El sueño azul de Artemidoro [Aforismos] – Rafael Guardiola Iranzo

El sueño azul de Artemidoro [Aforismos] – Rafael Guardiola Iranzo

El sueño azul de Artemidoro [Aforismos]

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Hermes Guardiola & Rafael Guardiola Iranzo – La vida y la muerte [1996 – 2020]

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El sueño azul de Artemidoro [Aforismos]

Ser es ser soñado o soñar, entre la tensión gris y la elasticidad azul.

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En los sueños azules encontramos la aguja en el pajar y habitan sin aristas el calor de lo cercano, los más sonoros silencios y el vuelo amable y sostenido de las aves migratorias.

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El peor de los sueños grises es el sueño dogmático –como me dijo Kant en un sueño-, porque es imperial, recto y sumamente afilado. Artemidoro sospecha que los que sueñan así se ven privados de paz tanto en el cuerpo como en el espíritu.

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Guillermo de Ockham afiló su navaja escocesa en un sueño depilado azul cobalto, rasgó la córnea de inquisidores y gente adinerada y nos legó un mundo a nuestra medida plagado de nombres, desmembrando cuerpos como Procusto, antes de quedarse dormido.

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Ayer me encontré a Buster Keaton en medio de un sueño agitado y gris. Keaton estaba exhausto. Había corrido con Aquiles y la tortuga de Zenón durante horas tras los vagones de un tren humeante. Estaba ebrio de amor, recortado y extremadamente pálido. Engarzaba lágrimas con la aguja despuntada de una sonrisa seria en un edificio deshabitado. Su sueño no pudo ser azul.

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El lenguaje que hablan los sueños sólo puede ser soñado y recibe las lúbricas caricias de las más osadas metáforas. Remienda el globo ocular que desgarra la navaja de Buñuel y detiene a tiempo la eyaculación del gran masturbador daliniano con un ejército de hormigas y relojes blandos.

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Rafael Guardiola Iranzo – Sueño I [2020]

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En los sueños llueve pero ni nos mojamos ni el agua que se precipita produce goteras en nuestro cuerpo. Se llora, pero no asistimos a tormentas torrenciales, tenemos cadenas, pero nos sentimos pletóricos y libres. Saltamos en camas elásticas, hacemos mil y una piruetas y nos sentimos funambulistas en un mar que se abre a un tiempo a la tensión y la elasticidad.

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El tiempo vivido con el que soñó Bergson es el tiempo soñado en sueños azules, soñados desde el cuerpo, desde la tierra que acaricia esas raíces de los árboles frondosos que se mueven lentamente como las patas de una araña al acecho. Los sueños grises son, sencillamente, malas hierbas, la sombra aséptica de una negra hojarasca.

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En los sueños grises abundan las cáscaras de plátano que tiró Charlot al suelo y unas enormes manchas de grasa. Cuando se resbalan los hombres grises, dogmáticos e inquisidores, se quiebra lo rígido, sale el sol, salta la rana y yo me río con ganas. Mis labios se transforman entonces en unos muelles infinitos que danzan sincopados con mi lengua erecta.

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El espacio de los sueños nunca será un decorado porque es la figura del ser. No guarda ninguna relación isomórfica con los espacios de la vigilia. Simplemente, es allí donde caemos dormidos, abrazados a lo que hay, esperando a Godot o a la autoridad competente.

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El más dorado de los sueños azules se viste de la cabeza a los pies con la regia piel de una mujer. Una mujer placentera, dormida en los brazos firmes del deseo que brota majestuoso en las ramas de los árboles frutales más perfumados.

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La mujer de los sueños teje el mundo onírico con el tiempo vivido y el espacio de la incertidumbre, con colores azules y grises, esperando la llegada de Ulises. Ríe cuando se quiebra lo rígido; se alegra al comprobar la elasticidad de nuestro deseo de conocer, de nuestra capacidad para amar y ser amados, y transitar sin equipaje desde las laderas del yo a la llanura del nosotros. Aquí el sueño es la espera o la esperanza.

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Rafael Guardiola Iranzo – Sueño II [2020]

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Hace años descubrí que al soñar siempre estamos desnudos y no me da ninguna vergüenza. La ropa de los sueños es una alucinación accidental de la carne, una máscara grotesca, tensa y pudorosa tras la que se esconden los perfumes envolventes y plásticos y la pulsiones secretas con las que Freud soñaba en un diván.

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En medio de los sueños más azules bebemos el néctar de la libertad; en los grises, nos sentimos seguros. Al despertar estamos confusos, con la piraña de la incertidumbre mordisqueando nuestros pies desnudos.

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Rousseau gozaba en su vejez paseando en soledad. Solo cuando dormía podía acceder a los placeres que nos reserva el estado contemplativo. Pero también se acostumbró a soñar despierto, meditando con las herramientas del intelecto, para huir de sí mismo. Todo esto lo he soñado una noche de verano, después de afilar mi navaja.

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Los sueños grises son egoístas y en ellos no aparecen los niños. Como son extremadamente rectos, se ríen de las curvas carnales y azuladas como si fueran añadidos ornamentales, rocallas mentales y trampantojos cibernéticos. Les gustaría ser negros –tener una tonalidad exclusiva de negro- para confundirse con la noche más cerrada.

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Rafael Guardiola Iranzo – Sueño III [2020]

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Los sueños altruistas son de un color azul intenso y saben que son recesivos. También saben que la risa y la ironía son su salvoconducto inteligente. Al despertar, nos damos cuenta de que hay más días grises que azules y que quieren confinar la risa con armas y decretos. Por eso sigo durmiendo.

