La luz del mundo en la poesía de Mónica Velasco
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La luz del mundo en la poesía de Mónica Velasco
La poeta y profesora Mónica Velasco ha demostrado con su poesía que la luz irradia del verso. En Llumantia ilíquida que publicó la editorial salmantina Amarante, vive un universo de sensaciones, un viaje iniciático al contacto y la identificación con la Naturaleza. Como dice en el poema “Agua soy”, la poeta se identifica con el entorno que la rodea, porque sabe que la naturaleza es cobijo y pensamiento, es remanso y lucidez ante la vida:
“Soy la mujer abierta, el cuerpo abierto, mi sangre. / Soy la noche y la arena, soy la extensión de los desiertos. / Soy canto y hoguera, incendio desmedido. / Agua soy”.
El cuerpo se extiende en el universo y la poeta conoce el sentir del mundo, su eco poderoso. La identificación con el desierto, con la noche, con el canto que es hoguera nos conduce a esa luz que irradia su voz poética, es una llamarada que llega al lector y que abre una ventana a la creación. La luz cenital que deja el verso, la luz inaugural que regala ese encuentro con el poema como acto completo de creación.
La belleza con la que canta a la rosa, ese efímero fulgor que destella para morir después, se pone de manifiesto en un poema que empieza diciendo: “No quiero rosas”:
“No quiero rosas, con tal que haya / rosas. Quiero dejarlas arder / en las horas altas. / Las quiero en la noche, incendiadas / del perfume benigno del terciopelo”.
La rosa como creación, belleza que esplende, fulgor que ciega, en la poesía de Mónica Velasco vive y respira el universo, la simbiosis entre la mujer y la Naturaleza que se encarna en ella, se hace cuerpo. Al leer el poema, vemos ese mundo que nace, como surge el poema, puro encuentro de la palabra con el paisaje que nos rodea. Mónica Velasco sabe que lo que nos une al mundo es un destello, un hallazgo y en las rosas contempla cómo surge el acto creador, cómo se rebela de la muerte la belleza creada.
Hay varias partes en el libro, en la segunda titulada “Los Pinos”, la mujer castellana se confiesa adherida al paisaje, entregada a la belleza de la meseta:
“Desnuda como voy sobre Castilla, / no se endurece mi piel, ni rueda en / cántico sombrío mi soledad”.
Es luz que cae sobre ella, porque la tierra se ama y se quiere, se toca y se siente, entra en el cuerpo y nos hace suya para siempre. Tierra y cuerpo eslabonados, como si el paisaje fuese un espejo del rostro, del cabello, de la boca, todo un orbe que se adentra en nosotros y nos posee.
Y en ”Urdidumbre”, nace el poema como entrega, como si el eco de Claudio Rodríguez volviese, al contemplar la belleza bien creada de la tierra:
”¡Qué redondez la de la vida! Déjala / hacerse en el hilado de una abeja / tras otra, en la campana de la lavanda / de este huerto improviso. No reparan las / flores ni insecto alguno en mi estancia”.
Todos son sonidos del mundo que la mirada atenta de Mónica Velasco asume para hacerlos suyos y entonces, como un encantamiento, surge la creación y la entrega, que es ofrenda al paisaje amado y bien hecho.
Y en el poema “Canto y latido” se refuerza esa idea de fusión mujer y paisaje, como si todo fuese nacimiento, luz renovada, fulgor del mundo:
“Así en el temblor del aire / en el tejido fabuloso de la tarde, / en el hilado profundo. / Canto y latido en las ondas / vibra mi vida”.
El libro es paisaje, es luz, destello, es enamoramiento de la tierra, es un don que se ofrece porque la Naturaleza se abre a la poeta para que la goce con la ternura del beso inocente y puro.
Nos hallamos ante una poesía luminosa, con haces de luz, que vibra y que, al leerla, sabemos que hay detrás un sentimiento hondo y poderoso hacia el mundo. Es un canto de amor que Mónica Velasco nos brinda, porque sabe que la vida es un regalo efímero y debemos vivirlo, entregarnos a él con devoción.
Cuando ya se ha terminado la lectura, vemos que como dice en un verso “el silencio tiene tanta voz” porque la contemplación del mundo y sus silencios están llenos de palabras, las que iluminan la poesía de Mónica Velasco.
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Pedro García Cueto
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Mónica Velasco. Llumantia ilíquida. Editorial Amarante, Salamanca, 2019. ISBN: 978-84-120384-7-7.
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