Juegos de luces y sombras [Aforismos] – II
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(Alegoría de la caverna de Platón) Los prisioneros, encadenados, confundían la realidad con las sombras proyectadas en las paredes. ¿Con qué las confundimos hoy nosotros? ¿Con las pantallas de la televisión y de los móviles, con las redes sociales y los medios de intoxicación de masas?
(El perro) –¿Qué haces, Diógenes?– Le preguntaban, perplejos, aquellos que lo observaban por la ciudad con un candil a plena luz del día. –Busco seres humanos; sólo encuentro sombras–. Ah, si viviera en nuestros días…

(Sombras de la razón) Quienes han sabido extraer más lúcidamente las sombras de la razón han sido los (mal)llamados “irracionalistas” –Schopenhauer, Nietzsche, Freud…– poniendo de manifiesto la razón de la sin razón y la sin razón de la razón (vida, cuerpo, instintos, sentimientos…).
(Psicoanálisis) Incluso la vida más inocente, bella y luminosa posee un inconsciente poblado de sombras.

(Perspectivas) Ante el dolor de la pérdida de un ser amado la existencia es insoportablemente pesada. Sin embargo, desde una perspectiva geológica o cósmica nuestra vida es tan ligera como una sombra, humo, nada.
En la música, esa “misteriosa forma del tiempo”, hasta las sombras de la vida recobran otro fulgor.
(Teatro de sombras chinescas) Con ese extraño juego de luces y sombras se levanta una historia; y con ella, por medio de la ficción, se revela la verdad de las mentiras.

Poseía tan extraordinarias habilidades de actor que era poco menos que imposible saber cuándo fingía. Entonces descubrimos que su sombra le delataba.
En la escena del crimen ya no quedaban sombras.

El rosetón de algunas catedrales europeas logra introducir en el espacio encajes de sombras y luces, símbolo de la vida y de la historia.

(Éxtasis de santa Teresa de Jesús) Pocos han sabido dar vida a la piedra como Bernini, creador de un teatro barroco con unos rayos de bronce al fondo que iluminan a la santa que, atravesada, se desvanece en un glorioso sueño con sus párpados en sombra cerrados a la vez que entreabre la boca emitiendo destellos de ambigua luz.

(Luz de las sombras) Caravaggio, Rembrandt, De la Tour, Ribera… con sus claroscuros, no solo consiguieron que la pintura descendiera a la tierra, además lograron que hasta lo que tradicionalmente era considerado “feo”, “pobre” o “insignificante”, resplandeciera con otra luz.
“Luz, más luz”, pedía Goethe en la hora de la muerte. Sombra, sombra, más sombra, piden los ascetas. Así, y quizá sólo así, reconocerán la luz de las sombras.
(Rosalía de Castro) “En todo estás y eres todo, / para mí y en mí tú moras, / nunca me abandonarás, / sombra que siempre me asombras”. ¿Qué es esa sombra, el dolorido sentir de la vida, el demonio interior, la voz de la conciencia, el yo más íntimo, la suerte…? Somos las sombras que arrojan nuestras acciones.
A todos nos aguarda un destino con más sombras que luces, incluso a los más afortunados: todos, sin excepciones, nacemos sin haberlo pedido, naufragamos entre quejas y lamentaciones y, por lo general, morimos sin nuestro consentimiento.
La sombra es el eco de la luz.

Sombra y luz son sustancias indisociables. No es que no haya luz sin sombra ni sombra sin luz. Más bien la luz es de las sombras, al igual que las sombras de la luz.
(Elogio de la sombra, Junichiro Tanizaki) “Nosotros los orientales creamos belleza haciendo nacer sombras en lugares que en sí mismos son insignificantes”: ¿Se puede reconocer la luz si no es por medio de las sombras?

(Elogio de la sombra II, Chema Madoz) Dibujar con la luz y las sombras una ventana a través de la cual se muestra que gracias a las sombras percibimos la luz de las palabras que nos acompañan y guían.
(Elogio de la sombra III, respuesta a Jorge Luis Borges) Nunca terminaré de conocer quién soy, pero al menos he aprendido a convivir con las sombras, incluso a agradecerlas.
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Sebastián Gámez Millán