La máquina onírica – Ensayo – Error [Escrituras automáticas V] – II – Soledad Arcos
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La máquina onírica – Ensayo – Error [Escrituras automáticas V] – II – Soledad Arcos
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La máquina onírica – Ensayo – Error [Escrituras automáticas V] – II
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ensayo – error
cualquier historia o transacción surge siempre con un agujero que quiere ser llenado
mirad todos, cómo ese pájaro cojo juega con mi corazón
mientras escapa con un desierto de agua
no confundas el final con lo vacío
si no eres capaz de sonreír mientras luchas por tu vida, no sirves
cómprame esta indefensión permanente y finge que me amas
o bésame y llévate todos los avisperos
todas
todas esas estrellas
ya estaban
ro
tas
dentro de mí
*
amanece tan gris
tan gris
tan gris
tan gris
tan gris
tan gris
tan gris
tan gris…
(último susurro de las farolas de mi calle antes de apagarse)
tenía mundos atravesados en la garganta
y no podía quebrar el silencio
quería hibernar, desaparecer…
pero necesitaba generar movimiento, estar presente
aunque bien sabía que no iría a ninguna parte
porque esa realidad no concordaba con mi interior
pasaban huracanes a nuestro lado
y sobre nuestras cabezas
y entre nuestras piernas
y de fingir que no pasaba nada, olvidamos cómo era protegerse de la intemperie
*

*
la misma ventana
el mismo jardín
la misma crisálida vacía…
que observan
que saben del diablo de mis ojos
de la ausencia de refugio
te sintonicé por error
y tu corazón vino a mí
temblando
como un ciervo perdido en la ciudad
había luces flotando sobre nosotros y todo pasó a cámara lenta, como cuando tienes un accidente
eras un accidente con ojos preciosos
*
quiénes somos
dónde estamos
a veces se cuela por las rendijas
retazos de algo desconocido, que no quieres, no te interesa definir
a veces se cuela por las rendijas
algo más antiguo que la lluvia
partes de mundos diferentes, tal vez imaginados
pero con más nitidez, si acaso más certeros
que cualquier cosa real
y esos trozos se van insertando en las vísceras de todo lo cotidiano
creando un parnaso que tan solo cambia de acorde a la mirada del observador
mas sin embargo, se rige
por lo imprevisible de lo observado
yo no tengo versos sobre “la niña que tenía ganas de llorar, y también de llenarse la boca de azúcar”
yo nunca he querido llenarme de azúcar
yo guardaba mis lágrimas en un frasco para no olvidar
mis versos son para quién se sienta a mi lado y de algún modo abraza a la niña cuando no puedo encontrarla
allí estás
domingo por la mañana
bajo el árbol de Navidad
llorando
de espaldas a la multitud
esa eres tú
*

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Soledad Arcos