Christine de Pizan, la pluma en defensa de las mujeres – [Con motivo del Día de las Escritoras – 19 de Octubre de 2020] – Inmaculada García Haro

Christine de Pizan, la pluma en defensa de las mujeres – [Con motivo del Día de las Escritoras – 19 de Octubre de 2020] – Inmaculada García Haro

Christine de Pizan, la pluma en defensa de su sexo – [Con motivo del Día de las Escritoras – 19 de Octubre de 2020]

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Christine de Pizan [ 1364 – hacia 1430]

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Cristina de Pisan ha pasado a la historia por ser la primera escritora que logró ganarse la vida con sus libros. Fue una auténtica pionera en la defensa de las mujeres. Fue poeta, historiadora y tratadista. Se sintió siempre francesa, pero nació en Venecia en 1364 en el seno de una familia culta que conoció el poder; su padre, Tomás de Pisan, era médico y astrólogo; al llegar a la madurez se casó con la hija de un afamado médico. Del matrimonio, además de Cristina, nacieron dos varones. Simone de Beauvoir asegura, en su ensayo El segundo sexo, que fue “la primera vez que vemos a una mujer tomar la pluma en defensa de su sexo”.

Hacia 1365, cuando la hija tiene apenas un año, el astrólogo fue reclamado por Carlos V de Francia, conocido como el Prudente. Era un rey culto y sensible que poseía una gran biblioteca que daría lugar a la Biblioteca Nacional de París. La familia fue acogida en el Louvre por el propio monarca colmándola de propiedades y honores por lo que Cristina tuvo una infancia excepcional. Sin embargo, en su juventud entró en conflicto con su padre dada su inclinación intelectual a la que Tomás se oponía dadas las costumbres de la época. Como afirma Ángeles Caso “Siguiendo a los pedagogos de la época, una niña del nivel social de Cristina debía ser someramente instruida, con el único y claro objetivo de poder responsabilizarse de sus deberes religiosos, maritales y domésticos”; en este sentido numerosos tratados avalaban esa aseveración como Le Ménagier de Paris.

Pero, sin duda 1379 fue una fecha que cambio su vida dado que contrajo matrimonio con Etienne Castal, un caballero cercano a la corte que pronto recibiría los cargos de notario y secretario del rey. Probablemente el matrimonio fue concertado por los padres pero los testimonios escritos de la autora atestiguan que se amaron y fueron felices, hechos reflejados en sus poemas que fueron calificados de “excesivos” para la época.

Sin embargo, apenas recién casados, se “abrió la puerta de los infortunios”, tal y como ella afirmaría. En 1380 muere el rey, cinco años después, en 1385, falleció Tomás, su padre y, en un nuevo ciclo de cinco años, en 1390, murió su marido que continuaba siendo notario y secretario de Carlos VI. Sus hermanos se fueron y se quedó con su madre, sus hijos y una sobrina a cargo. A todo ello le siguió una serie de problemas económicos pues las propiedades de su marido le fueron embargadas, comenzando un litigio de trece años con la administración para cobrar por lo que se encontró agobiada, enferma y pobre.

Lo que le salvó del hundimiento definitivo, tanto anímico como económico, fue su pasión por el conocimiento y la literatura. Largas horas de estudio en la Biblioteca Real dieron lugar a la publicación en 1399 de su libro Cien Baladas que suscitó gran interés. De esta manera Cristina recogió el legado de Safo, Myrtis, Corinna, Praxila y un largo etcétera de mujeres de la antigua Grecia, así como de las trovadoras (trobairitz), aquellas damas que, en los siglos XI y XII, convirtieron los castillos provenzales en verdaderas cortes del amor entregadas a los juegos caballerescos, y, como no, de Marie de France, la poeta francesa más reconocida anterior a Cristina de Pisan que no formó parte de los círculos trovadorescos.

La autora había editado ya una treintena de libros, encuadernados con ricas telas, metales preciosos y bien curtidas pieles, copiados a mano en algunos de los muchos talleres que existían en París e ilustrados con delicadas miniaturas por Anastasie, su amiga y colaboradora. Los ejemplares iban destinados para personajes importantes de la corte, incluida la reina Isabeu, que los pagaban muy bien con grandes sumas de dinero o exquisitos regalos. De esta forma sacó adelante a su familia convirtiéndose en la primera escritora profesional. El eco de su fama llegó a la corte de Inglaterra que la requirió en diferentes ocasiones y todo ello contribuyó a que su hijo mayor, Jean Castel pudiese obtener el mismo puesto que su fallecido padre, el de notario y secretario del rey.

