La domesticación de la violencia. Transformación del orden cósmico e institución política de la justicia en Esquilo: una lectura de «Euménides» – IV – Tomás García

La domesticación de la violencia. Transformación del orden cósmico e institución política de la justicia en Esquilo: una lectura de Euménides – IV
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Esquilo maneja, para su composición del drama, una lectura genealógica de las Erinias distinta de la hesiódica. En Hesíodo, esos seres monstruosos son seres del inframundo nacidos de las gotas de sangre de los genitales de Οὐρᾰνός (Ouranós, el Cielo) vertidas en Γαῖα (Gaia, la Tierra), cuando aquél fue castrado por su hijo Χρόνος. En Esquilo, sin embargo, las Erinias, al igual que las Moiras, son ‟hijas de la Noche”, sin que padre alguno sea identificado. Esto, como destaca Froma I. Zeitlin en su estudio, ya citado, las vincularía a un estadio anterior al de ‟manifested in bisexual reproduction with Gaia and the generation of regular, nonmonstrous forms”[17]. Las Erinias, de acuerdo con todo ello, no pueden sino tener que defender el derecho de la Madre. Su madre, la madre de las Erinias en esta nueva genealogía, es la Noche y su nacimiento, partenogenético.
La ironía del caso es que ellas ven a los nuevos dioses (a los que se dirigen siempre de una forma despectiva llamándolos “jóvenes”) como las auténticas fuerzas del Caos, agentes desorganizadores de un orden cósmico bien establecido desde siempre. Por su parte, Apolo, que es uno de esos nuevos dioses, emplea en su alegato, una vez que ha intentado ganarse el favor del jurado recreando los horrores del crimen cometido por Clitemnestra (631 – 639), una argumentación que se podría considerar como el reflejo especular masculino de la partenogénesis de las Erinias, cuando establece de un modo perverso que ‟una madre no es la que normalmente se denomina paridora de un hijo, sino nodriza de la semilla recién sembrada” (658 – 660), siendo “extraña” en relación con lo que alberga en ‟la oscuridad de su útero”. El ejemplo que propone de ello es, ni más ni menos, que la concepción de la mismísima Atenea, allí presente:
Ἀπόλλων
[…]
τεκμήριον δὲ τοῦδέ σοι δείξω λόγου.
πατὴρ μὲν ἂν γένοιτ᾽ ἄνευ μητρός: πέλας
μάρτυς πάρεστι παῖς Ὀλυμπίου Διός,
665οὐδ᾽ ἐν σκότοισι νηδύος τεθραμμένη,
ἀλλ᾽ οἷον ἔρνος οὔτις ἂν τέκοι θεός.
Apolo
[…] ‟Aquí cerca hay un testigo, la hija de Zeus Olímpico, ‹no fue concebida en una unión matrimonial›, ni se formó en la oscuridad del útero, sino cual feto ‹que el propio dios dio a luz›. ‹¡Mas sin padre› ninguna ‹mujer› podría parir!”
Euménides, 660 – 666b
Pero prestemos cuidadosa atención: o bien Apolo no siempre dice toda la verdad (ocultando, en este caso, que Μῆτις, Metis, primera amante y esposa de Zeus, quedó embarazada de la que luego sería Atenea, a quien no llegaría a dar a luz porque fue devorada por el propio Zeus), o bien trata de manipular al jurado con trucos de abogado bribón, llegando, incluso, a un intento de soborno a la diosa tutelar de Atenas y, por extensión, a sus ciudadanos, tal y como lo presenta Esquilo entre 668 y 674. Me parecen suficientes razones para no pensar que el autor de La Orestea se sitúe a su lado y defienda su parte.
No obstante todo ello, el asunto es delicado, como bien sabemos. Si, como consecuencia de la exposición de los diferentes argumentos, el jurado, tras su deliberación, inclinara la balanza a favor de las Erinias y en contra, por tanto, de la petición de súplica de Orestes, no podría entenderse ni el progreso dramático de la trilogía ni que dicha tripartita tragedia esté dramatizando el posible progreso de la humanidad. Las Erinias no podrían convertirse en Euménides y, lo que es peor, el ciclo de la sangre inscrito en la maldición de la Casa de los Átridas no se vería nunca interrumpido. Por otra parte, tampoco se entendería bien, pienso, una ignominiosa derrota de las Erinias, porque eso supondría la difícilmente justificable victoria de un ruin Apolo y, lo que es más importante, un serio obstáculo en el proceso de su transformación en deidades benevolentes y tutelares del recién fundado tribunal del Areópago. En el fondo, la razón de las Erinias es un inevitable principio irracional de inestabilidad, desequilibrio y desorganización del cosmos. Es por ello por lo que deben ser conservadas y rescatadas de su furor irracional, para ser finalmente transformadas en justas vigilantes de la ciudad y del orden cósmico.
