El influjo de Goethe en la literatura finisecular española. Las resonancias de «Die Leiden des jungen Werthers» y las huellas del Romanticismo en los relatos de las colecciones de novela corta del primer tercio del siglo XX – II – Gloria Jimeno Castro

El influjo de Goethe en la literatura finisecular española. Las resonancias de «Die Leiden des jungen Werthers» y las huellas del Romanticismo en los relatos de las colecciones de novela corta del primer tercio del siglo XX – II – Gloria Jimeno Castro

El influjo de Goethe en la literatura finisecular española. Las resonancias de Die Leiden des jungen Werthers y las huellas del Romanticismo en los relatos de las colecciones de novela corta del primer tercio del siglo XX – II

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El influjo de Goethe en la literatura finisecular española. Las resonancias de Die Leiden des jungen Werthers y las huellas del Romanticismo en los relatos de las colecciones de novela corta del primer tercio del siglo XX – II

Miguel España

Vida y obra

Miguel España, colaborador de La Novela de Bolsillo, escribió narraciones para colecciones de relatos cortos y para publicaciones en que tuviesen cabida las novelas cortas, así como algunas obras de teatro. Gustaba de novelar la vida de la gente corriente, escribir “la novela de la vida” [1] de los españoles desconocidos que ocupaban las páginas de las crónicas de sucesos, como apuntara en La sombra de Werther. Pretendía realizar la auténtica crónica de la España de su época, protagonizada por ciudadanos esforzados, que a nadie parecían importar, pero que eran los auténticos hacedores del país, los que lo sostenían con su labor callada y discreta.

Elige como protagonistas de sus escritos a personajes sencillos, anónimos, que llevan a cuestas su tragedia personal, pero que aún así poseen rasgos de generosidad para con el prójimo, con aquellas personas que les hacían ver que todavía existían individuos que sufrían más que ellos, que tenían problemas más graves que los suyos propios, pero que, a pesar de todo, hallaban razones para reír y sentirse agradecidos por lo que poseían. Sirvan como prueba de lo dicho, las criaturas que dan formas a escritos suyos como El banquero de los pobres, una composición cómico-dramática, llevada a las tablas en Madrid en el Teatro Cómico el 29 de abril de 1921 [2], o La prosa de la vida, boceto de comedia en un acto y dos cuadros, presentada el 8 de octubre de 1919 en el Gran Teatro de Madrid [3].

En sus novelas es perceptible cómo Miguel España suele elaborar su prosa siempre a base de frases más bien breves, luciendo un estilo sencillo, lleno de naturalidad, alejado de los primores estéticos, pues va en consonancia con las historias que narra. Pese a lo dicho, su prosa no está exenta de un fondo de hondura filosófica, de la filosofía de la vida, claro es, de la existencia cotidiana. Los diálogos, tanto de sus relatos como de sus piezas teatrales, son del todo vivaces, destacan por las ductilidades del lenguaje y por la agilidad.

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La sombra de Werther

Este relato, el n.º 76 de La Novela de Bolsillo, publicado el 17 de octubre de 1915, es obra de Miguel España, quien divide la materia del mismo en doce capítulos, al frente de cada uno de los cuales aparece su correspondiente título, así como un escueto resumen del contenido del mismo. Los dibujos de esta novela de Miguel España aparecen firmados por el ilustrador José Robledano.

Tema y argumento

La muerte como solución al amor frustrado, al dolor y la inmensa tristeza padecida por los enamorados, a causa de imposibilidad de permanecer juntos y ver realizado su amor, es el asunto sobre el que aquí se trata. Con las palabras iniciales del relato queda suficientemente explicada la elección del título, así como el motivo central de la historia:

La sombra de Werther se proyecta eternamente sobre la faz de la tierra. Goethe no hizo en su famoso libro sino encarnar en la persona del protagonista el ideal de la desesperación que, en lucha por amor, derrotado y deshecho, se entrega en brazos de la muerte.  El dolor de amar no tiene en la terapéutica del alma más que un solo remedio: la posesión egoísta, plena y absoluta de la mujer amada. Cuando lo imposible se presenta, cuando se pierde la esperanza de esta posesión, los amantes recurren siempre a la muerte (p. 5).

