Las colecciones españolas de novela breve en el primer tercio del siglo XX: el otro gran fenómeno editorial de la literatura de la Edad de Plata – I – Gloria Jimeno Castro

Las colecciones españolas de novela breve en el primer tercio del siglo XX: el otro gran fenómeno editorial de la literatura de la Edad de Plata – I
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Las colecciones españolas de novela breve en el primer tercio del siglo XX: el otro gran fenómeno editorial de la literatura de la Edad de Plata – I
Entre las líneas de investigación literaria más interesantes, seguidas en estos últimos años desde la Universidad Complutense de Madrid, se halla la concerniente a la literatura de quiosco en el contexto de la literatura de la Edad de Plata, y de la que yo mismo he sido partícipe.
El fenómeno editorial de las colecciones seriadas de novela breve comienza en España en el año 1907 con la aparición de El Cuento Semanal, al que seguirán toda una serie de colecciones de temática muy diversa, logrando algo tan importante como que la lectura pase a ser para los españoles la forma más popular y económica de cultura y ocio. El abaratamiento del precio de las obras literarias, que las convierte en un producto al alcance de todos los bolsillos, es factible, sobre todo, gracias al incremento de las tiradas de estas publicaciones, puesto que en algún caso se llegó a editar hasta cien mil, o, incluso, doscientos mil ejemplares de un mismo título [1].
Igualmente, en el caso de algunas colecciones, fue posible ahorrar costes empleando un papel de baja calidad para su impresión. Tales circunstancias posibilitan que este acontecimiento editorial se convirtiese en un negocio rentable.
Otro factor que favorecía el fácil acceso del público lector a estas colecciones era el hecho de que su venta se llevase a cabo en los quioscos, o a través de voceadores directos, que recorrían las calles ofreciendo este tipo de lectura a los transeúntes y a los potenciales suscriptores. Lectores, no hay que obviarlo, que cada vez eran más numerosos, con un descenso acusado del analfabetismo a comienzos del XX [2], y que a partir del nacimiento de este tipo de literatura tan variada, adecuada, incluso, para un público con un nivel cultural muy bajo, hará factible que grandes colectivos sociales se incorporaran al proceso de lectura [3]. Merecen una mención especial las mujeres y los niños, para quienes se elaboran productos editoriales específicos, lo cual supone un gran cambio en el panorama literario español, puesto que hasta este momento la lectura era una actividad exclusiva de un público adulto, fundamentalmente masculino [4].
Hemos señalado que estas colecciones literarias seriadas se van a consolidar en la sociedad española como el elemento primordial de cultura y ocio, y ello se debe a una serie de causas en las que es necesario detenerse. Así, previamente al auge de las mismas, como muy bien señala Luis S. Granjel [5] la política y, consecuentemente, las publicaciones que se ocupaban de tales asuntos, no parecían interesar en exceso a los lectores españoles; a ello se añadía el hecho de que no existía aún en el mercado editorial una gran variedad de revistas gráficas o informativas, amenas y que colmasen sus expectativas, con cuya lectura pudiesen entretener su ocio.
Sin embargo, con la irrupción en la sociedad española de estas colecciones de novela breve, que tenían la pretensión de ser populares, toda cambia. Por fin, aparece un producto literario que todas las clases sociales podían obtener, que entusiasmó a los lectores, entre otras razones, porque autores españoles trazaban en muchos de estos relatos, con una estética literaria realista, un veraz retrato de la España de su época; abordando, además, asuntos relacionados con la vida y la actualidad del momento, permitiendo que el receptor del texto se identificase con lo narrado [6].
Por otra parte, hay que subrayar que el lector podía disfrutar y evadirse de la monotonía cotidiana con estas colecciones, no solo en el tiempo dedicado al descanso y al entretenimiento, sino en cualquier otro momento libre, en cualquier lugar. Esto es posible gracias a los nuevos formatos de estas novelas. Los ejemplares de las colecciones, sobre todo, a partir de la aparición de La Novela de Bolsillo, serán de tamaño reducido, de tamaño de bolsillo, de tal suerte que era muy fácil su portabilidad y su lectura, tanto en cualquier rincón del hogar como en la calle, o durante un viaje en el tranvía, pongamos por caso.
El éxito de estas publicaciones de relatos cortos fue inmediato, lo que provocó que las colecciones literarias de todo tipo inundaran el mercado editorial, al generarse una demanda de literatura que abarcará con creces a la oferta. Para poder hacer frente a tal demanda de lectura, los editores llegarán, incluso, a elaborar ediciones abreviadas de otras obras literarias de mayor extensión, o recurrirán al proceso que se conocería con el término de “refrito”. Este consistía en publicar la misma obra en diferentes ocasiones; pero introduciendo leves retoques, así como cambiando el título [7].