Los jueces, en lo que parece la más probable escenificación del momento decisivo de Euménides, van levantándose uno tras otro, de acuerdo con el ritmo marcado por los parlamentos cruzados del Corifeo y de Apolo, once en total, y depositando sus guijarros en las urnas[18]. Esquilo otorga a las Erinias, en la escena, la apertura y el cierre de dicha serie de parlamentos. Dado que las urnas son perfectamente visibles sobre el escenario, aunque probablemente no el signo del voto de cada uno de los miembros del jurado, parece evidente que Esquilo pretendía mantener en suspense al público ateniense asistente hasta el final, tan testigos de lo que está aconteciendo y resolviéndose como los mismos personajes de la obra. Después de la última intervención del Corifeo (la que sería la undécima de la serie), Atenea dice lo siguiente:
Ἀθηνᾶ
ἐμὸν τόδ᾽ ἔργον, λοισθίαν κρῖναι δίκην.
ψῆφον δ᾽ Ὀρέστῃ τήνδ᾽ ἐγὼ προσθήσομαι.
μήτηρ γὰρ οὔτις ἐστὶν ἥ μ᾽ ἐγείνατο,
τὸ δ᾽ ἄρσεν αἰνῶ πάντα, πλὴν γάμου τυχεῖν,
ἅπαντι θυμῷ, κάρτα δ᾽ εἰμὶ τοῦ πατρός.
οὕτω γυναικὸς οὐ προτιμήσω μόρον
ἄνδρα κτανούσης δωμάτων ἐπίσκοπον.
νικᾷ δ᾽ Ὀρέστης, κἂν ἰσόψηφος κριθῇ.
ἐκβάλλεθ᾽ ὡς τάχιστα τευχέων πάλους,
ὅσοις δικαστῶν τοῦτ᾽ ἐπέσταλται τέλος.
Atenea
‟Ésta es mi misión: sentenciar la causa la postrera. Introduciré el voto a favor de Orestes. Porque no tengo madre que me pariera, al varón apoyo totalmente -salvo en contraer matrimonio-… de todo corazón, y estoy por entero de parte del padre. ¡Tanta preeminencia no voy a dar a la muerte de una mujer que ha matado a su marido, el guardián de su morada! (Deposita el voto). Vencerá Orestes, aunque se sentencie igualdad de votos. (A los jueces) ¡Pronto, extraed los votos de la urna, vosotros los jueces a los que ha sido asignada esta función!”
Euménides, 735 – 745
No hay duda de que semejante parlamento tiene que resultar por fuerza controvertido. Entre otras cosas, porque está ligado a la acción de depositar el voto decisivo. Si las cuentas no fallan, el voto de Atenea sería el duodécimo, y ella ‟sabe” que con él queda asegurada la igualdad de los votos, es decir, la posibilidad de absolver a Orestes de la acusación por la que está siendo juzgado. El hecho de que Atenea vote y lo haga en favor de Orestes es la señal evidente de que la institución del tribunal del Areópago ha quedado definitivamente sancionada. El público ateniense asistente debió de sentirse emocionalmente concernido, en la medida en que fue testigo de cómo la diosa tutelar de su ciudad participó y tomó partido en un juicio público.[19]
El artificio dramático empleado por Esquilo es brillante y contundente, y así debió parecérselo a los espectadores asistentes al estreno de La Orestea durante Las Grandes Dionisias de 458 a. C. Fue para él, ya anciano, una victoria rotunda y contundente, también.

Atenas – Restos del Teatro de Dioniso [en la ladera sur de la Acrópolis]
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La solución ofrecida por Esquilo al final de Euménides al conflicto jurídico originado por la sucesión de los crímenes cometidos por Clitemnestra y por Orestes no podía ser otra. Hay que recordar las palabras de Atenea en 483 – 486:
Ἀθηνᾶ
[…]
ἐπεὶ δὲ πρᾶγμα δεῦρ᾽ ἐπέσκηψεν τόδε,
φόνων δικαστὰς ὁρκίους αἱρουμένη
θεσμὸν τὸν εἰς ἅπαντ᾽ ἐγὼ θήσω χρόνον.
