría. No es fortuito que haya elegido de título, decididamente ambiguo, “Completando dibujo”, que por un lado alude con ese gerundio al arte como movimiento continuo –“ningún proceso está acabado”, advierte–, y, por tanto, no como algo hecho, acabado o concluido.
Y, por otro lado, a contracorriente de lo que ha sido y en cierto modo sigue siendo la práctica tradicional del arte, en la que el dibujo es la base de todo a partir de la cual se percibe y se imagina, se explora y se descubre, Lara-Barranco no dibuja, primero, y luego, completa, sino al revés, aplica capas y capas de pintura arrastrada, combinándola con lo que el azar de los días le depara a su atención, y así emerge el dibujo, pues basta tal vez una línea para que se abra un horizonte.
En principio, cualquiera diría que la pintura de Paco Lara-Barranco es abstracta. Pero esto nos puede llevar a plantearnos si existe en sentido riguroso la abstracción. Sin duda posee unas elevadas dosis de abstracción. No obstante, si la imaginación es el fruto de las convenciones de la memoria, ¿podemos imaginar sin figuras? ¿Se puede crear sin figurar en mayor o menor medida, consciente o inconscientemente?
Otra característica de la obras de esta exposición es la geometría. Esta rama de las matemáticas que se ocupa de las figuras en el espacio atraviesa la historia de la cultura Occidental, desde Pitágoras, para el que la realidad está compuesta de números, pasando por Galileo, para el que la naturaleza está escrita en caracteres matemáticos, hasta nuestros días. Me pregunto si puede haber belleza sin geometría, incluso más allá de la geometría apolínea de los griegos, con valores como la simetría, el orden, la proporción, la armonía, que si es que no lo son, están en vías de ser universales.
¿Se podría decir quizá que el dibujo es el principio de distintas modalidades artísticas, como la pintura o la arquitectura, pero al mismo tiempo el fin? Sospecho que nuestra percepción, al igual que nuestra imaginación, nos lleva a descubrir formas e imágenes incluso donde no está claro, como en las manos, en las piedras, en las montañas, en las nubes, en las estrellas… Y no hay quizá forma ni imagen sin dibujo, sin contornos, sin líneas, sin colores que delimitan y distinguen.
V. Aprender a recibir el mundo. Otras bellezas.
Por situarlo en el nombre con el que se lleva a cabo una ruptura radical en las prácticas artísticas, al menos desde Marcel Duchamp tiene lugar un giro copernicano en el arte contemporáneo, pues en su correspondencia escrita así como en sus creaciones manifiesta que no importa tanto la obra en sí como lo que nos pueda suscitar. Por lo tanto, como ocurre en la historia de la filosofía moderna, desde Descartes, pasando por Kant, hasta la teoría de la recepción, cuyo representante más destacado es Hans Robert Jauss, prevalece el papel del sujeto sobre el objeto (quizá incluso el del espectador sobre el creador, salvo que no existiría la obra sin este último).
Lara-Barranco es plenamente consciente del papel capital de aquel que contempla la obra: “La función del espectador es esencial para completar el acto creativo. (…) Sólo la actividad perceptiva y consciente del receptor da sentido al objeto artístico contemplado”. Ahora bien, si la recepción de los espectadores es la que va completando el dibujo de la obra, el artista es el que en cierta manera elige qué se va a percibir y cómo, ya que ensaya en primer lugar consigo mismo durante el proceso de creación.
En cierto modo, el lenguaje que emplea un artista preselecciona qué posibles espectadores pueden tener un buen encuentro con las obras, si bien esto depende además de otros factores, como los conocimientos previos, o de otros más contingentes, como el estado de ánimo, las expectativas… En consonancia con su ideal de alcanzar la máxima autonomía de la pintura, las obras de este artista, en tanto que oscilan entre la abstracción y la geometría, son muy abiertas y requieren, por consiguiente, un papel de complicidad por parte del espectador.
Me pregunto si una de las funciones del arte no consiste precisamente en mejorar nuestra forma de percibir, acoger, comprender y comunicar cuanto nos rodea. El arte contribuye a que aprendamos a recibir el mundo con otra mirada en la que si no todo, cosa que podría ser peligrosa, pues no habría sensibilidad para distinguir el bien del mal, casi todo puede ser bello.
De este modo el arte ayuda a la formación intelectual y a la educación sentimental de las personas, que es un fin y a la vez un medio. Un fin porque no hay acaso nada más valioso que formarnos y educarnos. Sin ello no sabemos vivir ni convivir civilizadamente. Pero al mismo tiempo es un medio, ya que sirve para percibir, distinguir, comprender, valorar o decidir de manera más conveniente, tanto en el espacio privado como público.
Uno de los medios para los que sirve el arte es para conocer y valorar mejor el arte. Claro que esto no es un fin en sí mismo; será un fin cuando sirva a la vida individual y/o social. No obstante, no hay que olvidar lo que indicaba Fernando Pessoa: “Porque yo soy del tamaño de lo que veo / y no del tamaño de mi estatura”. Coincide casi por el mismo tiempo con lo que afirma Wittgenstein en el Tractatus: “Nuestra vida es tan infinita como ilimitado es nuestro campo visual”. Quizá más exacto sería decir que nuestra vida es tan vasta como nuestro horizonte intelectual, entendiéndolo a la manera de los griegos antiguos, en los que lo verdadero es indisociable de lo bello y lo bueno.
Puesto que el arte se sucede en diálogo, y tal vez una de las características del arte de nuestro tiempo sea la dificultad de liberarse de las tradiciones que desembocan en el presente, para tener un buen encuentro con una obra es en no pocas veces necesario haber adquirido suficientes conocimientos previos. Sin tales conocimientos carecemos de la llave que nos permite adentrarnos en la obra.
El significado que tiene algo para nosotros, como ha observado el neurólogo David Eagleman, “depende de nuestras redes de asociaciones, que se basan en la historia total de nuestras experiencias vitales”, hasta el punto de que se podría decir que nosotros no percibimos los objetos como son, sino más bien como somos nosotros, lo que concuerda con la idea que resaltábamos al comienzo de este último epígrafe: en la experiencia artística contemporánea el receptor es más determinante que el objeto.
La noción de “belleza” se encuentra en cuestión permanente por lo menos desde el Siglo de las Luces; no porque haya desaparecido, sino porque se ha resquebrajado en multitud de añicos, algunos de los cuales, sospecho, son nuevas categorías estéticas que han surgido y otras que están por designar. El artista sabe que la belleza anida en cualquier rincón, solo es necesario crear las condiciones adecuadas para alumbrarlo: “la belleza puede estar en cualquier lugar y, de hecho, lo está. Cada receptor puede ampliar lo que significa `belleza´ si frecuenta, y se rodea, de diferentes formas de entender ese concepto”.
Como escribiera Arthur C. Danto, “en la filosofía del arte lo sabemos. El discurso de la redención estética nos asegura que, tarde o temprano, todo arte nos parecerá bello, por feo que se muestre al principio. (…) La repulsión, la abyección, el horror y el asco son hoy categorías estéticas tan válidas como lo sublime en el siglo XVIII. (…) La belleza apenas importan, es tan sólo una opción. Lo que importa en el arte es el significado, y si hay belleza es porque contribuye a éste”.
Creo que la propuesta de Completando dibujo, de Paco Lara-Barranco, está dirigida para sentir un pasmo de belleza ante los fenómenos más corrientes y casi imperceptibles, como cualquier objeto que nos encontramos por un camino, unos colores, unas líneas, unas texturas… todo ello dibuja algo, ¿seremos capaces de percibirlo? En el fondo, todo artista puede hacer suyas las palabras del gran paisajista John Constable: “No señora, no hay nada feo; en toda mi vida no he visto una sola cosa fea; sea como fuere la forma de un objeto, la luz, la sombra, la perspectiva lo harán siempre bello”.
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Sebastián Gámez Millán
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Imágenes seleccionadas de las obras de Paco Lara-Barranco expuestas en Completando dibujo