No es de extrañar ante este hecho –inesperado– del éxito de estas publicaciones, que al fin de una colección literaria le siguiese el nacimiento de otra, y no solo dedicada a la novela, ya que el teatro, la poesía, las biografías de celebridades, así como los argumentos de las películas de cine mudo tenían cabida en las páginas de estos nuevos productos literarios. Este éxito imparable de las colecciones literarias seriadas llegará, incluso, hasta la época de la Guerra Civil, sin que la censura ni los problemas derivados de tan cruento acontecimiento, acabasen con él.
Todo el interés que concitan estas colecciones españolas se debe inicialmente a la esforzada labor de dos grandes entendidos en el tema como Federico Carlos Sainz de Robles y Luis Sánchez Granjel, quienes sacaron a la luz estas colecciones de novela breve, durante tanto tiempo preteridas. Sainz de Robles, merced a sus numerosos estudios sobre esta vertiente de nuestra literatura [8], desbrozó el camino para que futuros investigadores siguiesen explotando esta veta de estudio inaugurada por él. Granjel, por su parte, seguirá los pasos de Sainz de Robles, investigará concienzudamente este período de la literatura de principios del siglo XX, recabará una valiosísima información sobre todas y cada una de las colecciones de novela corta, y sus artículos y libros son de obligada referencia para todo aquel que pretenda estudiar estas colecciones, y adentrarse en esta fascinante época de las letras españolas [9].
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Con la fundación de El Cuento Semanal el 4 de enero de 1907, la novela corta aparece en la vida literaria española con un éxito inesperado. Eduardo Zamacois, fundador de esta colección literaria, afirma en sus célebres memorias [10] que el semanario Vida Galante, dirigido por él entre los años 1898 y 1900, le inspiró la idea de crear El Cuento Semanal. Ciertamente, ambas publicaciones son muy semejantes formalmente, pero, en realidad, las características que este poseía (el empleo del papel cuché, la presentación del texto a dos columnas, el cuadernillo formado por pliegues de imprenta, la introducción de fotocromos) eran comunes a muchas publicaciones de la época, tanto nacionales como extranjeras. Alberto Sánchez Álvarez-Insúa señala cómo Zamacois, realmente, adoptó como modelo para su nuevo proyecto editorial el de las publicaciones francesas que conoció durante sus viajes y estancias en París [11]. En su ya citada obra se proponen como posibles modelos para la creación de El Cuento Semanal colecciones seriadas francesas como Les Romans de L´Illustration o los suplementos literarios de L´Illustration, L´Illustration Theátrale y La Petite illustration. De la misma opinión son los investigadores de la Universidad de París VIII – Vicennes, que apuntan como posibles prototipos revistas como Lisez-moi (1905) o colecciones como Les Romans de L´Illustration, que gozaron de un gran éxito en Francia [12].
Eduardo Zamacois, ilusionado con esta idea de sacar al mercado una colección de novela corta, se entrevista en Barcelona con el editor Sopena, buscando que le financiase su proyecto, pero este lo rechaza por parecerle una mala inversión. La misma respuesta recibirá del librero madrileño Gregorio Pueyo, así como de José Perojo, fundador de Nuevo Mundo, puesto que ambos eran del parecer de que las novelas de autores españoles no interesaban al público de nuestro país. La fortuna le sonríe finalmente a Zamacois, cuando coincide con el periodista Antonio Galiardo, quien se presta a invertir el dinero de una herencia en tan novedoso negocio editorial [13].
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No debemos pasar por alto el hecho de que El Cuento Semanal fuese la primera colección de relatos cortos escritos por autores españoles, y que poseía el formato de una revista y no de un libro, puesto que, precisamente, Eduardo Zamacois concibió El Cuento Semanal como algo más que una simple colección de novelas; había de ser una auténtica revista de información cultural, una publicación que los lectores españoles pudieron adquirir durante los cinco años en que la publicación estuvo a la venta, al mismo precio: 30 céntimos. La mera observación de la estructura de las portadas y de los contenidos incluidos en El Cuento Semanal ratifica esta afirmación. En su primera página de portada, hallamos la carátula con el nombre de la colección, el título de la obra y el nombre del novelista que firmaba cada uno de los relatos publicados. Encontramos, asimismo, una caricatura del autor de cada novela o bien una fotografía suya. Finalmente, Zamacois optaría por sustituir ambos elementos por un dibujo a color, que hacía referencia al contenido del texto.
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Gloria Jimeno Castro
Doctora en Lengua española y sus Literaturas
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Notas
[1] Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, Bibliografía e historia de las colecciones literarias en España (1907-1957), Madrid. Libris. Asociación de Libreros de Viejo.1996. p. 35.
