La soledad del mundo: Haruki Murakami & Gabriel García Márquez – María del Carmen Conde Martín

La soledad del mundo: Haruki Murakami & Gabriel García Márquez
***

***
En las siguientes páginas trataremos de manera comparada la tematología entre el gran hito literario que constituyó Cien años de soledad de Gabriel García Márquez y el también paradigmático Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo de Haruki Murakami. Para ello, pondremos en común símbolos de ambas obras, sobre la soledad y el mundo, cuyos significados transversales se pueden vincular gracias a las conocidas alegorizaciones provenientes del realismo mágico y antes del surrealismo.
Ambas obras, a través de los sucesos que acaecen a los protagonistas, ya sea bajo la metaforización del realismo mágico o las imágenes del surrealismo, poseen a la vez el compromiso de expresar en lo subyacente problemas o conflictos que aquejan al grupo y a la persona, a la sociedad, que son aquellos que están clamando por salir y ser atendidos. Y así, recordamos episodios de ambas novelas, cuyos actos más allá de lo natural, poseyendo una primera capa superficial, que pareciera ser el fenómeno en sí, adquieren, sin embargo, una profundidad última en un plano subjetivo y onírico, para en ello poder explicar lo real en la inmersión de la irrealidad.
En Cien años de soledad nos encontramos con acontecimientos que aluden a estos hechos, en la dimensión mencionada, que señalan dolencias contextuales y sociales del momento en que se escribió la narración, emparejadas con la obra de Murakami, sin importar lo alejado de las fechas de publicación de las dos novelas. A los descendientes de los Buendía les aparece un rabito de cerdo, efecto de relaciones consanguíneas, lo que representaría la superficie de lo que realmente se quiere expresar. Mirando más allá, en el plano interior, vemos que a ello subyace la degeneración no solo física, metafóricamente expresada, sino también la moral, que acompaña a la historia de la familia Buendía.
En otro plano, también podría interpretarse este signo como la soledad alegorizada de la misma Colombia de García Márquez en aquel contexto histórico-cultural, debido a la convulsa situación política ysocial en que se encontraba el país: conflictos relacionados con la corrupción, el narcotráfico, la desigualdad social, así como el abuso de poder y la falta de recursos económicos, teniendo que depender del exterior. De una u otra manera figurada, estas problemáticas son representadas en Cien años de soledad, a través de hechos apoyados en un realismo mágico principalmente.
Según Luis Carlos Molina Herrera, Cien años de soledad nos transmite un planteamiento ético desde el principio de la obra, comenzando por la muerte de Prudencio de Aguilar, cuya culpabilidad José Arcadio Buendía no puede soportar; y, también, la mencionada cola de cerdo en la descendencia de la familia Buendía, que supone una especie de sanción o punición, producida por las relaciones incestuosas entre primos de la familia Iguarán. Todos estos actos con ethos negativo acaban desembocando en un castigo, derivado de la transgresión cometida. A lo largo de toda la novela, vemos cómo estas acciones terminan produciendo el cataclismo final de Macondo, en paralelo al derrumbamiento y la decadencia de los valores, dándose también el temor a las sanciones por las malas actuaciones, que conduce a la pérdida de lo que verdaderamente significaban los principios en los que creían al comienzo de la historia. Asimismo, nos encontramos con situaciones que, si se pueden considerar positivas, como el progreso que traen los gitanos a Macondo, dan como resultado el abandono a los niños del pueblo, a causa de la gran atención que se le presta a las nuevas invenciones técnicas, como la lupa o el imán.
Otros sucesos que ocurren en la novela, como la peste del insomnio, igualmente pueden interpretarse como metáforas de la soledad y del aislamiento que experimentan los pobladores de Macondo. Y, en efecto, a medida que la epidemia se extiende, los habitantes del pueblo se encuentran cada vez más solos. Este acontecimiento trágico refuerza la sensación de desconexión e incomunicación entre ellos; y, además, según avanza la peste, la salud de los pobladores se va deteriorando cada vez más, tanto física como mentalmente, y, así, vamos asistiendo a cómo la incapacidad para dormir conduce a la locura; visión que difumina los límites entre la realidad y lo imaginario, Sin duda, todo ello hemos de considerarlo como la progresiva decadencia y corrupción de la sociedad, plasmando elocuentemente su desintegración.
