Gaviotas asesinas [Relato]
***

***
Gaviotas asesinas
A mi padre le gustaban los toros. A mí, la verdad, poco. Pero tengo que reconocer que he estado en varias corridas a lo largo de mi vida. La última fue cuando mi hermano y yo llevamos a nuestro progenitor a La Malagueta. Esa tarde nos aburrimos de lo lindo. Se nos hizo eterno aquellas dos horas. No he vuelto a ir a ver un espectáculo taurino.
Pensarán que tampoco sería para tanto. Pero no, no es por las faenas que hicieron ese día los toreros. Es por mi hija. Sí, el tener descendencia te cambia la vida. Por ejemplo dejándote influenciar por muchas de las convicciones de tus vástagos. A Inma le encantan los animales y está totalmente en contra de la tauromaquia. Yo, ahora, la comprendo.
El otro día discutía con ella sobre diversos animales, algunos habían cambiado sus comportamientos de un tiempo a esta parte, y salió el tema de algunos pájaros. Por ejemplo: las gaviotas. Aves marinas que, normalmente, se alimentan de peces, cangrejos y camarones pero que últimamente, según mi apreciación, han ampliado sus hábitos.
Recordé la noche en Oporto. Estábamos en una terracita tomándonos un vino de la tierra. Disfrutando de un momento mágico cuando nuestra vista se dirigió a una gaviota que pasó andando a nuestro lado, muy altiva ella. Estoy seguro que nos miró de forma chulesca. Llegó hasta un contenedor de basura, alzó el vuelo unos metros, levantó con sus garras la tapa y cogió una bolsa de plástico que desgarró con su pico para comenzar a comerse los desperdicios.
Un año antes, en Helsinki, paseábamos por el parque cercano al puerto y vimos un cartel en el que se indicaba que se tuviera cuidado con las gaviotas si se tomaba algún helado. Pensamos que era algo exagerado pero vimos cómo un japonés era atacado por una de ellas arrebatándole el helado que acababa de comprar.
El mes pasado, mi mujer y yo recorríamos el Parque de la Paloma, en el Arroyo de la Miel. En una zona sombreada donde se encuentran cabras montesas había bastantes visitantes alimentando a los animales y, sobre todo, viendo cómo una madre coneja daba de mamar a sus crías junto a un grupo de cabras. En un momento dado el más pequeño de los conejos dejó el regazo de su madre y una gaviota que estaba ojo avizor por los alrededores alzó el vuelo cogiendo al conejito en sus garras. Todos los presentes comenzamos a gritar y eso hizo que el ave, asustada, lo soltara buscando una ocasión más propicia. De hecho vimos cómo la gaviota no se alejaba del lugar.
Una mañana, no hace mucho, caminaba por Málaga hacia una cafetería, cuando en un semáforo donde iba a cruzar me topé con un espectáculo carnívoro: dos gaviotas devoraban una paloma al unísono mientras los coches pasaban junto a ellas.
Todos estos ejemplos se los estuve enumerando a mi hija pero ella, como buena conocedora del mundo animal, no se sorprendió. Me dijo que siempre se han alimentado de otras aves y se han comido huevos de otros pájaros, además de todo tipo de desperdicios alimenticios. Por tanto no han cambiado sus hábitos, quizá los han extremado.
No pude rebatirle. Eso sí. Aproveché esa larga conversación para redactar estas líneas y escribir, ahora que ella no me lee, lo que pienso de estas aves marinas: que son unas auténticas asesinas.
***
Antonio Villalba Moreno