Y yo soñando… – Dos poemas de Heliodoro Fuente Moral

Y yo soñando… – Dos poemas de Heliodoro Fuente Moral

Y yo soñando… [Poemas]

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Dos poemas

Solo así sé decirte que te quiero

Junto con mi mano,
un día te entregué la hucha en que aquel niño
guardaba cada noche sus sueños de futuro;
y el cantarillo humilde de un presente
con el agua de un mar que vive en mis adentros.

Hubiera podido decirte mi vida, amor,
en cada instante feliz de mi tiempo a tu lado.
Pude haberte dicho amor
con palabra corriente o de programa de mano;
con la costumbre de las olas,
o con la fresca sensual de las noches de verano
y los códigos aromados de las flores.

Si no te dije amor fue por el miedo
a sumarme al soniquete común de la campana,
palabra de refrán,
o reloj que en la pared clava obligado
las horas y las medias verdades del momento
a conveniencia.

Yo te entrego mi hucha de palabras granadas,
palabras de cosecha,
palabras que se dicen con los ojos,
palabras que modulan las yemas de mis dedos,
palabras sin garganta tiznadas de mí mismo,
palabras portadoras de mi carne y mi olor:
hablarte todo entero como soy;
y ser hombre y mujer nacidos para vivir,
y vivirse,
y llegarse al fin como al principio de todo lo viviente.

Quizá cuando el amor no necesita la palabra imperfecta
se define;
el gesto, el beso, la mirada honda ya lo dicen
y expresan plenamente que te siento.

Nada me identifica de lo externo,
nada me lleva a la expresión perfecta de lo intenso
en que vivo la entrega, la enajenada negación de mi ser mismo.
Déjame que te lo diga sin palabras,
porque en nada me escancio por completo,
nada agota la hondura
de este pozo del agua que me inunda:
siempre es mayor el líquido que el vaso,
el acuífero que el río, el manantial que la cascada,
el amor que la palabra en el fondo de mi estanque.

Solo así sé decirte,
como en todas las lenguas a la vez y con voz de silencio,
con el barro del signo que da forma a la palabra,
y la alfarea en sujeto y en verbo y complemento
con la emoción de quien entrega su huella en lo que dice,
que te quiero, sí, te quiero,
porque te amo.

*

*

Y yo soñando…

Y eras tú.
Me desperté soñando y eras tú.
Anoche.

Era una playa, el mar; yo allí
soñando; una sombra de mujer,
y eras tú, soñando
en tus pinceles el mundo.

Dulce pasión de paz
se remansaba en tu cuerpo;
y en la gloria de tus ojos,
barbacana de los besos,
la tibia lentitud de un sentir contenido
tantos días iguales como días de escuela,
orlaba tu presencia de Virgen románica
de embriagante quietud.

Y eras tú,
y yo soñando.
Nunca habré de entender por qué me empeño:
el corazón se me escapa
por más que le tienda bridas.

En el cielo de tu cuadro
una cruz de nubes sienta
el horizonte en su sitio de costumbre,
la costumbre en la muerte de las olas;
y en tanto sienta la vida
también su monotonía
en el pupitre de horas reiteradas
en lo efímero de un gesto, de unas letras
que hablan de afecto, de presencias de luz,
quizá de una sonrisa que represa intenciones.

Eras tú.
Tú el silencio, el mirar.
Y yo soñando.

Cuántos días así, Señor; ya cuántos
matando con Berceo y con Manrique,
con Quevedo, Cervantes, Garcilaso,
con el Tempora labuntur, Beatus ille,
Collige, virgo, rosas, Carpe diem,
el tiempo en la disculpa de encontrarte
viva tras exámenes y apuntes.

Yo soñando,
¡si eras tú!

Y hoy ya
sentado a la vera del olvido,
el bordón en la mano y no en el alma
siendo en la vida romero-,
descubro en el paisaje de tu cuadro
la sabia sencillez de los principios:
nuestras vidas son dos ríos
para el mar de los abrazos.

Sí, eras tú, el mar.
Y yo soñando.

***

Heliodoro Fuente Moral

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