Elsa lo dice: el urinario es Duchamp
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Al hilo de la controversia sobre la autoría del urinario, auspiciada por Irene Gammel y Glynn Thompson con su ensayo biográfico sobre Elsa Von Freytag-Loringhoven, se han levantado a mi juicio, injustamente, insidias para desacreditar e incluso vilipendiar a Duchamp. Creo adecuado intentar esclarecer esta acusación analizando una obra de Elsa de 1924, Forgotten Like this Parapluice am I by You – Faithless Bernice, porque tiene una fuerte carga psicológica y puede desvelar algunas claves de dicha relación, y en última instancia dar luz a este debate.
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En dicha obra se puede apreciar, de forma general, un urinario, una cascada, un paraguas, y un zapato masculino que desaparece por uno de los laterales, además de un escrito en la parte superior que hace mención al contenido de la pintura.
El título, Forgotten Like this Parapluice am I by You, junto con los colores apagados de la pintura, recuerdan a una obra de lamento; rápida, sentida e improvisada por la poca concreción de los detalles, y, sobre todo, con una fuerte carga psicológica. Al colocar el título de la obra dentro del cuadro y de forma tan llamativa en la parte superior, se intenta hacer, más que a una pintura, un mensaje de auxilio o carta de despedida.
Observando con más detalle, podemos apreciar que la cabeza del paraguas – Elsa se identifica con este objeto en el título de la obra – está pegada, acoplada, con el borde del urinario. Ambos parecen coincidir en una aptitud amorosa, el urinario, por encima y el paraguas, sumiso, por debajo, pues dobla el mango para adaptarse mejor al hueco, incluso parece sujetarle, retenerle. Resultan llamativos los dos objetos en el borde del urinario, una pipa rota, todavía humeante, probable símbolo de MD y una flor azul con el interior rojo, color del fondo del paraguas.
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Si observamos la forma del urinario, recuerda a los genitales masculinos, testículos y pene, que vierte agua azul, a modo de cascada por el extremo fálico, mezclándose con el rojo del paraguas en el suelo. Se podría pensar que la autora simboliza ambos colores, el rojo de ella misma y azul frío de Duchamp. Otro asunto de interés son el blanco, negro y grises del urinario, que alude a una calavera, con los dos ojos y una boca, un Eros y Tánatos juntos.
A estos primeros objetos centrales les acompañan la pierna de un personaje, de un hombre por el pantalón y la bota, que desaparece por el lado izquierdo de la imagen, y por el otro, la cañería del sanitario. Resulta llamativa la coincidencia direccional y angular que tienen ambos elementos, como si participaran de la misma intención. Además, esta relación queda reforzada por la equivalencia formal del talón de la bota y de una de las ondulaciones de la tubería.
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En el suelo nos encontramos dos objetos similares, pareja de cartas, con forma de cartera, además de una serie de manchas difíciles de identificar. Si nos atenemos a la resonancia de los colores y de los elementos paralelos, se puede ver que se vinculan de forma notable la inclinación de la pierna y los perfiles diagonales de los sobres en el suelo, además del negro, esquela funesta, de una de las caras de los envoltorios que sintoniza con el color de la bota. En la otra cara blanca de dichos envoltorios, el azul circular se sitúa en el medio de forma similar a la forma oscura del centro del urinario. Así, pues, el conjunto sin forma definida de la parte inferior con los sobre blancos y negros, recuerda a los restos de un naufragio.
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Toda esta serie de elementos alusivos a un desengaño, como dice el título de la obra, a una relación amorosa marchita como la flor del urinario, cuya intención de representar una ruptura queda reforzada por una composición en línea quebrada, rota, formada por la pierna, el paraguas y la cañería. Por último, el grifo, dorado, símbolo fálico retraído, está separado del urinario y pegado a la pared como un objeto inamovible de la estancia como el paraguas olvidado. Es interesante, en este caso, recordar la obra God de Elsa, de 1917, año del origen del urinario, cuya cañería serpentea hacia dentro a diferencia de la de la pintura que lo hace hacia afuera de la habitación. Principio y fin de una relación.
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Para concluir, si se atiende al contenido compositivo y psicológico de esta obra, se puede pensar que la misma Elsa von Freytag-Loringhoven atribuye e identifica a Duchamp como autor del urinario, no dejando dudas, ni alusiones veladas sobre su autoría. Esperemos que Gammel y Thompson tengan esto en cuenta en sus proximas reediciones de la biografía de Elsa von Freytag-Loringhoven.
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Francisco Molina González