Literatura comprometida. Una mirada desde el feminismo – Aurora Gámez Enríquez

Literatura comprometida. Una mirada desde el feminismo
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Literatura comprometida. Una mirada desde el feminismo
Emmanuel Lévinas, en su discurso ético, califica al goce estético de egoísta, cobarde y malvado porque insiste en permanecer mientras en el mundo todo desaparece en el tiempo, empujado por la muerte. El Yo se da al Otro, con plena libertad, en un acto de donación espontánea, ajeno a cualquier dominio o sumisión. Lo que decimos compromete a quienes lo dicen (o decimos) a los que reciben nuestros dichos. El gran comprometedor, el gran socializador, el gran historiador es el lenguaje.
Jean-Paul Sartre en ¿Qué es literatura? hace un llamamiento a sus contemporáneos, les exige una ética donde elección, responsabilidad, compromiso y libertad estén irremediablemente conectados. Propone contribuir a cambiar la sociedad, al ser humano y la concepción que este tiene de sí mismo. Nos dice que uno de los principales motivos de la creación artística es la necesidad de sentirnos esenciales en relación al mundo. Solo hay arte por y para las demás personas. Toda la literatura es un llamamiento, un pacto de generosidad mutua. Nos dice que escribir es un ejercicio de libertad.
Vargas Llosa habla del compromiso desde la creación. La literatura no es una actividad gratuita, es una forma de acción, un compromiso social, político y moral.
Desde el feminismo, la literatura comprometida es hablar de responsabilidad ante la creación literaria. Usar un lenguaje que no discrimine por razones de sexo. Construir un lenguaje comprometido con la igualdad. Usar el femenino cuando hablamos solamente del género femenino y el masculino si hablamos del género masculino. El lenguaje está vivo, sufre transformación y cambio atendiendo al tiempo histórico. Es reciente la edición de guías para el uso del lenguaje igualitario. El genérico en masculino se transforma para incluir a mujeres y hombres en el lenguaje. Se puede evitar buscando giros lingüísticos y formas de decir que sean igualitarias en el trato, no subordine, no oculte, no infravalore, no excluya ni quite la palabra a la mujer de manera vejatoria, todo esto es tarea de mucha creatividad y de estudio exhaustivo del lenguaje. Transformar el lenguaje desde la raíz no es fácil, tampoco es tarea solamente de expertas y/o expertos en lingüística. En ello está inmersa toda la sociedad moderna. Es un reto interesante y transformador iniciado por el movimiento feminista internacional. Es sabido que el lenguaje constituye nuestro pensamiento, el pensamiento produce emociones y estas se traducen en acciones y posturas ante la vida. Liderar un movimiento moderno y actual de escritoras y artistas es tomar la palabra y crear el lenguaje no sexista e igualitario.
Durante mucho tiempo no existió la mujer escritora y/o estuvo en un segundo plano. El personaje femenino se representa como objeto de amor al que se le podía agredir, someter o violar. Las mujeres que aparecen en textos literarios antiguos como protagonistas lo hacían en torno a un héroe con papeles de sumisión… En la historia de la literatura existen actitudes claras en contra de la mujer, y autores que se hicieron famosos a costa de esa misoginia, utilizando tópicos en contra de la mujer. Analizando los personajes femeninos creados por varones vemos “la puesta en valor del modelo femenino con papel de sumisión y denigrar otros modelos existentes”. Tenemos en la historia de la literatura La Biblia que es misógina, encadena la imagen de la mujer a la tentación y pecado, le asigna el papel de instrumento del demonio. Otro ejemplo de la Edad Media es Ximena (esposa de Mío Cid, relación de vasallaje, era su señor, su dueño cuando en realidad debió ser una mujer abandonada que crió sola a sus hijas mientras el Cid batallaba, cuando volvió los hijas eran mayores) y un sin fin de ejemplos estudiados y al alcance de cualquier lector o lectora.
Las autoras fueron criticadas duramente en la literatura por Quevedo en “La culta latiniparla”, por Lope en “La Dama Boba”, por Calderón en “No hay burlas con el amor”… A pesar de la falta de libertad intelectual de las mujeres y su trato discriminatorio algunas escritoras sabias transcendieron como Teresa de Jesús (s.XVI) y Sor Juana Inés de la Cruz (s. XVII).
En el Siglo de las Luces (s. XVIII) los ilustrados son de la opinión de que la mujer participe. El despotismo ilustrado precisaba de mujeres responsables para construir modelos de sociedad. Pero mujeres tradicionales: buenas esposas porque el matrimonio estaba en crisis, buenas madres porque había necesidad de crecimiento demográfico. Hogar, familia y maternidad eran los pilares de la Ilustración.