El narrador dice haberse inspirado para redactar esta novela en unos sucesos reales, de los que tuvo noticia por su condición de periodista, y que presenta con leves modificaciones, fundamentalmente, para preservar la identidad de los fallecidos.

Los protagonistas de esta historia de amor son dos primos, Antonio y Guadalupe, que se criaron juntos, y que desde pequeños se estimaban profundamente. A ambos les unía, además, otro lazo, su amor por la literatura romántica, por los folletines:“Acostumbraban a leer juntos todas las noches, cuando terminaba la cena” (p. 43). Tanto Guadalupe como Antonio eran seres muy melancólicos, espíritus alentados por sueños imposibles, que vivían más las vidas de los protagonistas de las narraciones leídas ávidamente, que las suyas propias, y a quienes la existencia real les abrumaba, les resultaba sumamente prosaica.  Deseaban que sus vidas fuera tan idílicas, perfectas y llenas de parabienes como en la literatura.

Sus familiares y amistades les reprendían por esa devoción desmedida hacia los folletines, especialmente, a la lánguida Guadalupe, de gesto siempre adusto, y con los ojos siempre humedecidos por la pena de ver morir en el papel a los personajes, que tanta compañía le hacían en sus solitarias tardes y noches de lectura.  Su tía doña Juana no entendía esa funesta predilección de Guadalupe, cuyo nombre, no por casualidad, significa etimológicamente “río de cantos negros” [4], por la crónica negra, de sucesos, por los crímenes y suicidios:

Cuando El Heraldo traía algún crimen pasional los dos primos devoraban con verdadera ansia las crudas líneas del reportaje, y se extasiaban ante los truculentos  fotograbados representando a la víctima de ajenos celos o de su propios  desdenes,  con  los ojos entornados  y la cabeza ensangrentada (p. 43).

Los compañeros del taller donde trabajaba Antonio se burlaban de sus inclinaciones literarias, de sus versos, que desentonaban con ese ambiente embrutecido en el que se desarrollaba su labor.  Por lo mismo, y esforzándose sobremanera, estudió con tesón para aprobar las oposiciones que le permitiesen ingresar como ordenanza en el Ministerio de Fomento, para de este modo cambiar de vida.  Al cabo, alcanza su meta, con lo que su nivel de vida mejora ostensiblemente.

María, la hermana mayor de Antonio, que no toleraba de buen grado a su prima Guadalupe, y que adivinaba el amor que entre ella y Antonio se iba forjando, decide entorpecer aquella relación. Obliga a Guadalupe a casarse con Gregorio, amigo del esposo de María, e intenta por todos los medios emparejar a su hermano con su vecina Enriqueta. Antonio no cede ante las imposiciones de su hermana, sobre todo, porque le desagradaba aquella joven con quien querían relacionarle. Él amaba desde niño a Guadalupe, por eso, sintiéndose incapaz de confesarle a esta sus sentimientos, de detener su boda, se traslada a trabajar a Zaragoza. Así, “la ceguedad de aquellos dos corazones jóvenes, enamorados, hacíanle confundir el verdadero e intenso amor que uno por otro sentía con el afecto dulce y tranquilo de los hermanos, y sus esfuerzos mismos por alejarse uno de otro, les fueron acercando a la infelicidad, que más tarde colocara en sus manos la pistola de Werther y de Larra” (p. 56).

A los pocos días de celebrarse la boda de Guadalupe y Gregorio, Antonio regresa a Madrid, y es entonces, cuando se atreve a confesarle a su prima su inmenso amor.  Esta, llorosa, dice sentir lo mismo, pero no le encuentra sentido a ese amor ahora que estaba casada. Antonio, por el contrario, asegura haber hallado una solución para su dilema amoroso, como se decía en las novelas que a ambos tanto les gustaba leer, “lo que no puede subsanarse en la vida tiene su remedio en la muerte” (p. 62).