Pintura 133 [junio 2014 – abril 2018 Óleo, carboncillo y rotulador sobre tela, 146 x 97 cm]

137 [noviembre 2014 – febrero 2017 Acrílico y óleo sobre tela, 100 x 81 cm]

138 [noviembre 2014 – febrero 2018 – Óleo, pintura de esmalte, lápiz de color y spray sobre tela, 146 x 97 cm]

Pintura 139 [diciembre 2015-junio – 2018 – Óleo, óleo en barra y lápiz grafito sobre tela, 146 x 97 cm]

Pintura 140 [octubre 2014 – marzo 2018 – Pintura de esmalte, óleo y lápiz grafito sobre tela, 114 x 146 cm]

Pintura 144 – Tríptico [diciembre
2014 – julio 2018 –
Óleo sobre tela, 46 x 123 cm
(calles de 4 cm)]

Pintura 146 – Tríptico [diciembre
2014 – julio 2018 –
Óleo sobre tela, 46 x 122 cm
(calles de 4 cm)]

Pintura 147 – Tríptico [abril – septiembre
2018 –
Óleo y lápiz grafito sobre tela, 146
x 305 cm (7 cm de separación en
cada calle)]

Pintura 148 [junio 2014 –
septiembre 2018 –
Óleo y óleo en barra sobre tela, 97
x 146 cm]

Pintura 150 – Políptico [abril – septiembre
2018 –
Óleo y lápiz de color sobre tela
27 x 46 cm cada pieza
283 x 46 cm dimensión global (la
altura incluye 5 cm de separación
entre cada pieza)]
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