¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Reflexiones acerca del cine como amistad y disolución de fronteras – I – Sebastián Gámez Millán

¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Reflexiones acerca del cine como amistad y disolución de fronteras – I – Sebastián Gámez Millán

¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Reflexiones acerca del cine como amistad y disolución de fronteras – I

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¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Reflexiones acerca del cine como amistad y disolución de fronteras – I

Ahora queremos presentar un breve compendio de algunos de los poderes que nos ofrece el cine. Para ello hemos elegido presentar una reflexión sobre un cortometraje no muy conocido de Víctor Erice, Arroyo de la Luz, que trata, entre otros asuntos, de la formación-educación de unos niños que, bajo las indicaciones de su maestro en el colegio, observan cómo se desarrolla la acción de ¿Dónde está la casa del amigo? largometraje dirigido por Abbas Kiarostami. Precisamente Kiarostami es un cineasta amigo de Víctor Erice al que este último le responde por medio de este cortometraje en una suerte de correspondencia fílmica.

Hemos divido el ensayo en cinco partes: la primera se ocupa de responder, siquiera de forma panorámica, a la pregunta que hemos elegido a modo de título: ¿Qué puede hacer el cine por nosotros? Y, como hemos sugerido en anteriores capítulos, a pesar de las diferencias entre las modalidades artísticas, la pregunta más bien habría que reformularla de la siguiente forma: ¿qué podemos hacer nosotros por el cine? Puesto que el cine, por sí solo, poco o nada puede hacer por nosotros; nosotros, en cambio, sí podemos hacer bastante por él y, al mismo tiempo, por nosotros. Tal es la importancia de una recepción suficientemente sensible y cómplice.

En la segunda parte defendemos la tesis de que “ver cine es verse a sí mismo”; si no pudiéramos vernos a nosotros mismos, si no pudiéramos comprendernos a nosotros mismos mientras comprendemos a los personajes de la pantalla, el cine carecería del poder que posee para alcanzarnos, interpretarnos y transformarnos.

La tercera parte, titulada “El dilema sin fin” es, en cierto modo, una continuación de la anterior, pues en ella procuramos poner de manifiesto que los dilemas que se plantean en la pantalla provienen de las formas de vivir los humanos y, entre sus objetivos, está regresar a las formas de vivir los humanos con el fin de arrojar luz sobre tales dilemas, bien sea para analizarlos de otra manera, en su debida complejidad, bien para plantearlos y abordarlos de otra forma.

“Disolver las fronteras: hacia una visión más cosmopolita”, es el título de la cuarta parte. Argumentamos que una de las funciones del arte reside en disolver fronteras simbólicas, históricas, culturales… y generar visiones, actitudes, comportamientos más cosmopolitas, en otros términos, reconocernos como humanos a pesar de nuestras irreductibles diferencias.

La quinta y última parte de este ensayo es una consecuencia lógica de la anterior: si el cine contribuye a disolver fronteras, de una forma u otra, contribuye a desarrollar el sentimiento de amistad, entendido como un sentimiento inclusivo que abre y une en lugar de separar y excluir, que nos proporciona una comprensión y una comunicación de nosotros y lo que nos rodea que no nos proporcionan otros allegados o conocidos, que nos enseña a “buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno”.

Hay cientos, miles de lugares que no aparecen en los mapas: Arroyo de la Luz puede que sea tan sólo uno de ellos. Desde que tenemos constancia de su existencia, no antes de haber visto el cortometraje de Víctor Erice, ocupa un pequeño rincón de nuestro corazón, a pesar de que para que aparezca en los mapas debemos ampliar el zoom sobre Extremadura; de lo contrario no lo vemos, y si no lo vemos es como si no existiera. Este es, curiosamente, uno de los temas del cine y, de manera general, de las artes: enfocar aquello que no vemos y, sin embargo, está ahí, aquello que comúnmente pasa desapercibido pero está rodeándonos, quién sabe si dándonos la vida o robándonosla.

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Fotograma del documental Arroyo de la Luz [Víctor Erice, 2005]

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1) ¿Qué puede hacer el cine por nosotros? No obstante, el tema que aborda este cortometraje de Víctor Erice no es el anteriormente enunciado, sino más bien, a juicio del crítico de cine Hilario J. Rodríguez: “¿Qué puede hacer el cine por nosotros?” Aun estando de acuerdo con ello, no podemos sino disentir, ya que de una forma u otra, todas las películas o, al menos todas aquellas que merecen figurar como cine, tratan este asunto, si bien de una forma implícita.

Mas aunque sea muy general, respondamos por lo pronto a esta pregunta: ¿qué puede hacer el cine por nosotros? El cine puede transformarnos, no entraremos ahora en detalles, ya veremos después cómo. Y quien dice el cine, dice las artes. Al poco de comenzar este cortometraje nos adentramos en una clase de un colegio, donde un maestro procura, por medio de imágenes cinematográficas, conducir a unos alumnos, mostrarle los diferentes caminos. ¿Hacia dónde? Eso todavía no lo sabemos, hay que saber aguardar como hay que saber esperar el momento propicio de la revelación.