Los enamorados resuelven suicidarse a la mañana siguiente para acabar con su infelicidad. Tras confesarse ambos en una iglesia cercana, caminan juntos hacia el Café de Recoletos, donde escriben una carta a doña Juana, a la madre de Antonio, explicándole los motivos que les llevaban a tomar tan drástica resolución. Luego de abandonar el café, se dirigen a la estatua de Colón, donde se suicidan sin pensárselo dos veces.  Guadalupe dispara primero a Antonio, para luego quitarse la vida, porque el enamorado se sintió incapaz de acabar con la vida del ser que más le importaba en el mundo.

Estudio del tiempo

La acción de esta novela tiene una duración de quince años, el tiempo que Guadalupe convive bajo la tutela de doña Juana.

Dado que este relato, especialmente en la primera parte, pretende presentarse con tintes de concienzuda investigación policíaca, con la que se trata de reconstruir los hechos, así como dar a conocer los acontecimientos acaecidos días antes de producirse tan nefasto desenlace y analizar la vida de los fallecidos, las vueltas atrás en el tiempo son constantes.

En el capítulo I, que viene a ser como un proemio, en el que el narrador expone cómo se le ocurrió escribir estas páginas, de dónde extrajo la información que le permitió construir esta historia verídica, aparece una cita con la que se pone de relieve que la muerte no es el fin de todo, sino el inicio de algo desconocido:

Pour avoir entrevi le gustre du Duvin,

Il a soudain compris que son effort est vain…

Et la Mort est pour lui la naissance à la vie !

Calendrier Magique. An.Dom.MDCCCXCVI.

En los capítulos II, III y IV se sitúa la acción en ese día en que se produjo el suicidio de los protagonistas, “a la una de la noche del 15 de febrero” del año 1915, cuando “estaba Madrid en plena fiebre carnavalesca” (p. 9).

Dos jóvenes que salían de un baile de máscaras oyen dos disparos en la calle de Recoletos, se acercan rápidamente al lugar de donde creían procedían las detonaciones, y encuentran a una mujer muerta, al lado de cuyo cuerpo se hallaba un hombre joven gravemente herido.

Un guardia que casualmente se hallaba en las cercanías, se ocupa de llamar a las autoridades y a los médicos de la Casa de Socorro. “Transcurrida una media hora, se constituyó allí el Juzgado de Guardia” (p. 10),que determinó el levantamiento del cadáver de la desconocida joven, quien no llevaba consigo ningún documento que la identificase, motivo por el que se ordenó que se expusiese el cuerpo en el Depósito Judicial de la calle Santa Isabel, hasta que algún familiar lo reclamase.  En el Juzgado de Guardia, las autoridades comienzan a realizar las pertinentes investigaciones para resolver aquel caso y esclarecer la identidad de la fallecida y del herido.

A los pocos minutos de iniciarse las pesquisas, llega la noticia del fallecimiento del caballero que fue víctima de un disparo, por lo que el juez ordena que trasladen al finado al Juzgado.  Minutos después examinan sus pertenencias, lo cual da como resultado el hallazgo de una carta en uno de los bolsillos del pantalón del joven, en la que se indicaba que aquellos dos fallecidos se llamaban Antonio y Guadalupe, y en la que se explicaban los motivos por los que habían decidido acabar con sus vidas.

Una hora después comenzaron a tomar declaración a los testigos, con el fin de aclarar el móvil de las muertes, para comprobar si realmente aquellos amantes se suicidaron. Uno de los testigos afirma contundentemente que lo que él presenció tenía todas las trazas de ser un suicidio, puesto que no vio a nadie huir del lugar cuando se escucharon los tiros.  Sospechaba que fue la mujer quien realizó los disparos, al hallarse la pistola junto al cuerpo de ésta. El resto de testigos nada nuevo aportan para dilucidar el caso, por lo que el juez toma la decisión de proseguir con las investigaciones al día siguiente. Con el pretérito pluscuamperfecto se recuperan estos hechos del pasado, en tanto que el pretérito indefinido se usa para que progrese la acción, la investigación de este incidente que alteró la noche de diversión del día grande de los carnavales de Madrid.

