Poemas

***

La silla blanca

Cabizbajo, mirada esculpida de dolor,
Su único compañero la copa diaria.
Resplandecientes los cubos impasibles,
Indiferentes a todo lo que le rodea.

Desplomado en una silla blanca de plástico,
Lucha por no pensar en la madre anciana a quien cuida,
Atrapada en la tercera planta de un edificio sin ascensor,
Bañada de orines, perdida en el humo de los cigarrillos.

Sumergido en la marea sangrante de los hechos,
Se entrega al verdugo despiadado del recuerdo.
La borrachera, las llaves sin entregar,
El cabello violentamente tirado, los gritos desgarradores,
Condena por maltratador. Hijos perdidos.

Levanta los ojos un segundo
Buscando un campo ya lejano,
Los olivos, los tomates, los pájaros cazados.
Muerta la tierra, muerto el padre,
Vuelve a mirar fijamente la copa,
Turbios los ojos, doloridos, secos.

El velorio

A Margarita

¿Qué sombríos secretos meditas

y callas?

bella dama de facciones marmóreas,

nuevamente bautizada

entre flores punzantes de noche primaveral.

Reina de sonrisa cincelada,

me hipnotizas

hieres

horrorizas.

Testigo de postrera cena; blanco inmóvil

Perdona esta intrusión.

de ojos santificados.

Tus manos, de lirio muselina adornadas,

gestos maternos guardan,

dolorida carta acarician.

Sencilla.

Inocente.

Eterna.

Caras fraternas se inclinan,

atraídas y repulsadas

por el oscuro abismo de amor.

Voces quedas,

    hermanas fugitivas del espanto;

Voces quedas . . . ligeras,

   levantadas apenas en plegaria unísona;

Voces quedas,

   de lágrimas bañadas,

El consuelo brindan.

Bella dama silenciosa . . . sonriente.

Perdona mi intrusión.

***

Joseph Chrzanowski

California State University, Los Angeles

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Ilustraciones de Ana María Vacas Rodríguez