En síntesis, pues, Cien años de soledad podría ser entendido como un ensayo moral en el que se nos advierte de la desintegración de los valores primordiales, de los que carecía la sociedad en la que vivía García Márquez; si bien también proyectándose al futuro. A su través, de igual modo, se está haciendo no solo una denuncia a la pérdida de la humanidad como esencia de valores, sino también se reclama la conciencia sobre aquella, que constituye lo que realmente nos hace personas, con mayúsculas, al invitarnos a reflexionar sobre temas que involucran compromiso, sentimientos y emociones.
En paralelo, ensayamos signos de su contrapartida en la obra de Murakami, como el episodio donde Toru Okada visita una misteriosa casa abandonada, que está ligada a un mundo subterráneo; y mientras la investiga, encuentra una habitación llena de agua hasta el techo para, en medio de esta sala inundada, hallar a un hombre vestido con un traje de buzo. En esta escena, el agua parece simbolizar el gran terreno desconocido de la mente humana y la experiencia emocional, y a la vez puede representar el desbordamiento de las emociones y los sentimientos reprimidos, así como los deseos ocultos. Además, la presencia del hombre vestido de buzo agrega un elemento surreal que evoca la idea de una inmersión en las profundidades de la psique y la exploración del subconsciente. Una situación onírica que refuerza la idea de que el protagonista está entrando en un espacio metafórico, donde se confronta con aspectos ocultos de sí mismo y del mundo que le rodea.
Otro ejemplo en la novela lo constituye el pozo seco, que, a su vez, puede constituir el símbolo de la pérdida de conexión con la vida, de su falta de sentido y de la separación del mundo natural, ya que a partir del momento en el que el protagonista se sumerge en el pozo, comienzan a desdibujarse los límites entre la realidad y el plano más allá de lo surreal u onírico, como si hubiera entrado en otra dimensión4. Esta escena la leemos cuando el protagonista decide explorar ese pozo seco que estaba cerca de su casa. A medida que baja por el hueco, la narración adopta un tono cada vez más fantástico y de inmersión en el sueño, que es cuando Toru experimenta una serie de situaciones y visiones. La oscuridad y la profundidad del pozo crean, así, un ambiente gobernado por lo desconocido y el misterio. De ahí que se trate de una secuencia que es clave en la novela, pues representa la exploración profunda del personaje en su propia psique y la búsqueda de respuestas acerca de su propia identidad y su propósito vital.
El pozo actúa como un portal alegórico hacia su reino interior, en el que se podrán observar los aspectos ocultos del subconsciente, convirtiéndose en un punto de encuentro entre la realidad y lo desconocido. A través de esta experiencia, Toru se enfrenta a sus miedos, a sus deseos reprimidos, y se adentra en un viaje introspectivo que contribuye a su crecimiento y transformación como personaje. Según el crítico Onishi, se explica esta fusión de Toru con su mundo interior en la expresión de la dialéctica yo soy él, él es yo5. Además, el pozo seco también atrae a los demás personajes y, en ello, simboliza el afán de recuperar lo perdido y la búsqueda de un vínculo más profundo con el mundo. Son seres que se sienten atraídos por el pozo, un signo que podría interpretarse como el lugar del vacío existencial que sienten y que hay que llenar en la búsqueda de sentido en un mundo complejo y en constante cambio.
Al igual que este último símbolo que destacamos en la novela de Murakami, la soledad en Cien años de soledad es una metáfora del aislamiento y en falta de sentido. Ambas obras muestran, de este modo figurado y tematológico, también la incapacidad de los personajes para comunicarse y entenderse entre sí, creándose en los textos una sensación de distanciamiento y alienación. Y ello coincide con la búsqueda de una identidad propia y de lo que realmente significa la vida. Por ello, los personajes de ambas obras se ven obligados a enfrentarse a sus miedos y traumas internos mientras luchan por encontrar un propósito y sentido en sus vivencias. En esta figuración, los pájaros en la novela de Murakami adquieren, igualmente, un estatus simbólico, pues poseen un fuerte significado connotativo al ser considerados portadores de secretos y mensajes cifrados: representan, en su forma tamatológica, la libertad, así como la búsqueda de trascendencia y la conexión con lo desconocido, aspectos temáticos simbolizados que también están presentes en la novela de García Márquez.
