«Vides quae sim et quae fui ante» – Siete alcahuetas – II – Plauto – Mostellaria [vv. 157-292] – Santiago Blanco del Olmo

«Vides quae sim et quae fui ante» – Siete alcahuetas – II – Plauto – Mostellaria [vv. 157-292] – Santiago Blanco del Olmo

«Vides quae sim et quae fui ante» – Siete alcahuetas – II – Plauto – Mostellaria [vv. 157-292] – Santiago Blanco del Olmo

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Mosaico romano – Corego e attori [Dalla Casa del Poeta tragico (VI, 8, 3) – Pompei – Museo Archeologico Nazionale di Napoli – Napoli – Italia]

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«Vides quae sim et quae fui ante» – Siete alcahuetas – II – Plauto – Mostellaria [vv. 157-292]

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Plauto

Mostellaria (vv. 157-292)

La comedia del fantasma es una obra de engaños múltiples llevados a cabo por un esclavo astuto y vividor llamado Tranión contra su amo. En la escena tercera del acto primero, el mal encaminado y peor aconsejado Filólaques, el hijo del amo, observa y es testigo de una conversación entre su amada Filemacia, hermosa cortesana a quien el joven ha liberado por treinta minas, y una vieja esclava acompañante que le dirige algunos consejos y advertencias desde su condición de mayor en edad. Finalmente Filólaques interrumpe la conversación y despide a la vieja.

La reciente liberta, y aquí doy comienzo a un resumen de la escena, inicia la conversación mostrando su satisfacción por el baño de agua fría que acaba de tomar, a lo que la vieja Escafa asiente. (Obsérvese el parecido del nombre de la vieja con “scaphium”, copa). Es entonces cuando Filólaques, quien ocupaba hasta ahora toda la escena y había pronunciado un monólogo de carácter moral, se queda oculto a la escucha de ambas mujeres, dando muestras de un profundo enamoramiento por la joven Filemacia.

A una pregunta de la joven sobre si le sienta bien el vestido, pues desea agradar a Filólaques, la vieja Escafa responde que ella ya es de suyo hermosa y que los amantes prefieren en las mujeres antes que el vestido, el “relleno”.

En un aparte, uno de los muchos que irá haciendo a lo largo de toda la conversación, Filólaques se muestra de acuerdo con las palabras de Escafa. La conversación sigue por los mismos derroteros y el mozo continúa dando muestras de aprobación ante el discurso de la vieja Escafa.

Pero a partir del verso 186 la vieja, que toma la voz cantante, se extraña ante Filemacia de que una mujer tan lista y bien educada obre tan estúpidamente, y le hace ver que su estupidez consiste en confiarse sólo a un hombre y dejar de lado a todos los demás, añadiendo que eso es comportamiento propio de matronas, pero no de heteras.

Escribo a continuación unas palabras de la Celestina de Fernando de Rojas a Areusa en que dice más o menos lo mismo:

“…que uno en la cama, y otro en la puerta, y otro que suspira por ella en su casa, se precia de tener, y con todos cumple, y a todos muestra buena cara, y todos piensan que son muy queridos, y cada uno piensa que no hay otro y que él solo es privado, y él solo es el que le da lo que es menester; ¿y tú temes que con dos que tengas que las tablas de la cama lo han de descubrir?¿De una sola gotera te mantienes?”

Pero volvamos a Plauto, tras las palabras de Escafa, Filólaques hace votos por la desgracia para la vieja. Ante las protestas de la joven, que aparentemente enamorada del galán, no quiere escuchar los razonamientos de la vieja, ésta responde:

“Stulta plane es…” y “…quae illum tibi aeternum putes fore amicum et beneuolentem.

Moneo ego te: te ille deseret aetate et sacietate.”

(“Mira que eres tonta…si consideras que él va a ser amigo tuyo y bueno para siempre. Yo te advierto: él te abandonará por edad y por saciedad”).

A lo que responde Filemacia: “non spero”. (“Espero que no”) Y Escafa: “insperata accidunt magi´saepe quam quae speres”. (“Con más frecuencia suceden las cosas inesperadas que aquellas que esperas”).

A continuación la vieja Escafa, para dar fuerza a sus argumentos, se pone a sí misma como ejemplo: “quae sim et quae fui ante” (“Quién soy y quién fui antes”) Un hombre la abandonó tan pronto la edad cambió el color de sus cabellos.

El joven Filólaques sigue prorrumpiendo amenazas contra la vieja, sin darse a conocer, en otro aparte que sin duda busca la sonrisa de los espectadores.

Escafa continúa sus consejos exhortando a Filemacia a que, puesto que ahora es libre, se vaya. Nuevas amenazas de Filólaques.