[2] Resultan esclarecedores los datos ofrecidos por Ángela Ena Bordonada, quien indica cómo se produjo “un descenso del analfabetismo global en España entre el último tercio del XIX y el primero del XX: 75% de analfabetos en 1870; 63´8% en 1900; y –el descenso es notablemente acusado– 33% en 1930” (“Las letras en el Madrid de 1898”, en (VV. AA), Madrid 1898, Madrid, Ayuntamiento, 1998, p. 67.)
[3] En palabras de Jesús A. Martínez Martín, “La socialización del libro y la lectura, más lecturas, menos alfabetismo y una producción multiplicada fueron los capítulos que caracterizaron, con un engranaje didáctico y una socialización de la lectura ejercida como derecho, el dinamismo editorial y la demanda multiplicada de la lectura” (“Lecturas para todos en el siglo XX”, en Jesús A. Martínez Martín (dir.), Historia de la edición en España (1836-1936), ed. cit., p. 476).
[3] Acerca del público de estas colecciones, y para precisar el perfil de los destinatarios de este tipo de literatura, véase Ángela Ena Bordonada, “Sobre el público de lascolecciones de novela breve”, en Homenaje a Elena Catena, Madrid, Castalia, 2001, pp. 225-243.
[4] Luis Sánchez Granjel, Eduardo Zamacois y la novela corta, Salamanca, Universidad, 1980, p. 50.
[5] Sobre este asunto es necesario atender a las informaciones de Brigitte Magnien y Víctor Bergasa en (VV.AA.) Ideología y texto en El Cuento Semanal (1907-1912), Madrid, Ediciones de la Torre, 1986, p. 165; y más recientemente, Belén Pereda (“El Cuento Semanal: alternativa y alteridad de una revista”, Hipertexto, invierno 2012, pp. 42-43), quien resalta el interés testimonial de la colección origen de este fenómeno literario: “Muy lejos, por el contrario, del concepto estándar que se tiene de la literatura comercializada a través de los quioscos, El Cuento Semanal demostró sobradamente su interés por reflejar la actualidad del momento, su rapidez en posicionarse sin ambigüedades ante los sucesos del día a día, su talente crítico y progresista, y una actitud aperturista hacia modas y tendencias”.
[6] Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, Bibliografía e historia de las colecciones literarias en España (1907-1957), ed. cit., p. 27. Aunque mal vista y teóricamente considerada como “deshonesta”, la práctica de publicar más de una vez en los periódicos un mismo artículo o composición literaria (el “refrito”) era, de hecho, una costumbre generalizada en la mayoría de los autores de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En un artículo publicado en 1922 en la revista Mundo Gráfico,el poeta y crítico Emiliano Ramírez Ángel reclamaba –con sorna, eso sí– la legitimad del refrito: “Si no existe nada nuevo bajo el sol, ¿por qué, lector amigo; por qué, querido director de periódico, hemos de obstinarnos en que todo sea siempre inédito? Meditad un momento. No seáis injustos. A fuerza de «refreír» una novela corta, acaba por leerla algún compañero nuestro. A fuerza de «refreír» en su vida un embuste de amor o de programa político, hay quien triunfa y gana y se impone y se ríe de los condenados, por su malaventura, a eterno «ineditismo»” (“Bagatelas. El «refrito»”, Mundo Gráfico, 21-6-1922).
[7] La novela española en el siglo XX, Madrid, Pegaso, 1957; La novela corta española, Madrid, Aguilar, 1959; Raros y olvidados, Madrid, Prensa Española, 1971; La promoción de El Cuento Semanal (1907-1912), Madrid, Espasa-Calpe, 1975.
[8] Así, entre otras diversas referencias, “La novela corta en España (1907-1936)”,en Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 222, junio 1968, pp. 477-508, y n.º 223, julio 1968, pp. 14-50; Eduardo Zamacois y la novela corta en España, ed. cit.
[9] Eduardo Zamacois, Un hombre que se va… (Memorias),Sevilla, Renacimiento, 2011.
[10] Alberto Sánchez Álvarez-Insúa, Bibliografía e historia de las colecciones literarias en España (1907-1957), ed. cit., p. 33.
[11] Véase Michel Bouche, “Historia de la revista” en (VV. AA.), Ideología y texto en El Cuento Semanal (1907-1912), ed. cit., p. 24, nota 5.
[12] Ibid., pp. 332-334. Los componentes del equipo de la Universidad París VIII-Vicennes, que tan escrupulosamente analizaron El Cuento Semanal, subrayan que para poseer todos los detalles concernientes al alumbramiento de esta revista no basta con revisar las memorias de Eduardo Zamacois. Michel Bouche (op. cit., p. 25) nos remite a un documento de suma importancia que se halla en el seno de la propia colección, en el n.º 104 de El Cuento Semanal, fechado el 25-12-1908, la carta con la que Zamacois se despide de sus lectores y les refiere la disyuntiva en la que se hallaba.
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