Los haikus de Ricardo Virtanen en «Llama de luna (haikus 2015 – 2018)» – Una reseña de Pedro García Cueto

Los haikus de Ricardo Virtanen en «<em>Llama de luna</em> <em>(haikus 2015 – 2018)</em>» – Una reseña de Pedro García Cueto

Los haikus de Ricardo Virtanen en Llama de luna (haikus 2015 – 2018) [Reseña]

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Los haikus de Ricardo Virtanen en Llama de luna (haikus 2015 – 2018)

Llama de luna (2015-2018), recoge los haikus de Ricardo Virtanen, poeta, músico y profesor que, con su sensibilidad, entiende el haiku como una forma de decir, de expresar la emoción.

   La editorial Polibea, que lleva con su mano firme desde hace mucho tiempo Juanjo Martín Ramos, ha editado estos haikus de Virtanen, que son llama que ciega en la oscuridad de la noche. Con un prólogo de Susana Benet, que clarifica muy bien la labor del haijin, este poeta y músico que sabe que la palabra precisa es fogonazo y nos alumbra.

  Como dice Benet, poeta también, el detalle es la clave:

“Concentrar en un detalle mínimo una vivencia y a través de ese detalle guiarnos hasta la emoción. Del mismo modo que unas sencillas notas musicales pueden despertar sentimientos intensos”.

  Y son los haikus altura que a veces cobra vuelo y luego es remanso, porque es el haiku un pensamiento que eleva al que lo dice, luego llega el remanso, esa suavidad que es ternura, porque el lenguaje siempre imprime al que lo escucha un decir hondo, que se va descubriendo poco a poco. Es algo minucioso, que se escucha, pero que luego penetra en nosotros, cuando lo evocamos.

  Y muy bien visto por Benet que la hondura de afuera da calor al frío interior, el mundo bien hecho, con sus pequeñas cosas, nos alumbra y nos cincela hasta dejarnos la huella de un mundo siempre en crecimiento y maravilloso.

  Y en el apartado “La intemperie”, nos dice Virtanen:

“Un jardín solo / para todos los muertos. / Es primavera”.

    Porque los muertos están siempre vivos cuando se les evoca, son memoria que resucita siempre en el que amó.

  O la lentitud del caracol, que no espera a nadie:

“El caracol, / lento, pasa de largo. / Nadie lo espera”.

   El ser humano contempla el mundo y sabe que merece la pena vivir por el mero hecho de mirar a quien no nos mira:

“Cuando amanece, / el mochuelo no sabe / que lo miramos”.

   Y el hombre, su mano cruel, que no cree en lo que le rodea, que no mira la belleza y la destruye:

“Abedul y arce, / cortados en el bosque / a machetazos”.

   Hay en el haiku la musicalidad de una hoja que se eleva al cielo y cuando cae lo hace con suavidad, sin derrota, sin morir.

   En el apartado “Pura tibieza”, Virtanen conoce el secreto de las cosas y ve a la nieve como si fuese nuestro propio cuerpo:

“La nieve suena / como la sangre seca / cuando camino”.

   O ese espacio profanado por el mundo, cuando podemos detenernos en lo íntimo y mirar de verdad las cosas:

“Suena el cristal. La intimidad la rompe / un balonazo”.

   Y el río que es la vida y que contiene nuestra memoria, la que vamos evocando cuando vemos las ondas del agua pasar:

“Ríos que nacen / de la profundidad / de los recuerdos”.

  Y en “Llama de nadie”, el tercer apartado, el ser humano, poeta que conoce el tiempo y sabe detenerse en la belleza del mundo, se integra en la Naturaleza, forma parte de ella, se mimetiza con lo hermoso que le rodea:

“Huyen las nubes / de todos mis instantes”.

  Y además la Naturaleza que ha encontrado en el poeta un hombre que mira, uno solo entre tantos, que sabe mirar el mundo, amarlo de verdad, lo evoca en la distancia, cuando el poeta se cierra en su interior:

“Echados los visillos, / la luna me recuerda”.

   Y en el último haiku del libro, la identificación Naturaleza-ser humano llega hasta lo más íntimo, porque lo fisiológico le lleva a saber que la nieve es alimento, se nutre el poeta de todo lo que le rodea, sabe con certeza que solo tiene sentido la vida si miramos, si amamos el mundo y abandonamos lo que nos consume y entretiene, todo lo que hace de la vida inercia y automatismo:

“Orinando en la nieve, / me caliento las manos”.

   El poeta ha logrado la identificación, porque el paisaje que ha mirado, en un principio, no lo miraba, pero luego lo va recordando, sabe el paisaje (árboles, nieve, pájaros) que hay alguien que ha abandonado el mundo del consumo, de lo banal, para sumergirse en lo esencial. La búsqueda de lo hermoso, cobra sentido en el final de los haikus, donde el hombre ya es parte de la Naturaleza.

   Pienso que el haiku es un saber mirar adentro, es un saber ver lo que otros ya no ven y pararse en el detalle, como decía en el prólogo Susana Benet. La poesía que hay dentro nos ilumina y nos devuelve a lo que importa, a lo que es esencial y a lo que tenemos que querer.

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Pedro García Cueto

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Nota

Ricardo Virtanen. Llama de luna (haikus 2015 – 2018). Editorial Polibea, Madrid, 2021. ISBN: 978-84-123928-7-6.

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