Por el sendero de Raoul Walsh – Una reseña crítica de «Raoul Walsh», de Carlos Losilla – Pedro García Cueto

Por el sendero de Raoul Walsh – Una reseña crítica de «Raoul Walsh», de Carlos Losilla – Pedro García Cueto

Por el sendero de Raoul Walsh – Una reseña crítica de Raoul Walsh, de Carlos Losilla

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Carlos Losilla, historiador del cine, crítico cinematográfico y autor de importantes libros sobre directores de cine, se sumerge, como un entomólogo, en la filmografía de Raoul Walsh en este libro publicado por Cátedra, en la colección Signo e Imagen, que ya ha dado a luz a grandes clásicos del cine.

Losilla sabe mirar el cine de Walsh, en ese hilo fino que constituye la mirada de los personajes que saben que todo es un adiós, no hay que olvidar como Olivia de Havilland (verdadera leyenda áun vida con casi ciento cuatro años) mira a Errol Flynn en Murieron con las botas puestas. La despedida de una mujer de su marido, que morirá en la famosa batalla contra los indios, es un testimonio vivo de esa forma de filmar, donde los personajes de sus películas se despiden, conscientes del gran desencanto que supone la propia vida.

Losilla maneja, a través de muchas miradas, un universo que brilla en El último refugio, bajo la sombra de Bogart laten muchos hombres heridos por la vida, cuando mira a Ida Lupino, vemos ese pensamiento que ronda a los perdedores, a los que no han sabido llevar una vida decente, hechos para vivir y morir demasiado rápido. Palpìta también esa inutición en los personajes que interpretó James Cagney, ese actor de gran expresividad, que en el cine de Walsh muestra su ímpetu ante la vida, solo hay un camino y es el de darlo todo aunque luego no quede nada. En The roaring twenties, sentimos su presencia como si nos persiguiera, sabemos que su eco está presente en un mundo donde la prisa por llegar a ser lo convierte todo en nada.

Hay notables influencias en su cine y Carlos Losilla sabe verlas, como la comparación con el cine de Chaplin y el cine de Renoir (en la inolvidable El río), donde el espacio y el tiempo lo son todo, ya no sentimos que la ideología lo cubre todo, como sí está presente en otros directores americanos que expresan en su cine un discurso conservador o progresista, ya sabemos la cantidad de películas que fueron fruto de la censura por sus ideas izquierdistas. En Walsh como en el Chaplin de Candilejas se mira al ser humano, se profundiza en su dolor, en esos planos donde sabemos que ya nada será como antes.

En Objetivo Birmania, vemos la arrogancia de esos soldados, pero también su humanidad, Walsh quiere transmitirnos esa voz que late en ellos, la de seres en la derrota, que nunca podrán vivir en la luz del tiempo sino en sus sombras.

El mundo urbano es observado con meticulosidad en Sin conciencia, donde la urbe se convierte en un reducto hostil y la necesidad de Walsh de plantear planos y contraplanos como dos espacios que se alejan. En el cine de Walsh la distancia está siempre presente, siempre hay alguien en movimiento que se va. Lo podemos ver en Murieron con las botas puestas, pero también en otras películas donde los personajes se separan para siempre o mueren juntos como en la excelente Juntos hasta la muerte con la famosa imagen que sirve de portada al libro, esas manos entrelazadas de Virginia Mayo (esa actriz que fue muy importante en su cine porque sabe representar la distancia y el afecto al mismo tiempo) y Joel McCrea.

En el cine bélico Walsh esconde lo que no quiere mostrar como en Objetivo Birmania, pero ya es un claro antecdente, como recuerda Losilla, en la escena de los helicópteros que barren un poblado a las exitosas Apocalypse Now y El cazador (acusada esta de racista, pero, que en su afán de mostrar la solidaridad entre un grupo de amigos, se gana el calificativo de emotiva y notable crónica de una guerra).

Todo el libro insiste en la mirada de Walsh que a veces elide imágenes para que nosotros las completemos en nuestro interior como en Tambores lejanos o en Camino de la horca, con la complejidad de actores que dan a los personajes muchas traducciones porque siempre dejan un hueco para nuestra visión de sus movimientos, Gary Cooper en Tambores lejanos y Kirk Douglas, dotado siempre de una expresividad fogosa en Camino de la horca.

No hay que olvidar el cine de aventuras que representa El hidalgo de los mares o El mundo en sus manos, ambas interpretadas por un excelente Gregory Peck y que simbolizan un mundo donde la inocencia prevalece, como si volviésemos a leer aquellos libros de aventuras de nuestra niñez. En Walsh, el ritmo no tiene nada que envidiar a ningún director actual, es trepidante y enérgico, como la cámara que lo filma todo con entusiasmo por plasmar un universo con el que hemos soñado alguna vez.

Losilla sabe muy bien que La esclava libre tiene planos maravillosos de Ivonne de Carlo, poque Walsh plasma en los personajes femeninos la luz que a veces oscurece a los masculinos, envueltos en la extraerá atmósfera de la redención, son seres que quieren salvarse de alguna culpa como esos gángsters que interpretó Bogart o Cagney.

El libro analiza meticulosamente el mundo de Walsh y todas sus películas, Losilla es el amanuense que va escribiendo con calma lo que las imágenes poderosas de su cine le trasmiten. Un libro necesario para entender a uno de los grandes genios del cine clásico americano.

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Pedro García Cueto

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Nota

Carlos Losilla. Raoul Walsh. Editorial Cátedra [Colección Signo e Imagen / Cineastas], Madrid, 2020. ISBN: 978-84-3764-113-3.

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