A propósito de Luis Bravo Velasco y el poema «Librería de viejo», de su poemario «Triestino» – Antonio Díaz Mola

A propósito de Luis Bravo Velasco y el poema «Librería de viejo», de su poemario Triestino [Reseña]
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A propósito de Luis Bravo Velasco y el poema «Librería de viejo», de su poemario Triestino
En el poema “Librería de viejo”, del libro Triestino (Editorial Cántico, 2021), encontramos el gusto del autor por acudir a la nostalgia de los lugares que encierran vida contenida. Una afición que arranca desde los sentidos, es decir, de recorrer, despierto, una transición cromática metaforizada en la extensión de cielo, pero centrada en el libro como objeto mágico por excelencia, de culto. Al leer libros, nuestro poeta, Luis Bravo, forma parte de la pulsión que se ofrece en ellos. La mutación de lo ajeno por lo propio es en él un rasgo identitario que le vincula a la tradición del flâneur. Paseando entre páginas, Luis Bravo vislumbra estímulos que recoge en su homenaje particular a las librerías de viejo. Al leer el poema, parece que nuestro autor, con gestos de auscultar, escucha el ámbito callado que late en el otro lado de las cosas, y extrae de esos silencios parlantes las herramientas propicias para seguir construyendo un andamiaje personal desde el que se sostiene con suficiente fuerza para dar crédito a los asombros que van sucediéndose en la lectura. Adviértase el siguiente verso: “Como el cielo va de azul claro a infinito despejado, / por las páginas desliza el cuchillo su filo”. Un cuchillo simbólico entre los libros que van de mano en mano, sucediéndose en ventas y propietarios, ocupando tanto infinito como permite la geometría de las localizaciones en un estante. Sin duda, la observación del infinito, tan literaria por sí misma, enlaza con un aroma de paciencia, de buscar sin rendirse un título soñado. Pero también el infinito abre la posibilidad de la sorpresa, porque dentro de un catálogo de variedades, es dable hallar aquello que no esperabas y que, casi por azar, acaba uno llevándose consigo. Este acto de acudir a una librería de viejo sirve a Luis Bravo como método de expurgar emociones que se intuyen dentro su búsqueda. De igual modo que ocurre con el protagonista de El perseguidor, de Julio Cortázar, ocurre con este poema, pero en lugar de con el jazz, con la lectura: es un intento de evasión por medio de la amplitud que surge al descubrir un libro cuyos horizontes se presumen favorables para un sol que irradia en la mirada la voracidad del curioso, del inquieto, de quien se adentra en un libro para conseguir no solo un bagaje sólido, sino para sostener el propio esquema artístico que, en este caso Luis Bravo, ofrece como excelente poeta.
Es archiconocido que se escribe, en gran medida, sobre aquello que se lee, y bajo tal premisa subyace la ambición de instaurar en la conciencia personal una multiplicidad de voces que sean capaces de fijar un trasfondo universal de pensamiento. Por este motivo se puede afirmar que, en efecto, la poesía de Luis Bravo es difícil, pero elegante y profunda. Podemos leer en el poema que: “Así la manera de estar solo, con el arenoso silbido / que abre lo que será por uno leído. O no […]”. Se deduce de aquí un hallazgo preciosista y modernista, el pájaro-libro cuyo silbido nos despierta a los quehaceres cotidianos. Entre ese trajín de quehaceres, dentro de esa actividad diaria, la lectura es en nuestro poeta un ejercicio primordial, que se practica en solitario, al estilo de un anacoreta, porque probablemente en la soledad surgen las desviaciones del sentir común y puede uno auto comprenderse. La reflexión exige soledad. Y de ahí se observa la disyuntiva: “O no […]”. Se puede afirmar, otra vez, que Luis Bravo medita dentro de su propia lírica el hecho poético, como Enrique Lihn según Roberto Bolaño, de manera que se erige como escritor poliédrico, que abre múltiples caminos como resultado de la complejidad elegante que propone en su bella sintaxis. Asimismo, la voluntad preciosista no se ve saturada de un excesivo barroco. Solventa con soltura nuestro poeta esta observación. De hecho, la propuesta de un lenguaje adornado no es un desatino ni una desfachatez ni un delirio añorante. Se trata, más bien, de la consolidación de estructuras lingüísticas que ocupan en la vigencia de nuestro tiempo la consecución del asombro. El poema, si bien breve, intenso en su significación, continua hasta el fin de la siguiente forma: “y del polvo / serán sus visitas y por uno olvidados entre otros / apresados lomos, de aires ruidosos que solazan / al paso de mis manos, más ciegos y sabios, / con algo de la tierra ebria por la que cruzamos, / como el cielo va de azul claro a infinito despejado”. Viendo el verso final se aprecia la estructura circular del poema, fidelísima al correlato de la realidad que experimenta el poeta en sus rutinas literarias: del libro a la escritura y de la escritura al libro. O de casa a una librería de viejo y de una librería de viejo a casa. Sea como sea, lo fundamental es advertir que, en este potente texto de recreación lectora, existe la sabia asunción de saberse siempre destinado a un aprendizaje. Puede interpretarse como un guiño al valor de tales establecimientos tan románticos y necesarios para el bibliófilo, o guiño, igualmente, para su admirado, y recientemente fallecido, Javier Marías, quien nunca ocultó su afición por visitar este tipo de librerías. En cualquier caso, atreverse a cruzar fronteras de papel con suavidad de dedos que deslizan páginas, es atreverse a vivir de cara al sobresalto. Precisamente por ello, Luis Bravo demuestra en este poema, y en el conjunto de Triestino, un deseo de permanecer disponible para el encuentro fortuito y la aventura: esto es, un ánimo valiente de literato honrado.
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Antonio Díaz Mola
Universidad de Málaga
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Nota
Luis Bravo Velasco. Triestino. Epílogos de Luis Antonio de Villena & Ángel Rupérez. Editorial Cántico [Colección doble orilla, poesía], 2021. ISBN: 978-84-18639-16-6.
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