Nos llama la atención, entre tanto, varias cosas: en primer lugar, que los niños, en estos difíciles y confusos tiempos donde la noción de autoridad se ha resquebrajado en mil pedazos, sigan y atiendan las observaciones y señales del maestro. Mas ya hemos dicho que se trata de un maestro, es decir, alguien que guía en vez de manipular; alguien que guía a pesar de no sentirse ni estar en posesión de la respuesta definitiva, pues bien podríamos perdernos en esa maraña infinita de imágenes que giran alrededor nuestra.

El maestro es, desde luego, un espíritu socrático, alguien que lanza preguntas, no porque sepa la verdad, sino con el fin de alumbrar a los niños, aprendices que han de encontrar la luz en su interior. Pero, ¿sabrán encontrarla? De momento, basta con que la busquen. Eso ya es un momento desiderativo de la curiosidad, que no es poco, puesto que supone vida del espíritu. Vemos, pues, que el cortometraje versa sobre la formación intelectual y moral de los niños a través del cine. Pero no lo dice, lo muestra, que es lo que debe hacer el buen arte, a diferencia de otro arte más propagandístico, panfletario y/o degenerado.

En segundo lugar, desde la perspectiva del cineasta, es una película dentro de otra película o, si se prefiere, una película que se desarrolla a partir de otra película, como un diálogo se desarrolla a través de preguntas y respuestas. Nunca nos cansaremos de insistir en cuánta luz podría arrojar sobre los procesos de creación y, en suma, las obras de arte, analizar de forma comparada cómo surgen las obras en diálogo con otras obras del pasado. El arte nace del arte, y el cine no es una excepción. No se trata, en contra de lo que pueda parecer, de plagios, sino de homenajes, de eso que Harold Bloom llamó la ansiedad de las influencias o, como preferiríamos denominarlo, del impulso de emular o de responder ante aquello que nos interpela.

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Fotograma de la película خانه دوست کجاست؟‎ / Jâne-ye dust koŷâst? / ¿Dónde está la casa de mi amigo? [Abbas Kiarostami, 1987]

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El siguiente movimiento nos parece tan obvio como decisivo: eso que hacen los alumnos mientras asisten al despliegue de la trama argumental, ¿no es, en cierto modo, lo que nosotros hacemos? ¿No se comportan ellos, al fin y al cabo, como nosotros nos comportamos? ¿Nos suscitaría la misma curiosidad e interés si, de una forma u otra, ellos no se comportaran como nosotros? Y esto cuando menos bajo un doble plano: primero, los niños mantienen la curiosidad y el interés que mantienen porque, a pesar de las diferencias culturales entre ellos y los personajes de la película que están viendo, se pueden identificar, ponerse en la piel de algunos de ellos, esto es, sentir y pensar que cada uno de ellos podría ser él, que cada uno de ellos, a lo largo de su vida, puede verse en semejante aprieto.

Segundo, nosotros, los espectadores-receptores mantenemos la curiosidad y el interés que mantenemos porque, a pesar de las diferencias que nos separan con esos niños, nosotros podemos sentir y pensar que somos, en mayor o menor medida, como ellos que asisten, expectantes, al decurso de la acción. Nos preguntamos si el cine podría conservar intacto su poder, y especialmente su poder de formación intelectual y moral, su poder, en suma, de transformarnos, si no pudiera al mismo tiempo ofrecernos la posibilidad de vernos a nosotros mismos a través de los otros.

Esos otros que, paradójicamente, también somos nosotros. Si no nos viéramos a nosotros mismos a través de los otros, ¿cómo podríamos entonces llegar a conocernos y, por analogía, conocer a los otros? ¿Cómo podríamos entonces llegar a alterarnos? ¿Cómo podríamos entonces transformarnos? Y antes criticar si acaso y corregir la conducta, siempre desviada hacia no se sabe dónde.

Así, pues, los alumnos, al tiempo que observan al personaje de ¿Dónde está la casa del amigo?, se ven a sí mismos en esa hipotética situación, en esa circunstancia imaginaria, que no por ser imaginaria deja de producir efectos de realidad y efectos en la realidad. Asimismo, como no podía ser de otro modo, nosotros, al tiempo que observamos a los alumnos, nos vemos a nosotros mismos en idéntica situación y circunstancia. ¿No es de esta forma como comprobamos los efectos que las imágenes en movimiento suscitan en un individuo?

Entre sonrisas, comprobamos cómo los niños, ante la presión social ejercida por otros compañeros, ante la posibilidad de decir una estupidez y ser desaprobados en consecuencia por los otros, apenas se atreven al principio a responder a las preguntas del maestro, aunque estas no entrañen en ocasiones mucha dificultad. Cuando el maestro es una autoridad, su aprobación o su desaprobación es un premio o un castigo más que suficiente. Y, por el contrario, con qué facilidad se dejan llevar y arrastrar por los otros cuando todos o una buena parte de la clase están a una, aunque se estén equivocando, aunque estén diciendo una estupidez.

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Fotograma de la película خانه دوست کجاست؟‎ / Jâne-ye dust koŷâst? / ¿Dónde está la casa de mi amigo? [Abbas Kiarostami, 1987]

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Fotograma de la película خانه دوست کجاست؟‎ / Jâne-ye dust koŷâst? / ¿Dónde está la casa de mi amigo? [Abbas Kiarostami, 1987]

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Sebastián Gámez Millán

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