La traducción, la lengua de Europa – Sebastián Gámez Millán

La traducción, la lengua de Europa – Sebastián Gámez Millán

La traducción, la lengua de Europa

 

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Ivory carving of Pope Gregory the Great being inspired by the Holy Spirit – [Late 10th Century – Kunsthistorisches Museum, Wien]

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En el continente de Europa se hablan más de doscientas lenguas. Puede que por los sentidos los seres humanos percibamos la realidad si no igual, de forma semejante. Pero cada lengua es una modulación diferente sobre cómo percibimos la realidad. Por lo tanto, cada lengua es una singular forma de comunicarse y aproximase cognitivamente al mundo. Esta cantidad de lenguas diferentes, cada vez más amenazadas de extinguirse, es signo de diversidad y riqueza lingüística y cultural. La lengua es a la cultura lo que el ADN a la genética: el principal vehículo de transmisión y herencia.

Sin embargo, comparado con otros continentes, Europa es uno de los menos diversos lingüísticamente del mundo, no solo por su extensión, sino porque además ha estado ocupado desde hace milenios por la familia indoeuropea. Y antes de la Edad Moderna, el estudio de la gramática había girado sobre todo en torno al griego clásico y al latín, esta última lengua científica hasta el siglo XVIII. Lástima que el latín no haya perdurado como lengua común –Descartes y Spinoza todavía escribían en latín–; hubiera sido una ocasión inmejorable para desplegar una Europa verdaderamente unida por la lengua.

Por consiguiente, Europa es también plural desde una perspectiva lingüística y, como tal, no tiene una lengua, sino que es plurilingüe. Uno de los fines esenciales de las lenguas es la comunicación. En palabras de un poeta: “El lenguaje es un leve puente de sonidos que el ser humano echa por el aire para pasar de su orilla de individuo irreductible a la otra orilla del semejante, para transitar de su soledad a la compañía”.

Para que haya comunicación tiene que haber un idioma en común. Reconociendo que es plurilingüe, ¿cuál es la lengua de Europa? Algunos pensarán que el inglés, otros dirán el alemán, habrá quienes se acuerden del francés, mientras otros piensen en el euro… Pero la verdadera lengua de Europa es la traducción, ese puente entre culturas que salva las distancias y nos lleva a dialogar. Traducir es como comprender, ese fenómeno cognitivo sin el cual no actuaríamos como lo hacemos, sustituir unos signos por otros –como si fueran idénticos– que nos permiten en medio de la corriente andar por las piedras del río y reconocernos al mismo tiempo como diferentes e iguales.

 

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Sebastián Gámez Millán