485ὑμεῖς δὲ μαρτύριά τε καὶ τεκμήρια
καλεῖσθ᾽, ἀρωγὰ τῆς δίκης ὁρκώματα:
κρίνασα δ᾽ ἀστῶν τῶν ἐμῶν τὰ βέλτατα
ἥξω, διαιρεῖν τοῦτο πρᾶγμ᾽ ἐτητύμως,
ὅρκον πορόντας μηδὲν ἔκδικον φράσειν.
Atenea
‟[…] Pero puesto que este asunto ha recaído sobre mí, yo elegiré para todo tiempo jueces del crimen, que respeten el rito de los juramentos. ‹… y que diriman los litigios› con una mente equitativa sin apartarse del juramento que prestaron.”
Euménides, 483 – 486
El tribunal del Areópago está siendo instituido para todo tiempo y la equidad, como fundamento de una justicia deliberativa, no retributiva, va a sustituir a la vieja lex talionis. Me parece digno de ser señalado, en este sentido, el uso que hace Atenea del tiempo futuro en su discurso solemne de exhortación a la ciudadanía ateniense entre 680 y 711, que comienza así:
Ἀθηνᾶ
κλύοιτ᾽ ἂν ἤδη θεσμόν, Ἀττικὸς λεώς,
πρώτας δίκας κρίνοντες αἵματος χυτοῦ.
ἔσται δὲ καὶ τὸ λοιπὸν Αἰγέως στρατῷ
αἰεὶ δικαστῶν τοῦτο βουλευτήριον.
πάγον δ᾽ Ἄρειον τόνδ᾽, Ἀμαζόνων ἕδραν
[…]
Atenea
‟¡Escucha ya mis normas, pueblo ático, porque es el primer litigio que juzgáis por sangre derramada! También en el futuro la gente de Egeo tendrá por siempre este tribunal de jueces en esta colina de Ares (señala al Areópago, visible desde el teatro[20]). […]”
Por ello, aunque a primera vista su justificación del voto favorable a Orestes pueda resultar desconcertante, y un acercamiento incluso a la posición defendida por Apolo, lo cierto es que no es así. Apolo representa la mala justicia de Zeus, que es siempre parcial, mientras que Atenea está siendo portavoz de la buena justicia de su padre, cuyo fundamento es, como ya he indicado, la equidad. Dicho de otro modo, si la reconciliación quiere ser alcanzada, ni las Erinias ni Apolo pueden vencer. Lo que está en juego, y por eso Esquilo hace constantemente partícipes a sus conciudadanos a lo largo de La Orestea, es ni más ni menos que la perduración de la πόλις como construcción democrática. Las diferentes fuentes del derecho a las se remiten tanto las Erinias como Apolo para fundamentar su causa han de ser reoriginadas a través de la institución política de la justicia.
En la sutil, matizada, compleja elaboración de La Orestea el efecto especular es uno de los artificios retóricos más brillantemente utilizados por Esquilo. Apolo es sólo la contraparte parcial de las Erinias, un ejemplo de infinito malo, por decirlo en los términos de Hegel. Por eso su posición tiene que ser superada y abandonada. La buena representación de la parte del padre, de su causa, ha de ser la ejercida por Atenea, que, siendo un ‟ser femenino”, no tiene por qué defender sin más la causa de una mujer. Frente a la virilidad negativa, funesta, de Clitemnestra que nos ofrece Esquilo se erige la androginia positiva, conciliadora, de Atenea. Al uso perverso de la persuasión por parte Clitemnestra se contrapone el uso benéfico que hace de ella Atenea, y que le permite convencer a las Erinias de su beneficiosa reinstitución como deidades benevolentes y reubicación en un nuevo orden cósmico. Pretender que Esquilo es llevado por la ‟dinámica de la misoginia” a presentar las cosas tal y como las presenta en su Orestea es, me parece, no leerla ni entenderla correctamente, ni desde el punto de vista de la dramaturgia, ni del de las ideas expuestas. Es más ajustado afirmar, creo, que, como en toda auténtica obra de arte, la belleza y las contradicciones constituyen la trama y la urdimbre con la que está tejida semejante construcción dramática.