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He soñado con la cárcel de Segismundo, con las ventanas cerradas y el fálico ojo rasgado por la cuchilla. Me he dormido esperanzado y he sentido compasión por Segismundo. Lamentablemente, no he encontrado con ello cura ni para mi desazón ni para los males de los otros. He abrazado después en otro sueño el camino de la ascesis y he enfermado de solipsismo onírico antes de poder ver a Dios.

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Rafael Guardiola Iranzo – Sueño IV [2020]

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La hidra gris del egoísmo sucumbe ante la consideración estética del mundo –me ha susurrado Arthur Schopenhauer en un sueño errabundo. Un día soñé que abría unas cálidas ventanas de madera sin ningún propósito y que sentía un placer inefable al percibir la inmensidad, el silencio, el perfume y el sabor de unas verdes praderas. También gozaba mi intelecto al soñar y al contemplar lo que soñaba, y quería que todos pudieran tener mi sueño azul y un tren de madera en el que pudieran viajar al lado de Buster Keaton.

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Hipnos y Thánatos, el sueño y la muerte, eran hermanos gemelos y pugnaban cada noche por llevarse a los humanos. La muerte de Thánatos era dulce y silenciosa –sin sangre ni ostentación-, y el Sueño soñaba ser tan preciso y sigiloso como su hermano. Querían ser las caras discretas de una misma moneda, una gris y otra azul.

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¿Cuántos sueños hay en el mundo de los sueños? ¿Cuántos son tensos y grises? ¿Cuántos azules y elásticos? ¿Cuántos creía Platón que correspondían a lo que las cosas son en sí mismas? ¿Cuántos se pueden contar en una noche estrellada? ¿Hay sol en los sueños? Sueño que hace frío en esta caverna.

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Sabes que estás despierta. Al ver el dolor y el tormento en tu gesto desencajado sueño con un cadalso para los sueños sin cuerpo que escupen fuego y borran tu belleza. Sueño que estás muerta como Ofelia, amortajada con el desamor y las hojas del otoño. Pero el resto es silencio sólo en los sueños grises. Y el viejo Platón me ha dicho que no hay sueños de las cosas sin dignidad, como el barro, el pelo y la basura que se acumula en los sueños.

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Rafael Guardiola Iranzo – Sueño V [2020]

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No busques la razón de tus heridas en los sueños grises. Solo son un doloroso e incisivo recuerdo o el retrato de tus miserias diarias. Ponte unos guantes de látex, recógelos con sumo cuidado y deposítalos con cariño –porque son tuyos- junto con el resto de los excrementos. No merece la pena reciclarlos (ni siquiera en otro sueño).

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Las nodrizas del sueño son la imaginación y la memoria. Esto es lo que estaba pensando Buster Keaton poco antes de quedarse dormido en una oscura representación de Hamlet.

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La imaginación tiene un pecho generoso. Lleva amamantando los sueños de la especie desde la lejana noche de los tiempos. Gracias a su alimento soñamos con los dioses y semidioses sin saber que estos nacen de cenizas humanas y de los sueños más azules.

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Imaginamos también en los sueños azules que se abren al mundo que hay un futuro y que este se ajusta a nuestros sueños del pasado fielmente escaneados. Soñamos que hay grises cadenas insuperables amordazando los hechos.

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Rafael Guardiola Iranzo – Sueño VI [2020]

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Pero solo podemos certificar en los sueños la tensa constancia de la sucesión en el pasado de hechos, escenarios y momentos. Buster Keaton se quedó dormido en una de las butacas que daban al pasillo y, poco después, cayó al suelo. Cuando despertó, se dio cuenta de que todo había sido el producto de su imaginación, que no había cadenas grises, sino unos cuantos moratones.

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La memoria de los sueños es la memoria de un cuerpo sin culpa. La memoria tiene ojos de gato y trompa de elefante y une los innumerables fragmentos del mosaico del pasado con la baba de los caracoles y la seda viscosa y elástica de las arañas. Gracias a su engrudo sueño que soy yo quien sueña. ¿Soy un ojo rasgado?

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Los androides sueñan con ovejas eléctricas, los replicantes sueñan con ser sujetos pensantes, agentes morales y seres inmortales, pero todavía no saben que son incapaces de soñar, porque no pueden distinguir el gris del azul, el amor del olvido, la soledad y el destierro.

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Me gusta soñar mi propia muerte y no hacer nada para intentar remediarlo, como Sócrates confesó a Critón. Me gusta tirar la moneda al aire y aceptar el resultado, pues Hipnos es hermano de Thánatos y este me concederá un dulce y elástico adiós.

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El auténtico sueño del sabio Aristóteles es el azul de los mitos. Lo soñó en la vejez, cuando casi todo había sido pensado con la materia gris. Antes de dormir, erigió un altar a la experiencia. Y la experiencia amamantó a la técnica, la acción moral y la ciencia en un cosmos cerrado donde cada cosa tiene su lugar natural. Pero la experiencia sin sueño es ciega y gris, es incapaz de crear mundos y hasta de hacer cosas con palabras.

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No obstante, René Descartes soñó siendo joven, una noche de noviembre de 1619, con el secreto del orden y la medida de la geometría analítica, al calor de una estufa y con el frío de la razón. No sería un gris soldado ni hombre de leyes grises. Y todo ello, dicen, gracias a un jugoso melón. La razón se hizo sueño y el sueño alumbró la razón.

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Algunos sueñan ser recordados con una amplia sonrisa azul, otros con el grave rictus gris del deber cumplido.

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La vida no tiene sentido. Al soñarla le damos un significado (gris o azul) entre la tensión y la elasticidad. ¿Hay sueños después de la muerte?

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Rafael Guardiola Iranzo

Categories: Aforismos

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