El pensamiento es añil – María José Edreira Vázquez [Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta»]

El pensamiento es añil – María José Edreira Vázquez [Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta»]

El habitante del Otoño – Número especial

Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta»

 

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El pensamiento es añil

Cerré los ojos e intenté relajarme. No podía. Llevaba semanas sintiéndome inquieta, agobiada. Estaba angustiada sin saber bien porqué, quizás la decisión que había tomado no era correcta. En realidad, no quería hacerlo. Había tomado la única decisión adecuada a mis circunstancias, pero mi voluntad no estaba dispuesta a seguir a mi razón. Necesitaba autoengañarme y no era capaz, no sabía, no podía. No conseguía calmar mi mente y mi cuerpo sentía esa inquietud, un nerviosismo raro recorría mi cuerpo y me impedía concentrarme en nada. ¿Por qué era tan difícil? Estuve así varios días en los que sólo conseguía tranquilizarme un poco cerrando los ojos y dejando vagar el pensamiento. Al principio mi mente no callaba y solía dormirme agotada, o tenía ausencias de las que despertaba con la clara sensación de no haber dormido.

Al cuarto día sucedió algo inesperado. De repente me invadió una inmensa sensación de paz, el tiempo se paró, el silencio era absoluto a pesar de la música de fondo. Sentía que no estaba respirando. Estaba en otro lugar, sentía un frío intenso en mis huesos como cuando estás en un sitio muy húmedo. Estaba en un bosque y había un río por el que el agua corría silenciosamente. Parecía una imagen parada, una postal. Entonces la vi, una figura blanca sentada al borde del río, parecía mujer, no distinguía bien su cara, sólo sus ojos estaban claramente definidos. Me miró y sentí felicidad. Nunca antes me había sentido así, literalmente flotaba de felicidad. La figura se inclinó sobre el río e introdujo su mano derecha en el agua a la vez que me miraba. Entonces me dijo sin palabras, la siguiente frase “algo sucederá que no podrás evitar”. Yo era feliz, muy feliz. Su presencia me hacía feliz. Inexplicablemente yo podía leer su pensamiento.

Pasaron los días y yo seguía cerrando los ojos un rato cada día. Estaba cada vez mas tranquila. Seguía sintiendo esa intensa sensación de frío. Entonces me sentí como en una jaula, en una cueva húmeda. Toqué las paredes y miré hacía arriba. Todo estaba oscuro, algo se rompió y cayó a los pies. Volví a mirar arriba y vi lo que parecía un trozo de cielo azul, mi cielo azul. Las paredes de la cueva temblaron y toda la estructura comenzó a desmoronarse a mi alrededor. Las paredes caían a trozos y ahora podía ver el paisaje. No podía dejar de mirar el inmenso cielo azul. El sol calentaba mi cara y pude ver que estaba en un campo verde lleno de flores. Una imagen idílica, aunque no el paraíso que más tarde vi.

Desde entonces cuando cierro los ojos no hay negro, no hay oscuridad. Veo un cielo azul que se convierte en añil.

El pensamiento es añil, el cielo azul, mi corazón dorado

Desde que el viento de tus alas me rozó no he podido volver a mi

El ahora es fácil. Desde el añil tus corazones rojos recibí

Tu lluvia de corazones de amor tornó dorado mi mundo

Yo soy tu pincelada azul y tu mi rojo más encendido

Como un látigo un rayo de luz serpenteó de rojo mi añil

Y desde entonces soy feliz en tu amarillo dorado

Mi pensamiento es añil, mi mundo dorado, mi corazón feliz

En ese añil suelo ver en forma de imágenes todo tipo de colores desde grises a dorados, desde paisajes lunares hasta los mas radiantes. En los días siguientes pude ver una ventana entreabierta por la que entré y después otros muchos sitios en los que también me aventuré sin temor. Tenía un guía fiable y pasaban cosas que no dejaban de sorprenderme, como cuando empezaron a llover corazones rojos como flechas de amor…

No me arrepiento de aquella decisión, cambió radicalmente mi vida. Me proporcionó la “experiencia más bella de mi vida”, poder verte una vez más … abuela.

 

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María José Edreira Vázquez