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¿Ha sido el Caos finalmente vencido?
Hay un fragmento de Heráclito, transmitido por Teofrasto, en el que se afirma algo inquietante:
ἄλογον δὲ κἀκεῖνο δόξειεν ἄν, εἰ ὁ μὲν ὅλος οὐρανὸς καὶ ἕκαστα τῶν μερῶν ἅπαντ΄ ἐν τάξει καὶ λόγῳ, καὶ μορφαῖς καὶ δυνάμεσιν καὶ περιόδοις, ἐν δὲ ταῖς ἀρχαῖς μηθὲν τοιοῦτον, ἀλλ΄ ὥσπερ σάρμα εἰκῆ κεχυμένων ὁ κάλλιστος, φησὶν Ἡράκλειτος, [ὁ] κόσμος
[DK B FR. 124]
siendo ὥσπερ σάρμα εἰκῆ κεχυμένων ὁ κάλλιστος, φησὶν Ἡράκλειτος, [ὁ] κόσμος lo que me interesa destacar aquí.
Agustín García Calvo lo traduce-interpreta así:
‟Tal como revoltijo ‹o centón o puzpurri [sic] o baraja› de cosas echadas al azar es el más hermoso revoltijo, así el mundo”[21]
La Real Academia Española define ‟centón” del siguiente modo:
1. m. Obra literaria compuesta con fragmentos de otras obras.
2. m. despect. Obra llena de elementos heterogéneos y falta de originalidad.
3. m. Manta grosera hecha de retazos.
En su tercera acepción es lo que en Tierra de Cameros (La Rioja, España) se llamaría ‟almazuela”. En dicha comarca existe, incluso, una Asociación de Mujeres Artesanas de la Almazuela. Dada la globalización y el uso imperial de la lengua inglesa [22], para referirse a un tejido hecho a base de retazos, se suelen utilizar las palabras quilt o patchwork. En cualquier caso, se trate de una ‟manta grosera” o de una ‟obra literaria compuesta con fragmentos de otras obras”, es siempre de un texto / tejido de lo que se está hablando. Lo que podría dar mucho juego si nuestra consideración de las cosas fuese hermenéutica y atendiéramos a los diferentes modos de composición textual y legibilidad del mundo.
El ‟puzpurri” de García Calvo, por otra parte, es su versión, claro, de pot pourri, la ‟olla podrida”, es decir, una mezcolanza de cosas diversas.
Lo inquietante, en fin, no es que un revoltijo, un centón, un popurrí o una baraja sean unidades de muy distintos y heterogéneos elementos (aunque no tanto en el caso de la baraja), sino que su disposición al azar haría que las unidades resultantes fuesen las más bellas. No sólo parece que un coup de dés jamais n’abolira le hasard, sino hará que el mundo sea más bello. A ver si va a resultar que tenía razón Artur Ramón cuando decidió titular su hermoso libro Nada es bello sin el azar.
Y, ¿qué tiene que ver toda esta digresión con nuestro asunto?
Romper el hilo del discurso no está mal de vez en cuando, y así como los viajes forman a la juventud, las digresiones, que son excursiones más modestas, nos permiten cambiar por un breve tiempo de aires y ver cosas que sólo se podían avistar desde otras perspectivas.
Dice Kostas Axelos:
‟Car le chaos «est» l`aspect contraire et complémentaire du Cosmos. La dialectique, qui fait communiquer la forme et l`informe (ou la déformation), la construction et la destruction, le positif et le négatif, sait également renverser les perspectives et nous mettre en présence de ce qui risque de tout annihiler”[23].
Esa tensión entre la posibilidad recurrente de la desorganización y la necesidad acuciante de la reorganización es lo que nos coloca constantemente, lo sepamos o no, en presencia de aquello que podría aniquilarlo todo. ¿Es dicha tensión lo que soportaría el sentimiento de lo sublime analizado por Kant en la Kritik der Urteilskraft? No sigo por aquí.