La obra de Cristina de Pisan empezó a evolucionar de forma sorprendente, abandonando poco a poco la poesía amorosa para convertirse una importante historiadora y tratadista política y moral, algo totalmente inusual para su época. Pero lo que más asombro y desprecio despertó en su actividad literaria fue su intensa obra como polemista que, con el tiempo, se llamaría La querelle des dames. La querella de las damas fue un intenso debate que implicó a diferentes pensadores de los siglos posteriores. Es totalmente lógico que esta autora, después de haber vivido la desoladora experiencia de la indefensión de la viudez, se planteara el papel de la mujer en la sociedad que le tocó vivir, plenamente misógina, y esto se reflejara en su obra.

En 1399 escribe un extenso poema titulado Êpître au dieu Amour (Epístola al dios amor), que había sorprendido por la temática que encierran sus versos: “Así se quejan las mencionadas Damas / de los robos, vituperios, difamaciones / traiciones, graves ultrajes, / falsedades y otros muchos daños / que a diario reciben de tantos desleales / que las censuran, difaman y engañan”.

La “querella” propiamente dicha comenzó en 1401 cuando Jean de Montreuil, un importante personaje, preboste de la ciudad de Lille, le hizo llegar un tratado que se había puesto de moda entre los intelectuales de la época, Le Roman de la Rose (El libro de la Rosa), un largo poema que, sobre todo en la segunda parte, es un auténtico tratado de misoginia. La respuesta por parte de la escritora no se hizo esperar y ello provocó el envío por parte de un destacado miembro de la Cancillería Real de una carta de corte paternalista que la invita a retractarse. Lejos de hacerlo, le contestó con una espístola de tono irónico. Sin embargo y, para asombro de todos, el canciller de la propia institución, Jean Gerson, la apoyó públicamente y atacó en un solemne sermón al autor de la segunda parte de Le Roman de la Rose. También algunos miembros de la corte se pusieron de su lado y crearon la Orden de la Rosa, cuyos miembros masculinos se comprometían a defender el honor de las damas representadas por su mayor defensora: Cristina de Pisán.

La autora, en 1404, recibió el encargo del duque de Borgoña, de escribir una relación del reinado de su hermano, el tan añorado Carlos V, el Prudente, lo que pone de relieve la fama como pensadora e historiadora que había adquirido. Le libre des faits et bonnes moeurs de Charles V (El libro de los hechos y buenas costumbres de Carlos V) es más que un simple relato sobre la vida y obra del rey sino un auténtico tratado de política y el buen gobierno. Pero, sin duda, el libro más famoso que salió a la luz en 1405 fue Le libre de la Cité des Dames (El libro de la Ciudad de las Damas), un tratado alegórico en el que la autora reivindica el valor de las mujeres. La obra conoció un gran éxito y provocó también grandes rechazos hasta el siglo XVII, inspirando a muchas mujeres que participaron en esta “querella de las damas”, desde la reina Margarita de Navarra hasta María de Zayas, convirtiéndose en el auténtico prolegómeno de las doctrinas feministas posteriores y desafiando todos los precedentes que, como la conocida misoginia de Aristóteles que afirmaba que “la mujer es, en virtud de una deficiencia, por tanto debe vivir encerrada en su casa”, avalan la estructura androcéntrica y patriarcal.

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Première page du Livre de la Cité des dames
enluminure du «maître de la cité des dames»
ms. français, 1405
Bibliothèque nationale de France, département des manuscrits
© cliché BNF

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La truculenta etapa que vivió Francia durante la primera mitad del siglo XV fue vivida por la autora en primera persona. La guerra civil, la invasión por parte de los ejércitos ingleses, etc., convirtieron a Cristina de Pisan en una gran defensora de la paz con escaso éxito que la agotó terriblemente. Envejecida, agotada y decepcionada se refugió junto a su hija en el convento de Poissy, desde donde fue testigo de las hazañas de Juana de arco, auténtica artífice de la recuperación francesa. Este hecho hizo que Cristina volviera a escribir dedicándole unos bellísimos versos.

No se sabe a ciencia cierta en qué fecha falleció Cristina de Pisan. Pudo haber sido en 1430, a los 65 años de edad, pero probablemente el destino le libró de ser testigo del final de Juana, tan acorde con la misoginia imperante que le negó el reconocimiento de heroína que merecía.

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Christine de Pizan – Dueil engoisseus [Ballade – Música de Giles Binchois [1400 – 1460]- Conjunto vocal VocaMe]

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Inmaculada García Haro

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