Filemacia se niega rotundamente a prestar oídos a los consejos de Escafa y se mantiene en sus trece de que lo seguirá tratando con el mismo talante con el que le hacía zalamerías con objeto de conquistarlo al comienzo de su relación.

Escafa dice:

“Si tibi sat acceptum est fore tibi uictum sempiternum

  atque illum amatorem tibi proprium futurum in uita,

  soli gerundum censeo morem et capiundas crinis”.

(“Si tienes claro que vas a tener mantenencia para siempre y que él será tu único amante en la vida, entonces creo que habrás de complacerle a él solo y recogerte la cabellera”) La última alusión se refiere a que las mujeres casadas en Roma siempre llevaban el pelo recogido. Entramos en el terreno de la especulación moral, la joven hace equivaler la buena fama a la riqueza.

Aquí Filólaques anuncia que sería capaz de vender a su padre antes de permitir que ella tuviera necesidad o mendigara.

En un fuerte contraste Plauto da cabida a los pensamientos más desprendidos y a los más ruines, buscando la comicidad.

Pregunta Escafa: “¿Y qué será del resto de tus amantes?” Responde Filemacia: “Más me amarán al comprobar mi comportamiento”.

Escafa prosigue con argumentos demoledores, pareciera querer recurrir al “donde no hay harina, todo es mohína”; al paso que van, dice, pronto se agotarán los recursos y se consumirá su hacienda.

En un aparte Filolaques anuncia su voluntad de ahorrar, ¡empezando por la alimentación de la vieja durante los próximos diez días!

Pero Filemacia ya no quiere seguir conversando, amenaza a Escafa con violencia física si sigue con sus razones: “uapulabis” (“Te voy a dar”).

Filólaques se siente bien al oír a Filemacia zanjar abruptamente esta conversación y Escafa cede y renuncia a seguir oponiendo impedimentos a esta relación quasi-marital que la joven está dispuesta a defender.

Acto seguido el diálogo vuelve a los caminos por los que se inició y a cada pregunta de la joven, nunca del todo satisfecha con su ornato y con su presencia, la vieja responde con un cierto desprecio hacia el efecto positivo de perfumes y cosméticos sobre una mujer joven y bella. Siglos después, y perdóneseme el excurso, un trovador como Arnaut Catalán subscribiría la opinión de Escafa:

  “qu´ill no.s met color ni.s penh,

  ans a beutat ses tot genh…

  que quant yeu denant lieys venh,

  de sa gran beutat mi senh…”

que viene a decir en castellano: “pues ella no se pone color ni se pinta, sino que tiene hermosura sin ningún artificio… que cuando ante ella vengo me persigno por su gran hermosura”.

A continuación viene un chiste puesto en boca de la vieja Escafa, quien pide a la joven que se lave las manos después de haber cogido un espejo de plata. Ante la perplejidad de la joven, la vieja explica que no quiere que Filólaques crea, en caso de oler la plata, que ella ha aceptado dinero de otro.

En fin, entre guiños al público y bromas, se va desarrollando la escena hasta que Filólaques se presenta de improviso y despide a la vieja. Se sigue una acaramelada conversación de enamorados que va a cerrar la escena ante la presencia de otra pareja y el preludio de un banquete.

Lo más interesante de esta escena plautina, sin duda tomada por Plauto o adaptada de algún poeta griego, sin que hasta ahora se sepa con certidumbre cuál, son los argumentos de Escafa, la vieja sirvienta de Filomacia, quien, desde una posición no egoísta, quiero decir que sus palabras no dependen tanto de un interés crematístico inmediato cuanto de su cariño por la joven, y fundamentándose en su experiencia, un tanto negativa, de la vida, pues ella fue en su juventud también una cortesana, suponemos que esclava, aconseja con sinceridad a su joven ama.

Ella desconfía de todo lo “eterno” y opone a ese dejarse llevar por un amor juvenil de límites un tanto desdibujados, una política personal que al menos defiende, en el caso de las cortesanas, la autosuficiencia, por no decir la supervivencia.

No tenemos razón alguna para suponer que la tal Escafa fuera una alcahueta, salvo el “laena” con que la insulta Filólaques, pero sus consejos y la semejanza con otros muchos discursos puestos en boca de alcahuetas por otros autores me han parecido justificar su presencia aquí. Asimismo la forma en que se desarrolla la escena preludia el poema de Ovidio que comentaré más adelante.

Esta escena de vieja escarmentada por la vida y de prostituta enamorada a mí, personalmente, me parece encantadora.

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Santiago Blanco del Olmo

Categories: Crítica Literaria

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