El Romanticismo nació de una sociedad burguesa, su literatura transmite sentimientos de aislamiento, marginación, soledad y angustia. Más tarde, el Realismo se presenta con actitud crítica ante la sociedad, más radical con el Naturalismo. Las tendencias hacia “el arte por el arte” y el movimiento simbolista era como volver la espalda a una realidad insatisfactoria para refugiarse en mundos bellos y sugestivos.
En el siglo XX, las cosas no varían sustancialmente, se sigue en un ciclo cultural que se abrió en el Romanticismo. Las actitudes más notorias son el existencialismo, “el sentimiento trágico de la vida”. La expresión literaria de tal angustia será visible a principios de siglo y en las cercanías de las dos grandes guerras (o de la Guerra Civil, en España) pero es producto de un mundo desnaturalizado que “nos lleva nadie sabe dónde” (Kafka). La esperanza religiosa puede ser una respuesta a la angustia. La fe podrá dar sentido a la vida y llevará a exaltar los valores espirituales frente a un mundo materializado. Pero también nos hallaremos a veces ante una religiosidad conflictiva, dramática (desde Unamuno). La literatura comprometida, de testimonio y denuncia, protesta social y política. El Modernismo, Decadentismo, son posturas “escapistas” que vuelven la espalda a las realidades angustiosas. Son posturas de evasión hacia el pasado, o hacia horizontes exóticos o refinados, que vemos hasta ciertas tendencias cercanas como son “novísimos” y “posmodernos”… El esteticismo puede ser otra forma de escapar de la realidad gris; pero también puede ser una forma de rebeldía a su modo: un reivindicar la belleza contra la mediocridad “burguesa”. Otras formas de arte puro reivindican la belleza como curación o alivio de la angustia.
Las mujeres que destacan entre las corrientes experimentales de posguerra son Margarite Yourcenar, representante de la “nueva novela” francesa, y Simone de Beauvoir, filósofa, que publica en 1947 El segundo sexo. En la novela del 27, de la vanguardia lo social encontramos a Rosa Chacel (Estación de ida y vuelta, 1930); en la Generación del 50 con Ana Mª Matute, Carmen Martín Gaite y su novela social (1951-62). En los años 70 tenemos la literatura de Lourdes Ortiz con Luz de la memoria, Ana Mª Moix y Esther Tusquets. En los últimos años del siglo XX existe un abandono de lo vanguardista y rechazo de consignas, que parece encajar con el llamado espíritu postmoderno. Existe una diversidad de tendencias individuales. Se pueden destacar: Adelaida García Morales (El Sur, 1985), Soledad Puértolas, Rosa Montero, Cristina Fernández Cubas, Pilar Pedraza, Montserrat Roig y Carmen Riera. La historia de las poetas españolas de 1936, entre las que destacan Ernestina Champourcín y Ángela Figuera, ha sido paralela a la de los demás géneros literarios. En los años 70: Ana Mª Moix, Blanca Andreu, Julia Castillo, Ana Rossetti, Mª Carmen Pallarés, Juana Castro, Fanny Rubio, Luisa Castro, Mª Victoria Atencia, Rosa Romojaro, Aurora Luque, Amparo Amorós… a las que se podría añadir una lista de hasta 300 nombres que han surgido en esta última década. Se observa una tendencia al intimismo y las formas tradicionales alejándose así del vanguardismo más estridente.
En Málaga contamos con las narradoras: Isabel Anaya, Montserrat Claros, Carmen Enciso, Silvia Grijalba y Herminia Luque, con libros publicados recientemente. Narradoras de su tiempo, contemporáneas, conscientes de las dificultades de la creación literaria apostando por sus sueños. Sus libros están en las librerías esperando ser leídos, disfrutados, contados. Este es el camino.
El Grupo literario ALAS desde la diversidad de estilos y sensibilidades, ha puesto en valor la obra de numerosas escritoras. Ante el reto del uso del lenguaje con perspectiva de género las autoras del grupo han construido su creación literaria. Esta evolución del lenguaje se observa especialmente en la obra de Inmaculada García Haro, Fuensanta Martín Quero y también en mi obra literaria, especialmente en la obra poética. Las autoras que conforman el Grupo ALAS actualmente son: Encarna López Navarro, Mercedes Sophía Ramos, Alice Wagner y Rosa R. Gisbert, todas ellas escritoras, y las pintoras Larisa Sarria y Soledad Fernández.
Concluyo este artículo alentando a la lectura y la búsqueda del conocimiento con pensamiento crítico. Podemos y debemos usar un lenguaje que no subordine, no oculte, no infravalore, no excluya ni quite la palabra a la mujer de manera vejatoria; en definitiva, un lenguaje igualitario. Las narradoras, contadoras de cuentos, poetas y artistas estamos en esta apuesta con la vida y con el lenguaje. ¡Contad con nosotras! Por sus escritos las conoceréis.
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Aurora Gámez Enríquez
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