Traspiés – [El habitante del Otoño – Cuarta antología de cuentos y relatos breves – XVII] – Matteo Belforte

Traspiés – [El habitante del Otoño – Cuarta antología de cuentos y relatos breves – XVII] – Matteo Belforte

Traspiés – [El habitante del Otoño – Cuarta antología de cuentos y relatos breves – XVII]

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Traspiés

Ocurrió del siguiente modo: mientras que yo trataba de atarme los cordones del zapato del pie derecho, Marcela intentaba abrocharse alguno de los botones de su blusa. Es una blusa blanca y algo de verde manzana estampada con pequeñas cerezas. Pero uno de dichos botones se desprendió -ya debía de estar débilmente cosido- y, al agacharse a recogerlo del suelo, chocó su cabeza con la mía (yo estaba agachado, sentado al borde del sofá color mostaza) y, además del inevitable coscorrón, su pelo se enganchó con uno de los botones superiores de mi camisa -esa azul cobalto que me gusta tanto. Cuanto más trataba de separarlo, más daño se hacía. Así que le dije que se sentara a mi lado y que intentáramos ir separando poco a poco los distintos racimos de pelo para ir desanudando el embrollo. Pero cuando fue a sentarse pisó sin querer un par de uvas, de las que habían quedado esparcidas en el suelo durante la noche anterior cuando habíamos estado cenando muy ligeramente un par de sándwiches de jamón de pato, algo de queso -estupendo, por cierto- y mucha fruta, viendo un capítulo ya emitido de una serie en la televisión, y resbaló, cayendo por su lado derecho sobre mí y arrastrándome, cogiéndome de mi brazo izquierdo al tratar de agarrarse a algo, hasta el suelo. Por fortuna, la mesa estaba algo alejada; de manera que cuando caímos y quedamos tumbados de una forma bastante irregular sobre el suelo no llegamos a golpearnos con alguno de sus picos. Al cabo de unos breves segundos, me toqué la cabeza, y toqué la suya también, con el fin de inspeccionar su estado. Al mirar a Marcela me eché a reír y ella entonces dijo: «Mejor haberse quedado en la cama». Me acerqué y la besé, acariciándole el pelo. Ya no estaba enganchado a ninguno de los botones de mi camisa azul. De repente, un gorrión se posó sobre el alféizar de una de las ventanas abiertas del salón acristalado. E hicimos el amor. 

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Matteo Belforte

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Nota

Traducción del texto original en italiano a cargo del Editor de Café Montaigne

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