En el capítulo V, la acción avanza hasta el alba, cuando a “eso de las siete de la mañana entró una anciana en el edificio de la calle Santa Isabel” (p. 28). Esta mujer era doña Juana, la madre de Antonio, que, ante la tardanza inusual de su hijo y de su sobrina temía que ellos fueran los muertos de los que se hablaba en los periódicos. Lamentablemente sus sospechas se ven confirmadas; los agentes de policía la interrogan para obtener todos los datos referentes a los fallecidos. “Se dio, pues, por concluso el sumario a los pocos días, después de haber hecho entrega a la madre y al marido de los objetos encontrados sobre ambos cadáveres, y el legajo con su numeración correspondiente pasó a ocupar su puesto de olvido en el archivo judicial” (p. 34).

Estos datos, extraídos por el narrador del relato del informe realizado por el juez sobre el caso, le sirven para ahondar en la historia, para investigar la vida de estos dos jóvenes, que un día ocuparon las páginas de esa negra crónica de sucesos, que a ambos tanto les entusiasmaba leer.  Por tal motivo, señala el narrador:“y he aquí el epílogo de esta novela de la vida, cuya verdadera narración comenzamos en el capítulo siguiente” (p. 34).

Con el capítulo VI se empiezan a presentar los datos recabados por el narrador sobre el pasado de los difuntos, y que presenta de forma novelada. Lógicamente, el narrador ha de retrotraerse en el tiempo para recuperar estos acontecimientos, que van a ir explicando cómo nació ese amor entre los primos. Con una analepsis, que sitúa la acción “quince años antes de los sucesos que acabamos de referir en los capítulos anteriores” (p. 35), en el año 1900, concretamente, en “el día 29 de agosto”, se procede a dar detalles sobre el aciago día en que se produjo la muerte de la madre de Guadalupe. En aquella época, la protagonista contaba “cinco años”, (p. 35), por lo que su tía resuelve llevársela de su pueblo, Alcobendas, para criarla en Madrid.

En Madrid y junto a sus primos se desarrollará la infancia de Guadalupe, quien desde un primer momento congeniará con Antonio por ser este de su edad y por convertirse en su protector. “Y así pasaron día tras día, y año tras año, siendo siempre Antonio el predilecto de Guadalupe, y siendo Guadalupe la preferida de Antonio” (p. 37).

Un día, cuando Guadalupe había cumplido diez años, hubo de marcharse a Alcobendas de vacaciones para ver a su padre, descubrió esta que le dolía tener que separarse de su primo, se ruborizó al despedirse de Antonio con un beso, lo que demostraba que entre ambos ya había nacido el amor. El pretérito pluscuamperfecto es el uso verbal dominante, merced a él, se recuperan estas vivencias de la ya olvidada infancia de Guadalupe y Antonio; un tiempo este, que alterna con el imperfecto, mostrando cómo transcurrían aquellos días de la niñez de los protagonistas.

En los capítulos VII y VIII,  la acción avanza hasta el momento en que Guadalupe cumplía“dieciséis años” (p. 41),y Antonio era ya un joven de veinte años que  había cambiado su trabajo de la adolescencia por el de ordenanza en el Ministerio de Fomento, gracias a que“sabía leer y escribir con bastante corrección, y sus gustos e inclinaciones le llevaban más a estudiar que a perfeccionarse en el oficio que le habían escogido sus hermanos”. (P. 39). Entre los dos primos continuaba existiendo una relación especial, compartían gustos, aficiones, el apego a la lectura de folletines y dramas románticos truculentos:

 Y así fue deslizándose la vida de aquellas dos almas dormidas a  la  realidad, que, sintiendo  arder  en sus  pechos  un  fuego  extraño  y  devorador, acostumbrados desde  pequeñines  a tratarse como hermanos, consumían horas y horas en aquellas lecturas que  los embriagaban de romanticismo, sin acertar a descifrar sus verdaderos sentimientos (p. 43).

Guadalupe, debido al papel que le había asignado la sociedad a la mujer, apenas salía de casa, solo los fines de semana se entretenía acudiendo al teatro, por lo que se sentía hastiada, frustrada ya desde tan joven. Es lógico, por este motivo, que la lectura se le presentase, además de como un medio de entretenimiento, como una vía de escape de la realidad, con la que experimentar aventuras sin fin, con las que sentirse plena y ver países y lugares que jamás podría visitar. El pretérito imperfecto sirve en esta parte del relato para dar cuenta del devenir de la vida durante esta época de la juventud.

