Dos poemas de Gloria Jimeno Castro

Dos poemas de Gloria Jimeno Castro

Dos poemas de Gloria Jimeno Castro

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Dos poemas

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Gene Tierney como Mrs. Lucy Muir en un fotograma de The Ghost and Mrs. Muir [1947 – Joseph L. Mankiewicz]

*

I

Vértigo

La quemazón de los recuerdos,
orilla posibles y emergentes alegrías,
esperanzas que creemos siempre
nos auspiciará el futuro,
arrastrando las negras sombras,
matando los acres días,
la abulia palpitante,
la melancolía impertérrita.

Todo ello desata la espiral
interminable, imparable de
esperar lo que nunca llega,
de soñar lo que nunca es posible,
de escribir lo que no será pronunciado,
de susurrar vocablos nunca nacidos,
de tachar pensamientos ahogados,
de negación de lo probable
pero nunca posible.

El vértigo en medio de esa
espiral incoercible me tumba,
me lanza al frío suelo,
mas me alzó aferrándome a ti,
a una soñada mirada,
que llegará, o quizás no…

*

II

Lluvia de estío

Huele a lluvia de verano fresca,
a tierra mojada aromatizada
de esmeralda hierba, de la fragancia
intensa y penetrante de madreselva,
de aligustre, de albahaca y de adelfas.

La oscuridad se cierne sobre los tejados,
los rayos hieren con sus fulgores
las pupilas de quienes su vista alzan,
pero que saborear quieren la brisa perfumada,
el viento dulcemente azotador,
y desean tocar las gruesas gotas,
sentir cómo por su piel resbala
el agua estival vivificadora, anhelada.

Los truenos ensordecen el lánguido
anochecer, retumban agudamente vibrantes
haciendo temblar cimientos, suelo.
La aguja del ciprés al cielo
se eleva como lanza penetrante
que herir quisiese las entrañas de las nubes,
y frenar la frenética descarga
acuosa, detener el fragor de la tormenta.

Huele a lluvia de verano fresca,
a tierra mojada aromatizada
de esmeralda hierba, de la fragancia
intensa y penetrante de madreselva,
de aligustre, de albahaca y de adelfas.

El enorme sauce, inquieto, se agita,
sus verdes ramas brazos semejan,
que anhelasen amparo y protectores
abrazos frente a la pavorosa tormenta.
Ante el castigador y feroz azote
de la lluvia, el gran y robusto árbol
se empequeñece, temeroso se encoge,
él también solo y frágil se siente.

A guarecerse presurosas corren
gentes sorprendidas por el estallido
del firmamento. El eco de sus voces,
desvirtuadas por el estruendo y alaridos
del intenso viento amenazador,
llegan lejanas, confundidas con aullidos
de medrosos canes, aturdidos
ante lo inesperado y lo desconocido.

Huele a lluvia de verano fresca,
a tierra mojada aromatizada
de esmeralda hierba, de la fragancia
intensa y penetrante de madreselva,
de aligustre, de albahaca y de adelfas.

Yo todo desde el balcón lo observo.
El aire revuelve mis cabellos,
ondulante mi vestido se eleva,
y complacida me hallo de lo que siento,
de lo que huelo, de lo que percibo.
Todo a mi alrededor girar parece,
nada cesar puede, todo vida tiene,
todo se vislumbra de dinamismo pleno.

La lluvia florecer también hace
mi interior, claveles y rosas
con denuedo se enraizan en mis venas
y vertiginosamente a crecer empiezan,
tallos y brotes reverdecidos echan,
atraviesan morosamente, con delicadeza
la piel, envolviendo brazos, piernas,
ciñendo fragantemente mi cintura.

Huele a lluvia de verano fresca,
a tierra mojada aromatizada
de esmeralda hierba, de la fragancia
intensa y penetrante de madreselva,
de aligustre, de albahaca y de adelfas.

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Gloria Jimeno Castro

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