Además, el pájaro es a la vez una alegoría que nos remite al título del libro de Murakami, cobrando así una importancia todavía mayor durante el transcurso de la historia, y provocando, así, que Toru reflexione sobre la vida y la existencia misma. A juicio de García-Valero, al suponer esta novela un universo en sí mismo, este se asemeja a una maquinaria en la que todas las piezas interactúan entre sí perfectamente, cuyo título original en japonés Nejimaki-dori kuronikuru en español se traduce como «Crónica de un pájaro mecánico a cuerda»; a este título en español se le ha añadido el complemento «del mundo». Las siguientes palabras de Tomás Albadalejo sobre el título de La tragedia de la mina de carbón de Nueva York, otra de las novelas de Murakami, reflejan una gran consonancia con el título que nos atañe: Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo:
El título tiene una fuerza pragmática que se extiende sobre el resto del relato, sometiendo la acción de éste a la intención que lo sustenta. Es el lector quien debe dar forma a la suspensión, al sentido de este título. El título, como epitexto, tiene un valor sintético, que le es propio, pero en este caso Murakami construye eficazmente una ambigüedad informativa que afecta al receptor y que incapacita su labor interpretativa en un primer momento.
En conclusión, ciñéndonos a las dos simbolizaciones concretas referidas, el pozo seco en Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo y la soledad en Cien años de soledad, ambas claves de figuración representan esa desconexión dicha, que es falta de sentido, pero también búsqueda de identidad y significado en las vidas de los personajes, resaltándose, así, la lucha humana por encontrar conexiones auténticas y superar la sensación de aislamiento existencial. Podríamos argumentar que, en el fondo, ambas obras transmiten, en esencia, los mismos mensajes que, a la vez, son traspasables a la vida cotidiana de la época actual, pues en los dos casos nos evocan reconsiderar problemáticas que todavía continúan vigentes en nuestra sociedad; así la manera en la que en determinadas ocasiones se coacciona a los individuos para tomar decisiones, anulando la personalidad y la individualidad. Al final, podríamos pensar que ambas novelas intentan mostrar el vínculo entre la persona, el pueblo y, asimismo, las contradicciones entre el individuo y la sociedad.
***
María del Carmen Conde Martín
___________________________________
Notas
[1] Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, Madrid: Cátedra, 2007.
[2] Haruki Murakami, Crónica del pájaro que le da cuerda al mundo, Barcelona: Tusquets Editores, 2008
[3] Luis Carlos Molina Herrera, «Gabriel García Márquez y la ética en Cien años de soledad – II», Universitas Philosophica, nº 65, vol. 32, 2015, págs. 245-274.
[4] Violeta Vaca Delgado, «Fantasía, sueño y deseo en la obra de David Lynch y Haruki Murakami», Impossibilia. Revista Internacional de Estudios Literarios, nº 19, 2018, págs. 76-92.
[5] Makoto Onishi, «Dialéctica entre el yo y el otro. En torno a la metáfora del pozo en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo», Quimera, nº 289, 2007, págs. 50-55
[6] Benito Elías García Valero, «Haruki Murakami y la subjetividad contemporánea» en Japón y «Occidente»: El patrimonio cultural como punto de encuentro, Sevilla: Aconcagua Libros, 2016, págs. 95-104.
[7] Tomás Albadalejo Mayordomo, «Sustentatio y duplex sustentatio: Inflexión y construcción del relato en La tragedia de la mina de carbón de Nueva York de Haruki Murakami. De Re Poetica: homenaje al profesor D. Manuel Martínez Arnaldos, Universidad de Murcia, 2015, págs. 25-42.