En los capítulos IX y X, la acción pasa a situarse en el tiempo en que Antonio comienza a relacionarse con Enriqueta, y en que Guadalupe inicia su noviazgo con Gregorio.  Han transcurrido cuatro años desde lo narrado en el capítulo anterior, se sitúa al lector ya en el año 1914, tal como atestigua la alusión al inicio de “La guerra europea” (p. 54). .El capítulo IX se dedica por entero a María, la hermana de Antonio, para así subrayar su temperamento dominador, su tendencia a inmiscuirse y mandar en las vidas ajenas, “imponiendo en todo su voluntad omnímoda” (p. 48), dado que por culpa de sus caprichos se desencadenará una tragedia.

María obliga a Antonio a conocer a su amiga Enriqueta, y “ocho días después en la verbena del barrio, Enriqueta y Antonio se ponían en relaciones” (p. 52). Conseguido el fin, la impertinente casamentera no parará hasta emparejar a su prima con Gregorio para evitar que siguiese existiendo una intensa relación entre Guadalupe y su hermano. Guadalupe se oponía radicalmente a conocer a Gregorio, pero“al cabo de un año, a fuerza de golpear María en el corazón de Guadalupe, tal vez esta para acabar con las sospechas de su prima acerca de otros amores, acabó aceptando las relaciones con Gregorio” (p. 55). El pretérito indefinido es el tiempo verbal que permite reseñar todas estas novedades acaecidas en el curso de la vida de los enamorados.

En el capítulo XI se presentan los hechos que ocurrieron justo un mes antes del suicidio, cuando Guadalupe se disponía a casarse con Gregorio.  Se informa de que Antonio para eludir el dolor de ver a su prima unirse en matrimonio, se trasladó a Zaragoza, asimismo, se refiere que apenas duró una semana la relación con Enriqueta. “Diez días después Guadalupe y Gregorio se casaban en la iglesia del pueblo de Alcobendas”, y “al día siguiente” (p. 60) se instalaron en la casa de doña Juana. A “los cuatro días” (p. 60),y de modo imprevisto, regresa Antonio, lo que alterará la paz del lugar, y claro es, la vida de recién casada de Guadalupe. El indefinido continúa siendo el uso verbal preferido por el narrador para reseñar las acciones más relevantes de este período de tiempo.

En el capítulo XII, la acción se detiene en un día muy significativo, el día de los enamorados,“en la tarde del 14 de febrero” (p. 61). Animado por tan señalado día, Antonio le habla a Guadalupe sin ambages de su amor. Esta, que sentía parecidas sensaciones, llora por tal infortunio, por no haber hablado antes de sus sentimientos para haber remediado su infelicidad, puesto que no quería a su marido. Antonio la convence para morir juntos al día siguiente. El 15 de febrero, y a la una de la noche ponen fin a sus existencias en la tierra, convencidos de que en el otro mundo permanecerían juntos para siempre. La muerte fue para ellos el resurgimiento a la vida” (p. 64),a otra vida distinta.

El narrador pone de manifiesto, en definitiva, que el hombre es dueño de su destino y ha de luchar contra la adversidad, a fin de no dejarse vencer para hallar su felicidad. Guadalupe y Antonio, a juicio del narrador, no actuaron consecuentemente, al no atreverse a ser sinceros el uno con el otro, al temer al qué dirán, y al guiarse por ese romanticismo mal entendido y aprendido de esos folletines que falseaban la realidad. Y así fueron“día tras día, envenenando sus corazones con aquel romanticismo perturbador” (p. 45),que determinó el fatal rumbo de sus existencias.

Eligieron la muerte por no tener valor para afrontar la vida, igual que tantos otros jóvenes a lo largo de la historia y de los siglos, porque “la sombra de Werther se proyecta eternamente sobre la faz de la tierra” (p. 5). “He aquí la historia de esta gran dama de la vida. Sustituid los nombres de ella y de él, poned en su lugar el de vuestros conocidos y la historia se repetirá una vez y ciento y mil” (p. 56).

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Gloria Jimeno Castro

Doctora en Lengua Española y sus Literaturas

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