«Vides quae sim et quae fui ante» – Siete alcahuetas – I – Herondas – Mimo I – Santiago Blanco del Olmo

«Vides quae sim et quae fui ante» – Siete alcahuetas – I – Herondas – Mimo I – Santiago Blanco del Olmo
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«Vides quae sim et quae fui ante» – Siete alcahuetas – I – Herondas – Mimo I
Algunas palabras.
Ha sido mi intención en este trabajo resaltar las características de un personaje bastante bien definido como es la alcahueta a lo largo de siete obras literarias diversas, tanto en su extensión como en el idioma y tiempo en que nacieron. Pertenecen a géneros literarios distintos, alguno de ellos muy difícil de clasificar, aunque todas las obras tienen en común el ser originarias de sociedades y culturas mediterráneas.
El criterio de selección de estas obras y no de otras, que no faltaban alcahuetas, por cierto, hasta llegar al número mágico de siete, ha respondido exclusivamente a mi gusto personal. No he pretendido seguir el hilo de la pervivencia ni de la influencia cronológicamente ordenada de unas sobre otras, algo que me hubiera tal vez llevado a ser más exhaustivo en algunos aspectos y obligado a renunciar a seguir mi libre elección. Con todo parece evidente que entre las siete alcahuetas aquí citadas hay influencias literarias directas independientemente de la tipología general del personaje. Por esta razón el lector avisado echará en falta alguna que otra celestina famosa. Quisiera por último que la benevolencia del lector supliera los enojosos errores que estas hojas, sin duda alguna, contienen.
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Herondas
Mimo I
Esta pieza de apenas noventa versos rescatada hace poco más de un siglo de las arenas de Egipto nos ofrece una escena en que una alcahueta acude a buscar fortuna a casa de una señora cuyo marido ha meses que partió al reino de Tolomeo, las Américas del siglo III a. C. Todo se sucede en un ambiente de cordialidad, que se ve peligrar tan solo en un momento de indignación, de contención y de urbanidad.
Voy a hacer a continuación un pequeño resumen. Llaman a la puerta y la señora de la casa exhorta a la criada tracia a que vaya a abrir. Se presenta Gilis, una anciana, madre de Filenión. Metrice, la señora de la casa, al ser advertida de la presencia de Gilis, se siente sorprendida, pues hacía más de cinco meses que la anciana no la visitaba.
Gilis se excusa aludiendo a la lejanía de su casa (como hacemos nosotros hoy en nuestras ciudades) y a su ancianidad (χἠ σκιὴ παρέστηκεν) Metrice responde a la anciana expresando su incredulidad y diciendo (sin duda conoce el pasado de la anciana) que todavía es capaz de “habérselas con más de uno” (χἠτέρους ἄγχειν), si traduzco bien la expresión, de buscada ambigüedad.
La vieja aprovecha la frase de Metrice como de transición para iniciar un discurso en que deplora que una mujer joven duerma sola en la cama y pierda su juventud (μόνη τρύχουσα τὴν μίαν κοίτην καὶ σευ τὸ ὥριμον τέφρη κάψει). La muerte, sigue la vieja, puede venir en cualquier momento (κέινος, no la llama por su nombre, en griego “muerte” tiene género gramatical masculino, ἢν ἔλθῃ…) y nadie conoce el futuro que nos espera (κοὐδὲ εἷς οἶδεν τὸ μέλλον ἡμέων). La vieja hace así mismo un elogio del Egipto de su tiempo donde está el marido de Metrice. Un Egipto lleno de riquezas, atractivos y tentaciones para cualquier hombre, personalizadas ya en hermosas mujeres, ya en delicados muchachos.
Luego de estos razonamientos, la vieja se asegura de que ningún testigo escucha su voz y procede a hacer la proposición objeto de su visita, a saber, Grilo, hijo de Matacine, un muchacho joven, bello, de buena familia y opulento, ganador además de varias competiciones atléticas, está perdido de amor hacia Metrice desde que la vio por casualidad en la procesión de Mise. Se trata de un buen partido del que la joven dueña puede obtener placer y buenos regalos.
La respuesta de Metrice es negativa, hecha con mucha urbanidad y sutileza, pero clara y determinante, evitando, eso sí, cualquier enfrentamiento ulterior o choque hacia el que la situación podría haberse visto abocada. Nada de eso, Metrice dice que los cabellos blancos embotan la mente. Sigue diciendo que a otra persona no le hubiese permitido hacer tal propuesta y que no vuelva más a su casa con tales pretensiones. Se afianza en la fidelidad a su marido y ordena a la tracia que ofrezca a su visitante una buena copa de vino. Vienen a continuación unas palabras a modo de excusa por parte de la anciana que son aceptadas sin más por la dueña.
La obrita finaliza con un elogio del vino ofrecido y con unos votos de buena suerte y felicidad por parte de la vieja hacia su joven interlocutora (σὺ δʹεὐτύχει μοι, τέκνον).
Se trata de un diálogo breve que nos describe perfectamente un intento de intermediación de una alcahueta que termina infructuosamente. Revela una sociedad burguesa de trato exquisito en la que el oficio de la vieja Gilis es de todos conocido, como el de Celestina en casa de Pleberio. Esto es, la ciudad en que habitan no es tan grande como para que los unos no conozcan a los otros. Es curioso ver cómo mientras todos los personajes son presentados mediante su nombre y el nombre de su padre, Gilis se presenta como la madre de Filenión.
Los elementos propios del personaje de la alcahueta, que luego veremos repetidos en otros personajes similares, son los siguientes:
- La exhortación a aprovechar el tiempo presente al máximo, teniendo en cuenta la cercanía de la muerte y la inseguridad de las cosas humanas frente a ella (el “carpe diem”)
- La presentación de la alcahueta como de una vieja que antaño fue prostituta, aquí con alusiones muy veladas, que se sabe manejar más que correctamente con el lenguaje y que gusta del vino.
Según mi opinión, el encanto de esta obra radica en su brevedad y en el tono que predomina sobre toda ella, que, robándoles las palabras a los romanos, yo calificaría de “comitas” o “urbanitas”.
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Santiago Blanco del Olmo
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