La buena discordia, ἀγαθῶν ἔρις, de Atenea[24], o mejor, el buen uso de la discordia (esencialmente inevitable), es decir, el uso de la discordia para intentar alcanzar el bien es, al término de La Orestea, la lección que parece darnos Esquilo:
Ἀθηνᾶ
τάδε τοι χώρᾳ τἠμῇ προφρόνως
ἐπικραινομένων
γάνυμαι: στέργω δ᾽ ὄμματα Πειθοῦς,
ὅτι μοι γλῶσσαν καὶ στόμ᾽ ἐπωπᾷ
πρὸς τάσδ᾽ ἀγρίως ἀπανηναμένας:
ἀλλ᾽ ἐκράτησε Ζεὺς ἀγοραῖος:
νικᾷ δ᾽ ἀγαθῶν
ἔρις ἡμετέρα διὰ παντός.
Atenea
‟Puesto que han garantizado esto [se refiere a las, ahora, Euménides] con tan buenos
sentimientos para mi país,
me lleno de júbilo. Adoro el rostro de Persuasión,
porque mi lengua y mi boca han vigilado
ante quienes ferozmente rehusaban.
Mas venció Zeus protector de asambleas.
Y triunfa nuestra rivalidad en el bien por todo tiempo.
Euménides, 970 – 975
La persuasión sensata y fundada en razón ha vencido (en Euménides, al menos), y el πάθει μάθος del comienzo de La Orestea se ha convertido al final en συμπάθεια, la experiencia de compartir con los personajes del drama, y, por extensión, con todo el que sufra, su dolor. Se ha transformado en la experiencia, en suma, que posiblemente mejor defina la humanidad de los seres humanos, puesto que, como escribió Terencio, Homo sum, humani nihil a me alienum puto.
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Tomás García
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Bibliografía
1. Fuentes
1.1. El texto griego original seguido es el establecido por Herbert Weir Smyth [Eliot Professor of Greek Literature in Harvard University]. Aeschylus: Agamemnon, Libation-Bearers, Eumenides, Fragments (Two Volumes). Cambridge (Mass.): Harvard University Press, The Loeb Classical Library, London: William Heinemann, New York: G. P. Putnam`s Sons, 1926.
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2.5. – There Are No Secrets: Thoughts on Acting and Theatre. London: Methuen, 1993. ISBN 0 413 694909.
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2.23. – La Grèce ancienne. I: Du mythe à la raison. Éditions du Seuil, coll. Points Essais, 1990. ISBN: 2757866368
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2.25. – La Grèce ancienne. III: Rites de passage et Transgressions. Le Seuil, coll. Points Essais, 1992. ISBN: 2757814184
2.26. Zeitlin, Froma I. Playing the other: gender and society in classical Greek literature. University of Chicago Press, 1995. ISBN: 9780226979229
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Notas
[17] Froma I. Zeitlin, Playing the Other: Gender and Society in Classical Greek Literature, p. 102.
[18] En relación con el asunto de la ‟urna” o ‟urnas” (dos) y la escenificación de la votación, véase el interesante análisis que realiza Robin Mitchell-Boyask en su Aeschylus: Eumenides, p. 82 y ss.. En tales páginas se puede encontrar también una interpretación del número de jueces del Tribunal del Areópago que confirmaría lo que vengo diciendo acerca de la naturaleza especular de La Orestea, en le sentido de que, siendo ‟doce”, estarían reflejando (de acuerdo con un mirroring effect) las doce voces de los argivos ancianos que lamentan el asesinato del rey en Agamenón.
[19] Sería realmente interesante hacer una lectura de esta ‟contextualización histórica” escenificada por Esquilo desde la óptica del Verfremdungseffekt (V-Effekt) de Bertolt Brecht, pero excede de los límites del presenta trabajo. Quede aquí indicado para ser desarrollado en otra ocasión.
[20] Aunque no parece haber acotación alguna de Esquilo en este sentido, el actor que interpreta a Atenea podría efectivamente señalar en este momento, con el brazo alzado, la posición de la Colina de Ares. Discrepo, no obstante, de José Luis de Miguel Jover en esta ocasión, puesto que dicha colina no resulta fácilmente visible desde el teatro de Dioniso, aunque, claro está, los atenienses conocían perfectamente su emplazamiento.
[21] Agustín García Calvo, Razón común, p. 245.
[22] Que yo mismo ejerzo aquí.
[23] Kostas Axelos, Héraclite et la Philosophie, pp. 208-209.
[24] No puedo, lamentablemente, hablar aquí de la relación que podría establecerse en Esquilo entre los ‟logros” éticos y políticos de Atenea y los ‟técnicos” de Prometeo, pero queda aquí señalado, al menos, ese importante ámbito de estudio y discusión.
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