El hilo de la vida – Irinea Bermúdez Sánchez [Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta» – Ilustración de Gemma Queralt Izquierdo]

El hilo de la vida – Irinea Bermúdez Sánchez [Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta» – Ilustración de Gemma Queralt Izquierdo]

El habitante del Otoño – Número especial

Primera Antología breve de cuentos y relatos breves «Jinetes en la tormenta»

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Gemma Queralt Izquierdo – Acuarela [Modificada] [Ilustración para El habitante del Otoño]

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El hilo de la vida

 

En la antigua Roma, aquella ciudad donde los dioses tenían grandes poderes y en la que la mitología adquirió un gran valor vivían las Parcas. Estas eran las personificaciones del Fatum; controlaban el metafórico hilo de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, y grandes dioses, como Júpiter, temían el poder que estas poseían.

Mientras tanto, los mortales vivían ajenos a cualquier decisión de las Parcas, ya que no estaban al tanto del poder que poseían. Todos estaban expuestos al juicio de estas diosas, y en aquel momento centraron su punto de mira en una familia humilde.

Sus protagonistas, una pareja de abuelitos, vivían en una pequeña casa que construyeron juntos con ladrillos llenos de amor, un suelo que representaba la confianza y un techo donde se reflejaban los sueños que les quedaban por alcanzar juntos. Uno de los sueños que ya habían cumplido era el de ser padres, tenían un hijo joven, apuesto y trabajador; este un día le dio la gran sorpresa a su padre de que iba a ser abuelo. Tras esta noticia la atmósfera de la casa se llenó de alegría, amor y deseo por conocer a la nueva criatura que venía en camino. La abuela vivía ajena a la nueva noticia y su actividad diaria seguía siendo, entre otras, la era tejer jerséis para su marido.

La abuelita adoraba a su esposo y todos los jerséis tenían algo especial: quizás el color, amarillo que le recordaba al atardecer en el que se dieron su primer beso, o azul como el mar que vieron por primera vez en su viaje de novios; todos estaban llenos de cariño, amor y dedicación como la relación que poco a poco ellos fueron “tejiendo” durante 60 años.

Mientras transcurrían los días, en el mundo de los dioses, las Parcas hacían y deshacían a su antojo los “hilos de la vida”, en muchos casos sin criterio alguno: “quizás deba aprender la lección dejando atrás su vida”, “alargaremos su vida, pero solo para ver qué es capaz de hacer ante la situación que está viviendo en su hogar” … decían las Parcas. Un día observaron al abuelito desde su ojo que todo lo veía, y sintieron gran envidia al ver la felicidad que él trasmitía y como había logrado tantas cosas gracias al amor y el trabajo de él y la abuelita; por ello decidieron cortar su “hilo de la vida”, pero lo harían poco a poco.

Un día lluvioso el abuelo enfermó, tanto que tuvieron que hospitalizarlo. Todos lloraban a la entrada de la habitación ya que se temían lo peor, pero él decidió pasar sus últimos momentos junto a su esposa y algunos de sus jerséis, que tan buenos recuerdos le traían. Entre llantos y lamentos de la abuelita y el hijo, las Parcas decidieron cortar y con ello acabar con la vida del entrañable abuelo.

Tras el entierro la abuelita contó que el abuelo le había dejado una “misión” la cual no podía desvelar… y desde ese día, entre lágrimas y sonrisas, la abuela tejía ropita para su nieto que venía en camino, con los hilos de los jerséis del abuelito.

Y entonces… ¿no es esto el hilo de la vida?

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Irinea Bermúdez Sánchez

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Ilustración de Gemma Queralt Izquierdo [Modificada]